Categorías
ARTÍCULO

Sobre el asesinato del doctor Jaime Cerrón Palomino: una mirada historiográfica

SOBRE EL ASESINATO DEL DOCTOR JAIME CERRÓN PALOMINO: UNA MIRADA HISTORIOGRÁFICA

Augusto Lostaunau Moscol

Leer el libro Muerte del Doctor Cerrón, del docente y escritor Alfonso Torres Valdivia, fue revivir esos años terribles entre la década de 1980 y 1990, en el cual, ser estudiante universitario –de una Universidad Nacional- y tener ideas marxistas, era sinónimo de “terrorista”. A muchos nos sindicaron de “terroristas” por participar de Izquierda Unida. A muchos nos calificaron de terroristas por oponernos al robo sistematizado que realizaron los gobiernos de aquellos años. A muchos nos señalaron de “terroristas” por ser marxistas o mariateguistas. A muchos nos acusaron de “terroristas” por reivindicar las figuras revolucionarias de Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Y, a muchos, los raptaron, torturaron, asesinaron y desaparecieron. Fueron los años en que los medios de comunicación propiedad de la gran burguesía redujo la Universidad Nacional a un centro de entrenamiento ideológico. El ataque al movimiento popular, a los sindicatos y al movimiento estudiantil daría sus frutos en el momento que los ciudadanos mendigan sus derechos, los trabajadores se sienten colaboradores y los estudiantes universitarios se preocupan más por el modelo de teléfono celular. Para llegar a esta situación, la gran burguesía salió a matar. Y mató. Una de sus víctimas fue el Dr. y Vicerrector de la Universidad Nacional del Centro del Perú, maestro Jaime Cerrón Palomino.

Fue un miércoles 8 de junio de 1990 cuando el vicerrector de la UNCP y su chofer fueron secuestrados por un comando militar. Jaime Cerrón Palomino y su chofer Armado Tapia Gutiérrez fueron detenidos como parte de una supuesta redada. Pero, como anota el periodista Alfonso Torres Valdivia:

“Ese día hubo más de veinte detenidos en Huancayo. Todos menos Cerrón y Tapia recuperaron su libertad. Una semana entera estuvo en la celda. Después llegó una gente de Lima. Comando Rodrigo Franco. El chito Vatiri, Ríos y el cholo Urrutia, entrenados en Corea del Norte. Querían cambiarles la cara a los payasos pukas que asesinaron a tres jóvenes apristas dentro de la universidad. Tres tiros en la cabeza y los decapitaron” (2023:71).

La supuesta redada fue realizada para ocultar la verdadera intención de los criminales: asesinar al doctor Cerrón Palomino y –de paso- a su chofer para no dejar testigos. La matanza de estudiantes, trabajadores y docentes de la UNCP se inició en 1984 con la ejecución extrajudicial de Isaías Bravo Flores y se agravó entre 1990 y 1993. A fines del gobierno del PAP y los feroces años de la dictadura fujimorista. Otros ejecutados extraoficialmente fueron: Víctor Lavado Olivera; Odilón Espinoza Jaime (13/09/1990); Dedicación Tocasca Gutiérrez (25/09/1990); Fortunato Aguirre Palomino (15/10/1990); Dante Landa Rosales (01/03/1990); Ángel Tenazoa Sánchez (04/11/1990); Griselda Palomino Fuentes (05/04/1991); José Carranza Huisa (15/06/1991); y un largo etcétera. (Cerrón 2011). Eran los duros años del Conflicto Armado Interno que azotó al país en las dos últimas décadas del siglo XX. Y la UNCP no fue la excepción, alcanzando a su vicerrector. Recientemente, en su libro Memorias de una amistad quebrada: El Alfredo Torero que conocí, el doctor Rodolfo Cerrón Palomina ha recordado:

“En la universidad, me contaba Jaime cuando lo visitaba, se encontraba entre la espada y la pared: por un lado, los apristas lo odiaban a muerte, por su abierto enfrentamiento con el partido desde sus tiempos mozos (y en franca rebeldía con la tradición familiar); pero por el otro, las huestes senderistas, despechadas por haber fracasado una y otra vez en sus intentos por captarlo, lo dejaron a su suerte, en manos de la represión. En el velorio del hermano llegaban a mis oídos susurros que decían que había sido una lástima que él no se pasara a las filas de Sendero Luminoso, pues, de haber sido así, “lo habrían protegido” (2024:92-93).

