Vladimir Cerrón
(24.03.18) Algunos creen que la procedencia provinciana de Martín Vizcarra resolverá las necesidades del Perú Profundo. ¡Qué gran ingenuidad! He tenido la oportunidad de trabajar con Martín Vizcarra en la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR) y puedo afirmar que se trata de un personaje profesionalmente preparado, políticamente mesurado, calculador como todo empresario, pero ideológicamente derechista. Vizcarra no es un provinciano de a pie, ciertamente nació por accidente en Lima en 1963, pero es hijo de un moqueguano exalcalde y constituyente aprista, fue dirigente aprista en la UNI y postuló a la presidencia regional de Moquegua el 2006 por el Apra.
Hago este hincapié porque en la política el entorno es clave y los apristas deben ver su asunción, como ellos lo llaman, como la asunción de un amigo. Por eso, lo que importa no es discutir si el presidente es provinciano moqueguano o limeño, lo importante es discutir qué posición política defenderá Vizcarra, el conservadurismo para la oligarquía o el cambio revolucionario para el pueblo. Solo hay dos caminos. Que haya sido presidente regional de Moquegua, no basta para que tome medidas trascendentes en favor de las regiones. Es cierto que comprende mejor el tema de la descentralización, pero que de ahí se atreva a dar un giro de timón del Estado centralista al Estado descentralizado, es una utopía. Ahora bien, con el gran interés que EEUU siempre tuvo para mantener sus colonias, podría afirmar que Vizcarra ya se reunió con diplomáticos norteamericanos en Otawa y deben haberlo «alineado», caso contrario los yanquis hubieran apostado por el golpe de Estado, cuyo clima era muy favorable y hasta hubiera sido aplaudido.
Con Vizcarra la descentralización solo será dorar la píldora, digo esto porque el Estado centralizado seguirá prohibiendo a las comunidades el derecho sobre el subsuelo, el derecho a la consulta de los pueblos con derecho al veto para evitar concesiones que afecten su medio ambiente. El canon minero seguirá siendo un pago simbólico y su cobro seguirá no descentralizado a las regiones. El centralismo de los medios de comunicación nacional y regional, como la radio y televisión peruana, seguirá siendo usufructuada solo por el gobierno central. Ningún gobierno regional o municipal pueden tener acceso a conducir unos minutos en la televisión de propiedad estatal, tampoco habrá autonomía para entregar licencias de medios de comunicación por los gobiernos subnacionales. La descentralización de la Seguridad Social (EsSalud) es otro reto importante y trascendente para el presidente, el centralismo hizo que la administración de estos hospitales esté monopolizada por el gobierno central, habiéndolo privatizado parcialmente y finalmente, utilizado como caja grande del gobierno central de turno.
Asimismo, la administración de la mediana y la gran minera no será soltada por los dueños del Perú. El control sobre la tala legal e ilegal, el manejo de los proyectos especiales, el control de las áreas protegidas, la educación superior universitaria, los convenios directos de gobiernos subnacionales con entidades extranjeras, la conformación de las macrorregiones, la zonificación económica ecológica, etc., permanecerán en manos del gobierno central. Y lo más importante, la descentralización fiscal y tributaria, no es posible en un Estado neoliberal, la misma que hubiera podido dar pase a la creación de la Dirección Regional de Economía y Finanzas en cada una de las regiones, como ente descentralizado del MEF, y saber cuánto realmente se aporta en canon, sobrecanon, regalías, derechos de vigencia y otros derechos, para que éstas sean destinadas según sus propias necesidades.
Ésta es la piedra angular de la descentralización, pues sin esta conquista no habrá ningún cambio importante en pro del pueblo peruano. Hablar del cambio de Constitución Política del país, sería mucho pedir, aunque ahí está la gran oportunidad de pasar a la inmortalidad. Por mi parte espero equivocarme y que el presidente tome a bien estos modestos consejos, puesto que, si lo hiciera pasará a la historia decorosamente y no como alguien que solo administró la crisis en beneficio secular de la oligarquía peruana.