Vladimir Cerrón
El espontaneísmo es una enfermedad de la izquierda peruana que debe ser extirpada con o sin anestesia. Muchos movimientos y partidos, incluyendo el nuestro, en algún momento pensaron que todo debía ocurrir apelando al buen reflejo cerebral de la sociedad, es decir, a la lógica más simple, para que deduzcan situaciones y acciones, sin nosotros haber creado las condiciones para que ello suceda. El partido debe ser consciente que para invitar a la revolución a los demás, primero necesita revolucionarse, es decir, demostrar la capacidad de despojarnos de nuestras viejas prácticas, prejuicios y ambiciones para avanzar en los planos ideológico, político y programático. Avizorado por el pueblo este avance, de cada uno de los miembros partidarios, el pueblo identificará en esta organización su propio partido, se sumará gradualmente y de manera sostenida. Finalmente, nuestro objetivo debe circunscribirse a la construcción y toma del poder democráticamente en aras de construir una nueva patria en beneficio de todos los peruanos, sin exclusiones de ningún tipo. Para que el partido avance necesitamos contrarrestar amenazas que van encontrando terreno fértil en surcos cerebrales poco convencidas de los objetivos y tareas para con el pueblo. Entre las siete amenazas frecuentes tenemos al oportunismo, apoliticismo, sectarismo, individualismo, revisionismo, inorganicidad y sobre todo el espontaneísmo, cuyo blanco es fracturar la columna vertebral del partido. La izquierda peruana ha tenido errores que van repitiéndose cíclicamente, errores que al igual que la izquierda vieja nosotros también lo hemos cometido. El error más grande es esperar que los triunfos y conquistas vengan espontáneamente, por inercia, por gravedad, por favor, por coyuntura, por errores del adversario antes que por virtudes y potencialidades nuestras, etc. La izquierda peruana con los años que tiene ya no puede estar para asistir a un juego de azar, tiene que trabajar más allá de lo técnico a nivel científico matemático y social. Ciertamente, el camino es largo, pero fructuoso, es momento de organizar en el seno del pueblo la imagen de izquierda madura, ordenada, leal, disciplinada y convencida de su misión histórica. Al igual que muchos de ustedes soy un militante más de la izquierda, un peruano común como los millones de connacionales comprometidos con la transformación de este país. Confieso que también sufro el desencanto y dolor que en todo proceso electoral, como éste, la izquierda solamente está llamada o limitada a una participación dirimente para entronar al próximo verdugo, al próximo presidente derechista, sin mayores posibilidades. Todos aquellos que conocimos en esta campaña deben comprender que solamente estamos labrando el inicio de un largo camino con nuestro pueblo. Crear condiciones para que el partido dé el toque final, no empujar al partido a un barranco cuando existe camino aledaño. Nuestra misión y la esperanza del pueblo no termina mañana, debemos aspirar a que continúe hasta después de nuestra muerte, sabemos que es un camino largo, pero es así como se construye a cada paso el futuro de nuestras próximas generaciones. Hay un gran sentimiento anticolonialista que no estamos sabiendo aprovechar o encausar como izquierda, sobre todo en el interior del Perú, ciertamente en el sur pude comprender que miles de nuestros hermanos ansían una venganza política contra siglos de explotación. Entendido así, no debemos tener miedo en expresar nuestras ideas, no puede haber peor situación en la que nos sintamos reprimidos por nosotros mismos. Como corolario a estas reflexiones, debo agradecer a miles de peruanos por su apoyo incondicional al partido, que no es más que la vanguardia del pueblo organizado, más aun a esa juventud que con ansias transita el camino aperturado por nuestros camaradas mayores, prestos a demoler cualquier barrera que impida continuar al inevitable arribo del socialismo peruano, sin calco ni copia.