Jaime Cerrón Palomino fue un prolífico autor destacando libros como La Filosofía Materialista Dialéctica de Marx y Engels; o, Leyes del Desarrollo Social, lo que traduce su filiación al pensamiento marxista en el Perú. Jamás ocultó o negó sus posiciones políticas e ideológicas, lo cual lo llevó a luchar contra la idea de hacer un negocio con la Universidad Comunal del Centro. Esto afectó los intereses económicos del PAP, por ello, la animadversión hacia su persona creció hasta llegar al odio. El Dr. Cerrón se encontraba entre ser un marxista convicto y confeso, pero fustigado por Sendero Luminoso; y, el odio visceral de los búfalos del PAP. El maestro Jaime Cerrón Palomino no fue senderista –como algunos han pretendido afirmar-; todo lo contrario, fue enemigo del infantilismo y aventurerismo de las huestes de Guzmán. Esto último lo hizo un blanco fácil para sus enemigos. “Lo habrían protegido” es la demostración del contubernio al que llegaron sectores de SL para con el gobierno y las fuerzas armadas. Durante las audiencias realizadas en Huancayo por los miembros de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), el ciudadano Tomás Arauco Pariona indicó:

“Después de 11, 12 días aparece el cuerpo en las alturas de Sincos plenamente torturados con los pies calcinados y con 8 balazos en el cuerpo de igual modo al chofer le quitaron los ojos y dos balazos en el cráneo sin embargo de esto lo sabe bastante la prensa de Huancayo y la prensa nacional porque incluso en el diario La República aparece una publicación muy extensa en la cual dice que el señor vicerrector a desaparecido y que equivocadamente las fuerzas del orden que están eliminando el foco ideológico de la subversión esto aparece el 24 de Junio de 1,990 sabiendo que Cerrón era un brillante profesor de filosofía y Ciencias Sociales tranquilo con ideas progresistas” (En línea).

Pero, más allá del grado académico y del cargo universitario, Jaime Cerrón Palomino era padre y esposo. Padre de tres hijos y esposo de una mujer que, en todo momento, fue su compañera y soporte emocional. Pero, eso a los asesinos jamás les interesó. Era simplemente un objetivo. Una cosa que debía ser retirado del camino. La vida de Jaime Cerrón Palomino no valía porque sus ideales de justicia social no son parte de la política de la gran burguesía. En el desprecio por la vida “del enemigo”, la gran burguesía actuó igual que los líderes fanáticos de Sendero Luminoso. Fue un conflicto armado interno que enfrentó a dos sectores profundamente sectarios y fundamentalistas. Quienes quedaron en el medio de estos dos fuegos, fueron los más racionales y humanistas. Pero, parafraseando al periodista y fotógrafo colombiano Jesús Abad Colorado, “en el Perú algo debe andar muy mal cuando al enterarnos que alguien ha sido secuestrado, torturado y asesinado, decimos: por algo debe ser”. Ese “por algo debe ser” es un sambenito que se le coloca a toda persona que –por algún motivo- nos resulta incómoda. Y, el doctor Jaime Cerrón Palomino era muy incómodo para el gobierno, para la burguesía, para la derecha, para el Partido Aprista Peruano, para Sendero Luminoso y sus aliados disfrazados de “defensores de los Derechos Humanos”. Por ello, su asesinato es “embolsado” dentro de la noticia de “eliminar un foco ideológico de la subversión”.

Un momento tan terrible como el secuestro fue reconstruido por Alfonso Torres Valdivia quien lo presenta así:

“El chofer hizo el giro acostumbrado por la derecha. Y bajó por la pendiente de la calle Catalina Huanca como si se deslizara por un tobogán. Unos metros más adelante una camioneta celeste los interceptó. Tres hombres de cabellos cortos, los elegidos de Caín y Judas, se acercaron a ello. Eran jóvenes Mensajeros de la gran arpía. Sonrieron mostrando una dentadura perfecta, resplandeciente, a lo canalla. ¿De dónde aparecieron? Fantasmas no eran. Mostraron una Magnum y los obligaron a bajar. La camioneta que los interceptó esperaba con las puertas abiertas. Subieron en silencio. Ignoraban que iban a la Villa de los Sueños Eternos donde los días no se repiten y las canciones son hirientes y las palabras pierden su densidad cuando con risa de monje loco te miran en el cilindro de agua donde te sumergen para quebrar tu voluntad. Cerrón se convirtió en autómata, no atinaba a comprender nada. Su raciocinio era basura en ese momento” (2023:11).

