Ayacucho sin congresistas
Vladimir Cerrón
El pueblo de Ayacucho es un referente para la izquierda peruana de nuestros últimos tiempos, tanto así que, en Lima y las medianas ciudades, los enemigos políticos se han esforzado por hacer del gentilicio ayacuchano un sinónimo de terruco. Sin embargo, el pueblo ha resistido, menguando esos adjetivos y superado cualquier complejo, aunque la estigmatización todavía perdure en su zona de selva, como el nuevo epicentro del terruqueo.
La reapertura de su universidad pública en 1958, la calidad de docentes e investigadores que tuvo en las décadas de los 60 y 70, convirtieron de facto a Ayacucho en la capital ideológica del país, desde diferentes concepciones, pero con supremacía marxista. Esto condujo al desenlace de la guerra interna en la década del 80 y la consecuente represión militar estatal hasta mediados de la década del 90, que costó la vida de miles de personajes, organizaciones gremiales y comunidades andinas.
Desde entonces, todo el que quiera llegar al poder nacional en representación de Ayacucho, no puede tener un discurso contra toda esa historia, esa corriente de pensamiento y ese legado. Algunos lo emitirán con convicción y, como es de esperar, otros tendrán que maquillarse, autocalificándose como combatientes del pueblo en las nuevas condiciones, prometiendo llevar el mandato imperativo del pueblo al parlamento burgués, declarándose de izquierda hasta la última célula y jurando que nunca traicionarán a su líder, al partido y al pueblo.
Una vez electos, el sistema estatal se encarga de vulnerarlos, otorgándoles los mismos beneficios y privilegios del que goza la clase contra la que habían prometido luchar durante su campaña. Los sueldos dorados, los viáticos, los bonos y el estatus social, los lleva a perder la noción de su misión popular, aunque mantengan el discurso de izquierda para seguir traficando con la “representatividad”. Más adelante, al advertir que la función del circo no puede sostenerse, se romperá el equilibrio, patearán el tablero, buscarán el burdo pretexto que justifique su deslealtad y, sin ascos, migrarán a otro partido diametralmente opuesto al que habían jurado fidelidad.
Esto pasó con los tres últimos congresistas electos por Ayacucho, quienes traicionaron a la izquierda popular. Germán Tacuri Valdivia, un castillista a quien no hay que reclamarle mucho, porque no era militante de Perú Libre, sino un oportunista improvisado. Alex Flores Ramírez, un exetnocacerista, quien, ganado por los sentimentalismos, la indisciplina y el hedonismo, decidió alejarse para engrosar las filas caviares, es decir, de los enemigos del pueblo, mejores disfrazados, con mejor economía y presencia en las instituciones capturadas por ellos. Margot Palacios Huamán, es la última congresista que traicionó el encargo popular y nos detendremos a analizar las causales reales.
La congresista caracterizada por los discursos “revolucionarios” más explosivos, sucede que después de su alejamiento denunció a la bancada de Perú Libre, de la cual tuvo el honor de ser vocera, con el fin de justificar su disidencia, manifestando que la amenazan, la intimidan, le restringen su libertad de expresión, de opinión, de reunión y de asociación, optando por solicitar un socorro popular a la ONG Inter Parliamentary Union Committee on the Human Rights of Parliamentarians. ¿Cómo? ¡Así mismo! ¡Vaya ridiculez!
En realidad, cabe dilucidar ¿cuáles son las verdaderas razones de la renuncia de Palacios? La carencia de una ideología definida que la hizo militar catorce años en Acción Popular, un partido de derecha, responsable de genocidios en Ayacucho, del intento de ahogar a la Universidad de Huamanga quitándole su presupuesto, responsable de las matanzas en Putis, Cabitos y demás comunidades, además de los crímenes selectivos del periodista Luis Morales Ortega y la alcaldesa de Huamanga Leonor Zamora Concha.
Este partido oligárquico jamás la hubiera concebido como su representante en ninguna parte. Consciente de su condición en un partido de ricos y al ver que no tenía futuro, renunció y se acercó a Perú Libre, siendo acogida sin condición alguna. Claro que fue un error, nos equivocamos. Personalmente, defendí su candidatura cuando Alex Flores se oponía afiebradamente a verla como colega.
Este salto le hizo ver que el oportunismo sí da frutos, llegando a convertirse en una trepadora de posiciones, lo que le permitió ir a Nicaragua, Honduras y Francia, como parlamentaria de Perú Libre, caso contrario, no hubiese existido en el mapa. Pero, como las mentiras tienen patas cortas, esta inconsecuencia fue advertida por la Federación Rusa, quien después de hacer un análisis a su comportamiento político vetó su participación en Moscú, situación incómoda que me fue informado por el personal diplomático, solicitando otra representación. Hice presente el desagradable suceso al partido, pero para salvaguardar “honras” no revelé su identidad, pensando escuchar su autocrítica. Prefirió guardar silencio, aunque había sido detectada.
En el año 2023 fue electa vocera de la bancada, delegando todo el partido en ella nuestra libertad de expresión. Se benefició de este estatus, para sus intereses económicos, que detallaré líneas abajo, renunciando solo cuando se acercaba al término de su período. Sin embargo, la militancia del CER Ayacucho se percató de sus inconsecuencias, advirtiendo cuatro meses antes que renunciaría, pues había retirado el logo del partido de sus redes, empezando una campaña de marketing personal. Los caviares le habían calentado el oído y desde entonces la hacen soñar enfundándose la banda presidencial o regional. Hablé con ella este tema, pero como siempre lo negó en todos los idiomas.
Frente a esto, decidimos mantener una conducta expectante, especialmente hacia uno de sus asesores, de quien obtuvimos información que mantendría negociaciones ocultas con un asesor de de Dina Boluarte. Le comuniqué personalmente a la congresista de lo peligroso que eso significaba, pero su respuesta fue la misma: que todo era falso y que se sentía “indignada” por las especulaciones. Nunca sustituyó al asesor y, por el contrario, lo afianzó. Para demostrar su «consecuencia», presentó varias solicitudes de vacancia contra Boluarte, en las que todos no estábamos de acuerdo por su inviabilidad, pero que la bancada por disciplina y lealtad no contradijo a su vocera.
La gota que rebalsó el vaso no fueron las cosas que ella menciona en la carta dirigida a la ONG, sino la llamada de atención que se le hizo porque inconsultamente a la bancada firmó con los demás partidos, en Junta de Portavoces, el aumento de sueldo a los congresistas, algo que contradecía su discurso “revolucionario” y nuestra posición de clase. Esta vez no lo negó, pero hizo la del avestruz, no dio la cara, ni hizo el menor esfuerzo para revertir esta actitud que mancha la honra de Perú Libre.
Podría enumerar más situaciones, pero se expondrá en la medida que sea necesaria. No tenemos el fin de dañar la dignidad de nadie, pero sí responder a este ataque, coordinado con la prensa caviar, porque puntualmente se pretende dañar al partido.
A partir de estos sucesos, Ayacucho se ha quedado sin representante congresal orgánico, porque no es lo mismo estar en un partido, una bancada, una comisión, una vocería o una mesa directiva, a ser un paria, cuya tranquilidad encuentra asidero solo por mantener sus privilegios económicos.