XXXIV aniversario del inmarcesible Jaime Cerrón Palomino
Vladimir Cerrón
Hoy, 8 de junio del 2024, se cumple treinta y cuatro años de la ausencia física de mi padre, el maestro Jaime Cerrón Palomino. La forma inesperada en que nos lo arrebataron al ser secuestrado, torturado y asesinado a manos de los criminales agentes estatales, nos dejó desconcertados y con profundo dolor, sin encontrar una justificación que explique las causas precisas de este execrable hecho. A estas alturas no caben dudas de que se trató de un crimen de lesa humanidad, ejecutado por el Estado peruano, durante el primer gobierno del Apra.
Jaime Cerrón era un maestro universitario de filosofía, un intelectual, un académico, alguien que despertaba la mente de sus alumnos y estos, a la vez, de su entorno social. Ejerció la docencia cerca de tres décadas en la Universidad Nacional del Centro del Perú. En la época de la guerra interna, la universidad peruana no dejaba de ser considerada una institución subversiva, sobre todo para los órganos de inteligencia del Estado.
Los análisis estatales recurrían a una analogía simplista: si la Universidad de Huamanga había generado una insurgencia en el sur, entonces la Universidad de Huancayo estaría cumpliendo la misma misión. Así, ambas fueron consideradas como los focos intelectuales del terrorismo, específicamente sus facultades de educación y ciencias sociales; por tanto, había que identificar, ubicar y eliminar a sus líderes intelectuales.
Jaime Cerrón ingresó a la universidad en el año 1960, fue dirigente estudiantil y debemos a su generación la nacionalización y reorganización de la Universidad de Huancayo, siendo uno de los líderes que logró recuperar de las manos apristas esta institución usurpada, la misma que, en complicidad con el presidente Manuel Prado durante el Gobierno de la Convivencia, la habían fundado como propiedad privada según la Escritura Pública 371, pero bajo la fachada de Universidad Comunal.
La reorganización de la universidad, en varias ocasiones, fue otra tarea ardua donde Jaime Cerrón también luchó decididamente. Posteriormente, después de una fructífera labor pedagógica e intelectual, estando cerca de su cese docente, fue propuesto para asumir el cargo de rector de la universidad, pero no aceptó debido a que, según su razonamiento, la institución sería más reprimida y satanizada, más aún en un gobierno aprista, por lo que decide dar un paso al costado y situarse en el vicerrectorado académico.
El asesinato de Jaime Cerrón, no fue un acto aislado, pues además de la desaparición física de un docente destacado, fue un mensaje político a la comunidad universitaria nacional, una advertencia, pues si ellos podían terminar de esa forma con una autoridad universitaria, más fácil sería contra cualquier otro miembro. Efectivamente, después de este suceso, vino la deserción estudiantil y docente, la instalación de una base militar al interior y el cambio de currículum educativo, la que finalmente hizo de este centro un lugar ajeno a la ciencia, la democracia y las aspiraciones populares.
Fueron asesinados cientos de estudiantes, decenas de docentes y una quincena de personal administrativo de esta universidad, los mismos que quedarán impunes, característica principal e infaltable en los crímenes de Estado. Este año el Congreso de la República promueve una ley de amnistía encubierta para evitar que los asesinos sean juzgados, bajo el pretexto de la no retroactividad de la ley, puesto que el Perú se adhirió a la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de lesa Humanidad el 11 de agosto del año 2003. Si se promulgara esta norma, todo lo ocurrido con anterioridad a estas alturas habría prescrito.
La muerte de Jaime Cerrón no significó una derrota total, por el contrario, fue una permanente inspiración para definirnos ideológicamente, organizarnos políticamente y gobernar con un programa popular, lo que luego condujo a fundar el Partido Político Nacional Perú Libre, el primer partido de izquierda popular que logró triunfar en una elección nacional, por la vía pacífica, logrando colocar un presidente de extracción y situación de clase campesina.
No cabe duda que la muerte de Jaime Cerrón es una expresión de la lucha de clases en el Perú, del macartismo derechista, del fascismo estatal, de una política profiláctica a todo lo que pueda significar un cuestionamiento al orden injusto que secuestra al país en toda su etapa republicana. Empero, la aspiración de lograr una mejor sociedad nunca podrá ser detenida, pues como dice Mariátegui si un niño va corriendo tras una mariposa, es porque no solo tiene la esperanza, sino la seguridad de que en algún momento podrá atraparla.
¡Jaime Cerrón Palomino, Presente!