El secuestro del Dr. Cerrón Palomino no fue ni el primero ni el último. Muchos obreros, pequeños comerciantes, militantes de Izquierda Unida, estudiantes universitarios, profesores de colegio, docentes universitarios, abogados, médicos, etc. habían corrido la misma suerte. Miles de campesinos fueron asesinados por la espalda. Los mataban por no entregar comida o por haber entregado comida. La tortura era sinónimo de detención. Si eras detenido en una protesta estudiantil, lo más seguro es que terminabas torturado. Los golpes, las patadas en la cabeza y las mentadas de madre “eran normales”. Cuando “se les pasaba la mano”, entonces te desaparecían o te tiraban en un descampado con volantes en el bolsillo y tu mochila estudiantil con un petardo de dinamita dentro. La prensa de la gran burguesía hacía lo demás. La Fiscalía no existía para investigar la verdad. Como ahora. Y como será en el futuro mientras la gran burguesía haga con este país lo que está acostumbrada de hacer desde hace doscientos años.

Pero, el doctor Jaime Cerrón Palomino sabía que se encontraba en medio de una guerra entre dos grupos autómatas. Sabía que jamás le perdonarían haber luchado por la liberación de la Universidad Nacional del Centro del Perú. Cuando joven, se enfrentó a los que trataron de robarle la ilusión a los huancaínos. La Universidad Comunal del Centro fue el proyecto del pueblo huancaíno. De campesinos y obreros. Mujeres y varones. Jóvenes y adultos. Pero, desde el Congreso de la República, una mafia les robó el sueño. No sería ni comunal ni gratuita; todo lo contario, sería de régimen privado. Para estudiar tienes que pagar. Entonces, el pueblo se sublevó contra la mafia y los expulsó de su universidad. Nacía la Nacional del Centro. Entonces, rendirse ante el enemigo de la clase, era aceptar que todo lo luchado no tenía valor. Y, Cerrón Palomino no estaba hecho para la traición. El pueblo huanca lo veía; pero, principalmente, lo veían sus tres hijos y su esposa. Como todo marxista comprometido con las luchas de liberación del pueblo, sabía que –algún día- los chacales vendrían por él. Que no le perdonarían lo que hizo contra los mafiosos de la Comunal. Que no le perdonarían cada escrito. Que no le perdonarían cada clase. Que no le perdonarían soñar con un país verdaderamente justo para sus hijos y esposa. Cuando lo raptaron, sabía que jamás los volvería a ver. Pero, también sabía que jamás se olvidarían de él. Ninguna tortura le arrancó el amor por su familia. Y las balas que lo asesinaron sólo dejaron salir un alma que ya era libre, desde la primera vez que leyó a Karl Marx y escribió sobre José Carlos Mariátegui. Alguna vez, el maestro Héctor Béjar Rivera dijo que, a los marxistas los han intentado exterminar en todos lados, en la Argentina de Videla y en el Chile de Pinochet, pero seguimos aquí: “ser marxista es ser invencible” acotó. Torres Valdivia escribe:

“En segundo voltearon el colchón y lo despanzurraron a bayonetazos. Luego, patearon los muebles y dejaron cojo el catre de madera. Buscaban un libro de Marx, algún volante de Sendero y como no hallaron sino una libreta de apuntes y el libro de Mariátegui, estaban arrechos de cólera impotente. Se toparon con los aros de oro del matrimonio y los aretes de la esposa. Tenían orden de no robar durante el secuestro, pero la tentación se apoderó de ellos y las joyas terminaron en el bolsillo de un sargento flaco, pero gordo de ambiciones” (2023:35-36).

