¿De qué lado estar, del trabajador colectivero o de los monopolios, del neoliberalismo?
Por José Eduardo Bendezú Gutarra
La liberalización de la economía, impuesta en la dictadura fujimontesinista, fue el trofeo más celebrado por los grupos de poder nacionales e internacionales en el Perú, por las burguesías. Ya que en ella se plasmaba el cuerpo y el espíritu del neoliberalismo: no regulación, no planificación, la ley del más fuerte, la ley del más pendejo.
Se ve en la actualidad que esa liberalización no generó igualdad de oportunidades para las mayorías sino acaparamiento de la economía por las grandes empresas, por los grandes capitalistas. Treinta años después, el Perú es manejado por unas cuantas familias, por capitalistas monopolistas que cada vez quieren más poder y más dinero.
En el transporte también se observa este mismo fenómeno de anarquía y monopolización. Vías de transportes privatizadas, como el aeropuerto Jorge Chávez (en la práctica en único internacional) está en manos de Lima Airport Partners – LAP, siendo el terminal aéreo por el que todo viajero nacional transita, ya sea al partir, al llegar o al hacer escala, ya que no hay vuelos directos entre ciudades distintas al Callao, ya no hay vuelos en escalas. Por ejemplo, si alguien desea ir de Juliaca a Arequipa en vuelo pues necesariamente primero tendrá que hacer escala en el Callao, pagar las tarifas que impone LAP y embarcarse a un nuevo vuelo: no hay opción a reclamo o negociación, no hay libertad de elegir.
Las principales carreteras también están en manos de empresas privadas extranjeras. La carreta central así como las vías de evitamiento en Lima (concesionadas a la corrupta Odebrecht). ¿Cuál es la libertad de elegir si estas empresas imponen sus condiciones para usar vías que son de necesidad pública? Los ferrocarriles siguen en manos privadas como después de la Guerra con Chile. Nuestros puertos no son nuestros puertos a pesar de estar en el Mar de Grau. ¿Cuál es la libertad que pregonan los neoliberales si estas vías de transportes son de privados y no se puede negociar con ellos absolutamente nada con respecto a sus precios y formas de servicio? Estas concesiones durarán décadas y décadas. Objetivamente, en el transporte y en la economía no hay libertad, no hay democracia, hay – en cambio – una dictadura empresarial, una dictadura burguesa.
La liberalización de transporte público de pasajeros también cumplió el rol de menguar el desempleo tras los despidos masivos que ocurrieron en los noventa. Recientes desempleados que con algún dinero compraba cualquier carro que andase y, ¡suaz!, de frente a la ruta. Las empresas de transporte no cuentan, por lo general, con propios vehículos así arriendan la ruta; viviendo de ese alquiler y de otros conceptos. ¿Qué arriesgan esos empresarios? Nada porque no ponen ni los vehículos y a los trabajadores que van en los vehículos. Los propietarios y sobre todo los trabajadores del transporte tienen que ganársela cada día; de nuevo aparece la ley del más fuerte, del más mosca, porque el tiempo es dinero. Tienen que protegerse de todos los riesgos, incluso del mismo Estado en forma de policías.
La abundancia de auto empleados trae consigo desprotección social, ya que no hay asistencia médica, jubilación, vacaciones, feriados, jubilación, seguros y demás. El éxito individual es una rarísima excepción a la regla. ¿No es evidente acaso que este sistema neoliberal no trae desarrollo ni bienestar colectivo, para las mayorías? El sistema neoliberal es un fracaso tremendo.
No obstante para los progres, para los socialdemócratas, que desean ver el mundo como un paraíso sin hacer nada más que hablar y de vez en cuando hacer algo de show, exigen orden y respeto, “modernización del transporte”, dejando de lado a los trabajadores. A estos los atacan y les achacan la responsabilidad de la informalidad, del caos. Prefieren, como Susel Paredes, meter palo, perseguirlos, acosarlos, largarlos. Estos progres olvidan que los auto empleados del transporte no crean la anarquía de la economía sino que son el resultado de esta.
Claro, las cosas se podrían solucionar, podrían tener alternativas pero en otro sistema social, cuando el Estado sea capaz de planificar y dirigir no solo la economía sino principalmente el desarrollo del país. Pero mientras siga el neoliberalismo, aquel orden anárquico continuará. Hace tanto se sabe que la solución es crear un Estado planificador, que dirija al país hacia el desarrollo de las mayorías pero hasta que este no llegue algo se tiene que hacer por los trabajadores del transporte urbano; específicamente con los colectiveros.
Con cerrar los ojos no se logra nada, menos con la violencia y la persecución. Por eso es necesario darte un marco legal, permitiendo el ejercicio de su derecho al trabajo y señalando los límites. No es posible negar el problema y, por consiguiente, no hacer nada. Es necesario implementar leyes y normas para amparar a los trabajadores del transporte de tanto abuso y desamparo. Por eso sí a la legalización y regularización de los colectivos en Lima y el Callao.