El detenido era torturado. El secuestrado era asesinado con un tiro en la cabeza. Pero, todos eran posibles terroristas. Un libro de Mariátegui, Marx, Lenin o Mao, en tu mochila de estudiante, era tu pasaporte al calabozo y quince días de golpiza. Un volante de Sendero o el MRTA, era pasar dos años en prisión. Sólo algunos fiscales, los que estudiaron en Universidades Nacionales, sabían que el curso de Materialismo Histórico y Dialéctico existía. Los fiscales de las Universidades Particulares jamás habían tenido un curso científico. La gran burguesía siempre ha creído que una biblioteca es un centro de entrenamiento ideológico. Por ello, los presupuestos a las instituciones culturales son cada vez menos. En el Perú, decir democracia o libertad es apología al capitalismo. Los intelectuales económicamente mantenidos por la gran burguesía han hecho creer que sólo existe democracia y libertad en el sistema capitalista. Cualquier crítica o comentario en contra, te vuelve terrorista, resentido social o “anti” cualquier cosa. Los explotadores cantan “Contigo Perú” en el Estadio Nacional; mientras ordenan disparar a los peruanos que protestan. Alfonso Torres Valdivia prosigue:

“La otra celda es más pequeña que el habitáculo de una rata. Cuando Jaime estira las piernas para echarle un ojo a la puerta, le cuesta extender los brazos. La celda está destinada para agudizar la sensación de opresión y claustrofobia. Llenar de pánico y tensar los músculos en contracciones dolorosas, para hacer que resalten las venas y los ojos sean acechados por la ceguera” (2023:62).

En la Guerra de Argel, el General francés, Jacques-Emile Massu ordenó secuestrar y torturar a miles de argelinos que luchaban por su independencia. En el Perú, cientos de peruanos fueron secuestrados en su propio país. Massu creo el sistema de torturas y desapariciones que aplicó el ejército colonial francés contra los argelinos. Luego, los jóvenes oficiales franceses que lucharon junto a Massu, llevaron esa “doctrina” a los Estados Unidos, Panamá, Brasil, Argentina, Uruguay y Chile. Es estos cinco últimos países, las dictaduras militares secuestraron, torturaron, asesinaron y desaparecieron a cientos de jóvenes. El Perú, no escapa de esa miserable lista. La Escuela de las Américas sirvió para “capacitar” en ese “trabajo de patriotas”. Incluso, algunos oficiales franceses han declarado que ellos mismos tuvieron que hacer los “trabajos”, porque los sudamericanos tienen muchos sentimientos “que los traicionan”. Los franceses de Massu habían torturado en Indochina y Argelia, fuera de su país. En el Perú, cientos de peruanos fueron torturados por otros peruanos. Las torturas dejan heridas en el cuerpo; pero son las heridas en el alma las más peligrosas. Torres Valdivia agrega:

“Por cada compañero muerto hay que acabar con diez de ellos. La consigna en la Casa del Pueblo fue clara. El viceministro del Interior les dijo que ellos eran el ángel vengador. Y acabar con todos los rojos que cayeran en sus manos, una necesidad superior a aspirar una bocanada de aire. Se desahogaron con dos Martacos. Los desnudaron. Los ataron de pies y manos. Los golpearon con una vara de goma, cogieron un balde y como si estuvieran en carnavales les echaron agua helada y le aplicaron picana eléctrica. Un soldado ayudó con un trapo no dejaba que el martirizado se ahogara con la lengua. Querían nombres. No tenían intención de matarlos. Solo arrancarles nombres. Sabían que los cercenadores de cabeza pertenecía a Sendero y eso era suficiente. Pero había que joder a todos los bandos rivales” (2023:71).

Alfonso Torres Valdivia relaciona la cruel e injusta muerte de tres jóvenes pertenecientes al Partido Aprista Peruano, con una sed de venganza dirigida desde Palacio de Gobierno y, cuya víctima inocente fue el doctor Jaime Cerrón Palomino. Para hacer muy bien su trabajo, muchos infiltrados también fueron detenidos y torturados, luego, era liberados “por falta de pruebas”. Pero, el doble trabajo estaba hecho. En la celda, el infiltrado buscaba información de primera mano; mientras que, al salir en libertad, se aseguraba de “informar” a los familiares de los detenidos sobre la “buena situación” que existía en la celda. “Nadie ha sido tocado”, mientras te molían a patadas dentro de un saco de papas mojado. Aunque, Gustavo Espinoza Montesinos indica que:

“En el caso, la perversa conducta militar se vio agravada por un hecho insólito: tres días después de ocurrido el secuestro -el 11 de junio- elementos no identificados tomaron contacto con la familia del intervenido, y le aseguraron que lo tenían con vida, y en su poder; y que estaban dispuestos a restituirlo al hogar a cambio de una suma de dinero: 20 millones de Intis, fue el monto requerido por los “secuestradores”…Aunque la familia no dio pábulo a esa evidente maniobra, entre los académicos de la Universidad cundió la idea de reunir un fondo para tentar el «canje», exigiendo, al mismo tiempo, evidencias que confirmaran la vida de la autoridad universitaria…Y en medio de un clima de protesta cívica, que se gestara desde las aulas universitarias, fue promovida una Marcha Ciudadana para el 18 de junio, convocatoria que, finalmente, tuvo la virtud de poner en evidencia la naturaleza criminal de lo ocurrido…En efecto, el 17 de junio las autoridades dieron por «encontrados» los cuerpos de Cerrón Palomino y Tapia Gutiérrez. Ambos habían sido brutalmente golpeados, y finalmente acribillados”. (En línea).

Lo importante, para el gobierno de la gran burguesía, era darle un ejemplo a los rojos, rabanitos y terroristas. La ley de la jungla se impuso en el Perú. Sólo el más salvaje puede sobrevivir. No hay sentimientos. Torres agrega:

“El relato de los días que pasaron entre el rapto del doctor Cerrón y su muerte se reconstruye solo a medias. Fueron diez días interminables para la familia de Jaime. Conocieron el dolor en que permanecen los humanos después de haber perdido la luz” (2023:87).

Estar frente a Muerte del Doctor Cerrón del escritos y profesor Alfonso Torres Valdivia, es mirarse al espejo de la vida. Entender que las cosas no fueron fortuitas y que los acontecimientos siempre tuvieron un propósito: aniquilar a una generación de peruanos que despertó con el sueño de vivir en un Perú Libre.

El reconocido y connotado maestro Dr. Rodolfo Cerrón Palomino es hermano del Dr. Jaime Cerrón Palomino. Sobre esos años de sombras y miedo que acorralaron a los pobres del Perú recuerda:

“El año 1990 fue realmente trágico para mí en lo familiar. Jaime, mi hermano mayor, que por entonces desempeñaba el cargo de vicerrector académico de la Universidad Nacional del Centro, fue secuestrado por los comandos del ejército de la región, a mediados de junio, cuando salía de su casa juntamente con el chofer que solía llevarlo al campus. Lo buscaron por todas partes, inquiriendo por su persona no solo en Huancayo sino también en la capital, pero ya no lo encontraron con vida” (2024:91).

Un conocido y respetado maestro universitario como el Dr. Jaime Cerrón Palomino fue secuestrado, torturado y asesinado por comandos del Ejército Peruano acantonados en la ciudad de Huancayo. Entre estados de emergencia, apagones y detonaciones, miles de ciudadanos vivían aterrorizados porque, en cualquier momento, a alguien se le podía ocurrir gritarles “terroristas”. La venganza personal llevó a muchos a pasar trágicos días en las cárceles donde fueron torturados. Pero, era un hilo tan delgado el de la violencia política del Perú de aquellos años, que un detenido por las fuerzas armadas podía ser torturado y asesinado por miembros del Comando Rodrigo Franco, organización paramilitar conformada por jóvenes del Partido Aprista Peruano que fueron entrenados en cuarteles del ejército.

Entre las muchas acciones del Comando Rodrigo Franco destaca la del 10 de agosto de 1985 cuando se produjo una tentativa de asesinato del diputado Peter Uculmana Suárez. Los detenidos respondieron a los nombres de Luis Alberto Aoun Chong y Moises Palacios Yamunaque. El primero era estudiante de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega y el segundo alumno de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ambos afirmaron ser militantes del Partido Aprista Peruano, además ser parte de la seguridad personal del Vice Ministro Agustín Mantilla. La investigación fiscal jamás se realizó y el caso quedó sin sentencia.

En un documento fechado el 20 de junio de 1990, Amnistía Internacional indicó que:

“Los comandos político-militares de las fuerzas armadas que controlan las zonas de emergencia (como es el caso de Huancayo) niegan contantemente tener presos recluidos en las dependencias militares de las zonas bajo su jurisdicción. Muchos sospechosos detenidos por las fuerzas armadas desaparecen indefinidamente; otros son puestos en libertad tras permanecer encarcelados en secreto durante días y semanas sin explicación o reconocimiento formal por parte de las fuerzas armadas de que la detención tuvo lugar. A veces se entrega a los sospechosos a la policía después de una prolongada detención secreta y de interrogatorios en las instalaciones militares. En estos casos sólo se reconocen las detenciones a partir de la fecha en que los detenidos pasan a disposición policial, momento en que se informa al fiscal. Las fuerzas armadas tienen como norma no reconocer la reclusión de los presos antes de entregarlos a la policía. Esto constituye un factor fundamental en la continua práctica de desapariciones”. (En línea).

Era la política del “Gran Bonetón” donde las autoridades políticas y militares jugaban a “¿quién tiene al detenido?”. “Tirarse la pelota o pelotearse” le dicen los sectores populares y mayoritarios del Perú. La vida de un peruano no valía ni un miserable inti. Mientras, la corrupción arremetía contra las empresas públicas y los ministerios.

Referencias:

Amnistía Internacional. Ejecuciones extrajudiciales. Perú: Jaime Cerrón Palomino; Armando Tapia Gutiérrez. En: Portal de Amnistía Internacional. https://www.amnesty.org/es/documents/amr46/043/1990/es/

Arauco Pariona, Tomás. (Testimoniante). 3 Caso: Jaime Cerrón Palomino. https://www.cverdad.org.pe/apublicas/audiencias/atematicas/at03_IIIcaso.php

Cerrón Palomino, Rodolfo. Memorias de una amistad quebrada: El Alfredo Torero que conocí. La Lingüística Andina en Debate. Ediciones del Panóptico. Lima-Perú. 2024.

Cerrón Rojas, Vladimir. Historia Censurada de la UNCP. Huancayo-Perú. 2011.

Espinoza Montesinos, Gustavo. Un crimen por el que debe responder Alan García: Jaime Cerrón Palomino. En: Portal Rebelión. https://rebelion.org/un-crimen-por-el-que-debe-responder-alan-garcia-jaime-cerron-palomino/

Lostaunau Moscol, Augusto. La muerte de Jaime Cerrón Palomino en la memoria de Rodolfo Cerrón Palomino. En: Diario UNO. Lima-Perú. Domingo 29 de diciembre de 2024.

Lostaunau Moscol, Augusto. Comentario personal al libro Muerte del Doctor Cerrón de Alfonso Torres Valdivia. En: AVANCE, Semanario Regional. Huánuco-Perú. Edición N° 416 del 15 al 21 de abril de 2024.

Lostaunau Moscol, Augusto. La investigación al Comando Rodrigo Franco en 1989. En: Diario UNO. Lima-Perú. Martes 14 de mayo de 2019.

Torres Valdivia, Alfonso. Muerte del Doctor Cerrón. Gaviota Azul editores. Lima-Perú. 2023.

Share

Por Perú Libre

Editor Partido Político Nacional Perú Libre.

Una respuesta a «Sobre el asesinato del doctor Jaime Cerrón Palomino: una mirada historiográfica»

El maestro Jaime Cerrón Palomino no solo fue un académico ejemplar, sino también un luchador incansable por sus ideales, siempre en defensa de la educación. Su compromiso con el conocimiento y la justicia social dejó una huella imborrable en quienes lo conocieron y en quienes siguen su ejemplo, enmarcado también en el ideario de nuestro partido politico nacional Perú Libre.

Hoy, más que nunca, es nuestro deber continuar su lucha. No podemos permitir que su legado sea silenciado o tergiversado. La mejor manera de honrar su memoria es seguir adelante con su misión: defender una educación que forme ciudadanos con pensamiento crítico, luchar por los ideales y no ceder ante la injusticia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *