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Lecciones y reflexiones del III Encuentro Latinoamericano Progresista en Quito

Lecciones y reflexiones del III Encuentro Latinoamericano Progresista en Quito

Vladimir Cerrón

  1. Un llamado de atención hecho en la III ELAP está orientado a la modernización de los discursos de la izquierda. Los tí­picos discursos donde se alude al imperialismo, las transnacionales y al capitalismo, no es tan digerible en las nuevas generaciones, «ajenas» a esos tiempos históricos y ajenos a estos conceptos que ya no se tocan en las universidades, ni sindicatos, menos se conocen en los colegios. Aunque, esto no quiere decir que dichos fenómenos hayan desaparecido, pues están tan vigentes en el diario de nuestras vidas. Claro está que, para saber cual es el nuevo discurso debemos saber cómo es el nuevo elector.
  2. El cuestionamiento al imperialismo moderno no debe ser solamente bajo el parámetro económico, sino también debe ser evaluando otros parámetros como los indicadores en la educación, la salud, la agricultura, el tema medio ambiental, la paz mundial, el adelanto tecnológico y su uso, etc. Los indicadores son fundamentales para mantener el éxito de la polémica ante el adversario.
  3. La izquierda peruana hasta el momento no es capaz de elaborar un programa alternativo al Consenso de Washington, ya sea para regularlo o contraponerlo. Esta misión es necesaria saldarla con la historia.
  4. En la izquierda, nuestros pensadores latinoamericanos y mundiales ya lo dijeron todo. La tarea que nos toca es poner en práctica la propuesta ajustada a nuestra realidad soicoeconómica.
  5. Independientemente de la pérdida de la izquierda en los comicios, la derecha no es tan fuerte como antes, tras el legado de las ideas, pero tiene gran capacidad de resucitar aprovechando la amnesia popular. Habrá muerto Chávez, pero sus ideas quedan y está probado que cuando hay derroteros hay resurgimientos.
  6. La unidad supone identificar nuestros comunes objetivos porque tendremos los mismos enemigos. La unidad de Latinoamérica supone un enemigo grande, la polí­tica colonialista norteamericana.
  7. No es necesario tener un partido grande, sino dos cosas fundamentales: coherencia en la propuesta y buena acción política. Esto significa entrenar al Partido, aunque no sea numeroso, en entender y creer en la propuesta para defenderla en tanto espacio sea posible. Esto conlleva a la dinámica de sus escuelas políticas.
  8. El principal adversario de los partidos de izquierda no son los partidos de la derecha, sino los medios de comunicación concentrados en pocas manos derechistas, representantes del poder económico empresarial. En países, como el Perú, donde no exista una ley de medios de comunicación, esta ventaja será aprovechada al máximo.
  9. La Ley de Medios tiene un solo objetivo en la izquierda, garantizar la accesibilidad y universalidad de los accesos a la información. No puede ser que en una democracia estos medios están exclusivamente en manos de los privados pretendiéndose apropiar del sentido común del pueblo. Es deber de la izquierda sustituir la influencia de los medios de comunicación por la de los partidos políticos como organizaciones plurales y democráticamente constituidas.
  10. Acerca de los nuevos liderazgos políticos, si bien es cierto que todos coincidimos que es fundamental para garantizar la perpetuidad de la revolución, en la práctica no los preparamos o evitamos el «derrocamiento» natural del líder por las nuevas generaciones. Pero esa nueva generación tiene que entender que la edad no es requisito suficiente, sino se requieren capacidades y facultades para la dirección, técnicas como políticas, las mismas que hoy pueden adquirirse a relativa temprana edad por el torrente de información social a la mano.
  11. La derecha quiere derrocar los gobiernos de izquierda para establecer una contrarreforma agraria, crear una nueva casta de neoterratenientes y coadyuvar con el narcotráfico. Es imprescindible que los pueblos defiendan como derechos adquiridos lo logrado en diversos campos de acción como el acceso universal a la salud, la educación, la agricultura, la defensa medio ambiental y su activismo en pro de la paz mundial.
  12. Se ha incidido bastante en la crítica a los paraísos fiscales, cuestionando el mal uso del concepto de soberaní­a por algunos Estados o naciones, comportándose en la realidad como custodios de una riqueza obtenida a base del delito.
  13. Correa ha planteado que ningún político que tenga cuentas en paraísos fiscales debe postular o designarse en cargo público. La intensión suena cristalina, pero en la realidad esto no hará otra cosa más que incrementar el hermetismo de las instituciones bancarias extranjeras en cuanto al titular de la cuenta, aún sea frente a una orden judicial internacional.
  14. Se sabe que cada dólar depositado en un paraíso fiscal es un dólar robado a la salud, la educación, la agricultura, etc., pero también es cierto que los países que se prestan a ser depósito bancario de lo mal habido, viven de esa economía proveniente de las jugosas comisiones del movimiento económico, por lo tanto difícil de dejarse quebrar.
  15. Una especie de mini paraíso fiscal en nuestro país es el llamado secreto bancario del que se benefician principalmente los corruptos del sector público y privado. En un país que se jacta de moralista, debe simplemente eliminarse este obstáculo, haciendo que las autoridades competentes lo soliciten sin mayor requisito a las entidades bancarias, así el secreto bancario dejará de ser una versión menor a la del paraíso fiscal.
  16. En conclusión los paraísos fiscales estimulan la corrupción y la impunidad en los funcionarios Estados, el narcotráfico, la trata de personas y el lavado de activos. La fuerza de la jurisprudencia internacional escasamente se ha hecho sentir para contrarrestar la corrupción fiscal.
  17. En América Latina se incrementó la clase media en 65 millones de habitantes, de los 605 millones de habitantes que somos, gracias a los gobiernos progresistas generalmente. Tantos años de gobiernos derechistas nunca habrán crecido a este ritmo. Si estos gobiernos continuaran una o dos décadas más la brecha de desigualdades se reduciría indefectiblemente en nuestro continente.
  18. El fracaso del referéndum en Colombia es expresión del trabajo subterráneo de la derecha, pero a la vez, expresión del pueblo que no considera un problema vital este conflicto, pues hubo un ausentismo del 63% aproximadamente. ¿La paz sometida a referéndum? Increíble, pese a haber costado con 280 mil muertos. ¿A quién beneficia la guerra? a los Estados Unidos, pues así garantiza la vigencia de sus bases militares y su cerco a Venezuela y Ecuador. En todo este proceso se ha puesto en evidencia las identidades de los dirigentes de las FARC y han entregado parte de su arsenal de armamentos, lo que probablemente traiga ascensos y bajas obligadas en la dirección de la guerrilla que a la luz de los resultados paradójicamente tiene «luz verde» por el pueblo colombiano para seguir operando.
  19. El salario básico en Ecuador es de 366 USD, uno de los mejores de Latinoamérica. Efectivamente, mucho mejor que esos paí­ses donde nos enseñan satanizar al Ecuador y su Revolución Ciudadana, como en el caso nuestro donde el salario básico no llega ni a 250 USD.
  20. La reserva monetaria en nuestros países está destinada al respaldo de los bancos y banqueros. No se utilizan en beneficio del pueblo. En el caso peruano de nada sirve tener reservas de más de 61 mil millones USD, cuando no están al servicio del pueblo peruano. El préstamo hecho por PPK de 16 mil millones USD por bonos soberanos, fue orientado a mantener la clase empresarial que dirige el paí­s no las necesidades vitales como el saneamiento en los cinturones de pobreza. En conclusión, el dinero no se guarda para la aaaa»Época de las vacas flacas», sino para el pago de la deuda externa y el sostenimiento de la clase económica y empresarial, del statu quo. Así­, los gobiernos de derecha son los grandes confiscadores, pues tienen la potestad de congelar los préstamos de la deuda externa, luego de confiscarlos.
  21. En microeconomía dirí­amos que los depósitos del pueblo, que en realidad son un bien privado, los gobiernos derechistas pueden congelarlo y hacer uso de ellos como mejor les parezca. Se cae a la paradoja que la derecha hace lo que critica a la izquierda.
  22. Las reservas en un país con grandes necesidades vitales no tiene sentido si no generan ganancia con inversión que a la vez genera más ahorro. El paí­s que invierte en su territorio, genera mayor consumo en el y capta mayores divisas, inclusive con sus empresas estatales. Hay que dar movimiento al dinero, la liquidez debe invertirse y generar dinero. La izquierda no puede renunciar a la riqueza, es la prueba de haber superado la pobreza.
  23. Siempre que hay queja económica, la clase dominante habla cuando sus ingresos están cayendo, pero nunca hablan de cuando sus ingresos se elevan. Solamente sus ingresos bajarán cuando los mismos se hayan orientado por los gobiernos progresistas a los sectores que antes estaban impedidos de acceder a mejores condiciones de vida. Pero aún eso, siguen ganando, pues en una revolución social debe ser así, sino no habrá revolución.
  24. En un gobierno del pueblo consciente de su misión revolucionaria, los productos de la canasta básica no debe pagar impuesto. Ecuador ha sido capaz de demostrar esto logrando la satisfacción popular y sin afectar los ingresos estatales. En nuestro país aun persiste en insomnio de que si se baja en 1% el IGV se cae el Estado.
  25. El actual intervencionismo de Norteamérica sobre nuestros países está dado por una fuerte presencia de los EEUU en el sur, el Comando Sur de la Armada Norteamericana; su presencia militar a nivel terrestre, aéreo y marítimo, mediante países sumisos que ceden soberanía; asumiendo que los actores estatales o políticas estatistas son los principales enemigos del desarrollo; invistiendo de inmunidad a los militares norteamericanos para sus acciones hasta genocidas; adoctrinamiento en la Escuela de las Américas o sucedáneos con las misma política; adiestramiento de las FFAA norteamericanas en la política de DDHH de su país sin aceptar las políticas del país ocupado, intervenido o socio; reclamándose demócratas y supervisando los procesos electorales en los países latinoamericanos sin permitir ser supervisados por nuestros países; y conspirando contra la unidad de los pueblos latinoamericanos (UNASUR).
  26. El nuevo Plan Cóndor definido así por Rafael Correa, consta de tres puntos: 1. Medios de Comunicación llamados a mellar la credibilidad, 2. Utilizar como instrumento político los aparatos e justicia y 3. Coacción al parlamento para dar los golpes de Estado.
  27. La deshumanización del planeta está en marcha por el neoliberalismo. Las universidades han creado o implementado las carreras de Administración de Empresas en detrimento de otras, debido a la ruta neoliberal mundial y han ido en contra de los cursos de humanidades, haciendo de esta sociedad una sociedad inundada en el tecnocratismo antes que el humanismo.
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DISCURSO

El proceso boliviano en el cónclave regional

II ENCUENTRO LATINOAMERICANO PROGRESISTA ELAP 2015 “Democracias en revolución por soberanía y la justicia social”

Álvaro García Linera

Vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia

Quito, 29 de septiembre de 2015

Ecuador, muy buenos días. América Latina, muy buenos días. Quiero saludar, respetuosamente, a cada una de las personas del continente, de Ecuador, de Argentina, Nicaragua, de El Salvador, de Venezuela, de Cuba, de Brasil, de Perú, de Colombia, de Chile, de mi hermosa Bolivia, y del resto del continente que se han hecho presentes en este encuentro latinoamericano progresista. Agradecer la invitación y las generosas palabras del vicepresidente de la República de Ecuador, muchas gracias. Saludar con mucho cariño al ministro que nos acompaña, al ministro de Cultura, a la secretaria ejecutiva de la Alianza País, embajadores, embajadoras, representantes de todo el continente. El día de hoy quisiera dialogar con ustedes, algo así, como un balance de estos últimos 15 años, un balance rápido y esquemático, pero que pudiera ayudar a visualizar el horizonte de estos 15 años de grandes transformaciones en nuestro continente, en la mayoría de nuestros países de América Latina y, no cabe duda, en el mundo. Quiero destacar, en diez puntos, no solamente algunos avances, democracia no es una etapa temporal, un puente, que nos conduce, necesariamente, hacia una nueva sociedad. El aporte que está incorporando América Latina al debate de las izquierdas en el mundo es que la democracia no solamente es un método, es también el espacio, es el escenario del propio proceso revolucionario, es en el desarrollo de las capacidades organizativas autónomas de la sociedad en el desarrollo de la capacidad de participación y de intervención en los asuntos colectivos, en los asuntos comunes que los procesos revolucionarios latinoamericanos han prosperado, consolidado y se están desarrollado. Pero, ciertamente, no es una concepción de la democracia de manera procedimental, como modos de selección de gobernantes, ni siquiera solamente como principios éticos, en la versión literal de lo democrático, en la versión procedimental y minimalística de lo democrático. Lo que América Latina está mostrando es que esta reivindicación de lo democrático como el espacio mismo de la revolución, como escenario inevitable y obligado de la revolución, requiere y necesita una reinvención de lo democrático, una refundación de lo democrático; ya no únicamente como de seleccionar gobernantes – que lo es-, ya no únicamente como modo de respetar asociatividad, pensamiento y actividad política -que lo es-, sino una reinvención de lo democrático a partir de su fundamento, de su esencia, lo democrático como creciente participación de la sociedad en la toma de decisiones. Estamos hablando, entonces, de lo democrático por encima de la concepción fósil que nos viene, muchas veces, de los países, llamados tradicionalmente, democráticos del norte, donde ni la mitad de su población elige gobernantes, y de esa mitad que eligen gobernantes, ni el 2% participa en la toma de decisiones y de este 2%, ni el 1%, en verdad, tiene la fuerza de decisión y de ejecución de las decisiones. Esas democracias fósiles del norte no son, para nosotros, ningún modelo a imitar, ni ningún modelo a seguir. La democracia que estamos reinventando en América Latina es una democracia plebeya, de la calle, del parlamento, de la acción colectiva, de la participación y de la movilización. Es, pues, en este escenario de la democracia concebida como permanente y creciente participación de la gente en la vida pública, en la vida colectiva, en los asuntos comunes, familiares, educativos, médicos, económicos y en los asuntos presupuestarios donde se define el carácter revolucionario y, al final, socialista de cualquier proceso revolucionario. En el fondo, socialismo es la radicalización absoluta de la democracia, la democracia llevada al centro de trabajo, al parlamento, al ejecutivo y a la propia vida cotidiana; y, es que, al final, lo que hemos aprendido es que cualquier método de lucha solo ha de ser revolucionario si tienen la participación de la gente, por la vía armada o por la vía pacífica, ha de tener su efecto real solo en la medida de la permanente, creciente ampliación y desborde de la sociedad en el ejercicio, cumplimiento y el desarrollo de ese método. Sin eso, cualquier acción o parlamentaria o armada, o es reformista o es oportunista, armada o electoral, pero en el fondo lo mismo. Un segundo debate que está siendo zanjado por la experiencia latinoamericana, un debate de la izquierda mundial, es el debate en torno a tomar el poder o construir el poder. ¿Qué hay que hacer? Formados en la vieja escuela, el objetivo es tomar el poder, está bien, venimos, los leninistas al menos -me reivindico como un leninista absoluto- la toma del poder es correcto; pero si quienes propugnamos la toma del poder no entendemos que el Estado -por muy democrático que sea, por muy participativo que sea- es también un monopolio de lo común, de lo universal, es un monopolio creciente de lo colectivo, la toma del Estado, así no más tal como viene, es también la toma de ese monopolio y, a la larga, la toma de las instituciones y, a la larga, la sustitución de unas instituciones y de ese monopolio por una nueva administración y una nueva burocracia. Frente a ese riesgo de convertir la revolución en un proceso que simplemente sustituya una élite por otra élite surgió el debate: entonces no hay que tomar el poder. El compañero John Holloway y la gente que trabajó con él, hace diez años, pusieron en debate en las izquierdas mundiales y latinoamericanas, “entonces no hay que tomar el poder”. Transformar el mundo sin tomar el poder. Claro, se entiende que es un esfuerzo por alejarse de esta sustitución de élites, se entiende que es un esfuerzo por alejarse del control de un monopolio, es decir, de una concentración de decisiones, porque eso también es el Estado; pero al hacerlo, quienes reivindicaron la no toma del poder para cambiar el mundo recluyéndose en pequeños núcleos, en pequeñas comunas, en pequeñas actividades semiautónomas que construyen socialismo y comunismo en pequeño, en los hábito alimentarios, en las compras y en la transferencia de objetos, olvidaron una cosa terrible: que cuando uno se aleja -yo no quiero embadurnarme ni mancharme con el poder, me recluyo en mi comuna, en mi pequeño lugar, al margen del poder- lo que estoy haciendo es que el poder, independientemente de lo que yo diga o haga, siga existiendo y al seguir existiendo bajo la vieja manera del monopolio centralizado por unas oligarquías que rotan en la gestión de la administración pública, permitimos, en ese nuestro aislamiento, que esos pocos sigan administrando en contra de las mayorías. Permitimos, admitimos -en nuestro silencio y en nuestro aparente abandono y reclusión monástica en un centro donde nadie se contamina- y estamos dejando en pie que el poder del Estado se mantenga en manos de pequeñas oligarquías, en manos de pocos, que privaticen los recursos de muchos. Se deja que el Estado y ese monopolio llamado Estado siga desorganizando a la sociedad, siga conduciendo la desposesión de los recursos comunes de la sociedad y, lo peor, que esto público no estatal que produce la sociedad, que surge en esas pequeñas iniciativas autónomas o semiautónomas de la sociedad, de manera aislada y desarticulada, a la larga, queden subsumidas por el propio Estado y por los propios procesos de valorización del capitalismo. El gran problemas de solamente enfocarse en “tomo el poder” o “construyo poder”, al margen del Estado, radica en que hay y hubo en la izquierda una concepción del Estado como una cosa y, por lo tanto, si es una cosa o bien es conquistable -hay que conquistar el Estado- o bien es distanciable -hay que alejarse de esa cosa que nos envenena-, en ambos casos el Estado es visto como cosa a conquistar o a huir de ella, conquisto la cosa o huyo de la cosa. El problema es que el Estado no es solo una cosa, el Estado es también una cosa, pero es más que una cosa, es instituciones, es normas, es procedimientos que le dan forma cósica al Estado; pero el Estado es más que eso. El Estado es una relación entre las personas, es una manera de vincularnos cotidianamente entre las personas en torno a cosas que nos involucran a todos: la vialidad, la educación, el intercambio de productos, la sanidad, el respeto, los procedimientos lógicos y los procedimientos morales. El Estado es, pues, el espacio de lo común de una sociedad, de lo colectivo que tiene una sociedad, de lo universal que posee una sociedad; no es un hecho dado, lo universal, lo colectivo y lo común ha sido un proceso histórico y gradual de concentración, de formación de lo común, de construcción o consolidación o expropiación de lo colectivo y de lo universal, pero el Estado es el monopolio de lo universal. Su fuerza radica en eso, en que nos atraviesa a todos, que nos involucra a todos, que no contiene a todos; sino no fuera universal, sería un particular. En la medida en que nos involucra a todos, aún a los que no queremos nada con el Estado, aún a los que huimos del Estado, el Estado es una relación entre las personas, una relación viva entre personas que viven en un barrio, los del barrio que viven en una ciudad, los de la ciudad que viven en un departamento, los de los distintos departamentos que viven junto a otros departamentos. ¿Qué tienen en común? El Estado. Lo común que tienen personas que viven acá, en Quito, con las personas que viven en Guayaquil, con las personas que viven en la sierra y las que viven en la Amazonía, está concentrado en el Estado. El Estado es, pues, también, la gestión de lo común, la gestión de lo universal, la gestión de lo colectivo que tiene una sociedad, de lo colectivo estatizado que tiene una sociedad. Pero, también, es monopolio, si bien lo común, es su concentración; si bien lo colectivo, es su monopolización; y por eso Marx tenía una frase fantástica que resume esta paradoja del Estado: el Estado es una comunidad ilusoria. Es ilusoria, sí; no es objetivamente construida desde el encuentro entre personas libremente asociadas, sí; pero es comunidad, es una comunidad real, es una comunidad vigente. Pero, luego, ilusoria, comunidad ilusoria; gestor de lo común, monopolizador de lo común, el Estado es una relación paradojal, material e ideal; común y monopolizada; universalista e individualizada. En eso radica su magia. Por lo tanto, si esto es verdad, si el Estado es una cosa, pero es más que una cosa; es instituciones; pero es más que instituciones, es procedimientos; pero es más que procedimientos, si el Estado es también lo común, los preceptos lógico, los preceptos morales con los que integramos nuestra vida en común, personas que vivimos en lugares muy distintos, pero que nos sentimos partícipes de una misma comunidad histórica en el mundo, si el Estado es eso, entonces, ¡hay que tomarlo!, hay que tomar esa relación, hay que conquistarla. No te puedes quedar al margen del poder porque eso a lo únicos que beneficia es a quienes están en el poder y están destrozando a la sociedad desde el poder. No puede haber izquierda revolucionaria que no opte por la toma del poder, es un falso debate, pero una izquierda revolucionaria entendiendo que el Estado, si bien es comunidad, es también ilusoria, es también monopolio, no puede contentarse con tomar el poder, está obligada -desde antes, en medio y como continuación del proceso- a transformar ese poder, democratizar ese poder, construir el poder; si solamente nos dedicamos a tomar el poder sin transformarlo, sin democratizarlo, sin construir poder social que democratice la toma de decisiones, a la larga, devendremos en una nueva élite. Y si solamente nos contentamos con construir poder externamente del Estado, dejaremos tranquilas a las élites gobernar durante 500 años, y el poder nuevamente en contra de la sociedad. Si el Estado es una institución paradojal, las revoluciones contemporáneas son también paradójicas: toma del poder – construcción del poder; construcción del poder – toma del poder; ampliación del poder – concentración del poder, en esta dialéctica se juega el destino de una revolución. Una tercera enseñanza y complejidad de la revolución latinoamericana en marcha es el tema de la hegemonía, entendido como liderazgo intelectual, como liderazgo moral, como liderazgo ético, como liderazgo lógico, como liderazgo organizativo de un bloque social sobre el resto de la sociedad en la que todos ven el porvenir, el horizonte, la síntesis de lo que somos todos. Esta es la idea general de la hegemonía, en el sentido gramsciano. ¿Cómo lograr esta hegemonía? El viejo debate del siglo XX dividido en dos: los países asiáticos y los países modernos. Los países asiáticos poseedores de una sociedad civil supuestamente frágil y amorfa, entonces, en esos países había que tener una guerra de movimientos, de asalto frontal al Estado; en cambio en los países de fuertes instituciones públicas, de una fuerte sociedad civil, entonces, había que tener una mirada menos audaz y más lenta y difusa: guerra de posiciones, para asediar las casamatas sólidas que tiene el Estado y la sociedad civil contemporánea. Guerra de posiciones o guerra de movimientos, asalto frontal o largo proceso cultural de convencimiento y seducción para llegar al poder, el viejo debate. Es que los dos son necesarios. Qué ha mostrado la experiencia latinoamericana, nuevamente, en esta mirada paradojal que quiero manifestar de los procesos revolucionarios y ¿si no fueran paradojales no sería revolucionarios? Es que los dos son necesarios. No puede haber conquista del poder, no puede haber transformación de la correlación de fuerzas en el Estado si previamente no ha habido una modificación en los parámetros de percepción lógicos y en los parámetros de ordenamiento del mundo morales de la sociedad. ¿Qué pasó en Ecuador, Bolivia, qué ha pasado en Venezuela los años 2000, 2005, 2008? Hasta antes, todo era perfecto, todos eran neoliberales, la privatización de los recursos iba a traer el bienestar, la riqueza para el pueblo, el mundo era globalizado, los Estados eran burócratas, la presencia de la inversión extranjera era la salvadora del mundo. Eso ordenaba el mundo, eso ordenaba la vida cotidiana de las personas, su horizonte de acción, su parámetro lógico y su tolerancia moral hacia los gobernantes. Y, ¿qué pasó? Hubo un momento en que eso ya no era tolerable, ya no era creíble, en que eso no era verificable; y poco a poco ese descreimiento sobre ese ordenamiento neoliberal del mundo, sobre estas ideas fuerza que ordenaban la organización cotidiana del mundo en nuestra sociedades fue cuestionada, se fue resquebrajando, fue siendo debatida, primero por dirigentes políticos, por dirigentes sindicales, por académicos, por el ama de casa y por el estudiante, algo no cuajaba, algo no encajaba en este horizonte del fin de la historia al que todos teníamos que ceñirnos, tarde o temprano, para conseguir la felicidad, pero la felicidad no llegaba y ese fin de la historia no se presentaba como fin y el paraíso había sido sustituido por un infierno cotidiano para conseguir trabajo y la comida diaria. Previamente, hubo un cimbramiento espiritual, mental y cultural en las sociedades latinoamericanas, en unos casos promovidos por una acción militar, en otro, por una acción colectiva frente a los dueños del agua, en otros casos, por una movilización frente al gobierno que había engañado a su pueblo; un quiebre cultural, un ruptura simbólica, un conjunto de modificación del sentido común de la sociedad y sobre ese escenario abierto por un quiebre cultural que modifica las tolerancias morales de las personas, que habilita un espacio de predisponibilidad a nuevas fidelidades, a nuevos proyectos, a nuevos liderazgos, sobre ese escenario emerge cada uno de los procesos progresista en América Latina, con el presidente Chávez, con el presidente Kirchener, con el presidente Correa, “Lula”, con el presidente Evo. No se trata de personas que caen como un rayo en cielo despejado, hubo un quiebre previo, fundamentalmente cultural, es decir, no puede haber el asalto, digámoslo así, la toma vía electoral, vía revolucionaria, la toma del poder sin previamente una transformación en los parámetros culturales, es decir, no hay una verdadera guerra de posiciones sin una guerra de movimientos previa, y la inversa el igual. Y, aquí dialogo, brevemente con la profesora Chantal Muff sobre este tema, ¿basta con promover una transformación cultural en los parámetros cognitivos de la sociedad para crear identidades y una predisposición al cambio? Es necesario, pero no es suficiente; no hay revolución latinoamericana que haya triunfado contentándose simplemente con la modificación de los parámetros culturales. Aquí, en Ecuador, ¿acaso no hemos tenido que derrotar primero en las urnas y luego en las calles a la oposición golpista para consolidar el proceso revolucionario? En Bolivia, ¿acaso no hemos tenido que derrotar a los separatistas y a la derecha que querían dividir Bolivia y la tuvimos que derrotar electoral, política y militarmente para recién consolidar los procesos? No hay revolución duradera, no hay revolución verdadera, que simplemente se asiente con la transformación gradual de los parámetros culturales, eso tiene que traducirse, tarde o temprano inevitablemente, en una acción de fuerza, de derrota de tu adversario. Solamente derrotando a tu adversario, tu hegemonía cultural puede irradiarse y consolidarse. La experiencia, entonces, qué enseña, que la hegemonía, en realidad es Gramsci y Lenin, y nuevamente Gramsci, es lucha cultural, lucha de símbolos, lucha de identidades, lucha de construcciones cognitivas, lucha de ideas fuerza desde la sociedad; condensación, enfrentamiento, derrota de tu adversario, tienes que derrotar a tu adversario, sino no has triunfado e inmediatamente que has derrotado a tu adversario, nuevamente lucha cultural para asentar esa victoria, para consolidar esa victoria, y nuevamente el adversario volverá a sobreponerse y buscará reagruparse y tendrás que derrotarlo cultural, política y, si es necesario, militarmente para volver a avanzar en la parte cultural. Es un falso debate o Lenin o Gramsci, Gramsci sin Lenin es un proceso de ternura sin victoria; Lenin sin Gramsci es un hecho de fuerza sin irradiación, necesitas a Lenin y a Gramsci. Un cuarto punto que emerge del anterior, de nuestros procesos latinoamericanos es la importancia de la lucha por el sentido común. El sentido común son ideas ordenadoras del mundo, son ideas ordenadoras de la cotidianidad, son ideas movilizadoras; es el punto en el que se define la tolerancia moral entre gobernantes y gobernados, es el lugar de las certidumbres estratégicas de la sociedad. La dominación neoliberal, evidentemente, fue fuerza, fue coerción, fue imposición; pero también fue idea fuerza. El neoliberalismo también, y quizá fundamentalmente, fue un conjunto de preceptos mentales, un conjunto de ideas fuerza, de sentidos comunes de lo propio y lo ajeno, de lo privado y de lo colectivo, de lo extranjero y de lo nacional, de lo eficiente y de lo ineficiente, de lo probable y de lo improbable mediante el cual la sociedad, el ama de casa, el estudiante, el dirigente, el partido político, el congresista ordenaban el mundo, explicaban el mundo para andar en el mundo. Se trata, pues, las ideas fuerza de esquemas mentales, de esquemas lógicos y morales que tienden a naturalizar el hecho de la dominación, a volverlo cuerpo, carne, rutina, a volverlo “natural”. Si esto es así, la revolución, la lucha contra el neoliberalismo que requiere de golpes de fuerza electoral, de golpes de fuerza social, colectivos y movilizables, requiere, en lo fundamental, también, de nuevas ideas fuerza, ideas esperanzadoras, ideas con la capacidad de generar movilización y acción colectiva con la capacidad de territorializarse e irradiarse. No hay lucha victoriosa contra el neoliberalismo sin una lucha en las ideas antes de la toma de poder, en el momento de la toma del poder y, fundamentalmente, después de la toma del poder. Hago un llamado de atención, sobre ese punto, a los más de 54 organizaciones políticas de América Latina, 14 de Ecuador, no podemos descuidar la lucha por las ideas, después de las victorias. De un tiempo para acá, después de una gran ascenso de un intenso debate colectivo que ayudó a posesionar, a convertir en fuerza material, un conjunto de ideas, progresistas revolucionarias sobre el mundo, hemos entrado en un periodo de estancamiento y eso es muy peligroso, es peligrosísimo. Necesitamos permanentemente renovar, enriquecer relanzar el conjunto de ideas, no podemos perder la bandera de la esperanza de la sociedad, una revolución es una esperanza en movimiento, una esperanza movilizadora en movimiento práctico, hemos avanzado hasta acá, nos ha costado muchísimo y hemos logrado muchas cosas, en estos diez años, cinco años, quince años, pero no es suficientes. La batalla de las ideas nuevamente es decisiva en las universidades, en los periódicos, en los medios de comunicación, las asambleas, reuniones y encuentros donde no debe haber escenario donde no esté el revolucionario con su idea, con su pancarta, con su frase, con su periódico, con su discurso para dar esta batalla. En muchos lugares de América Latina, los luchadores sociales que estábamos, o en el ámbito sindical o en el ámbito gremial o en el ámbito académico, hemos pasado a gestión de gobierno, era necesario por supuesto, pero hemos dejado la retaguardia abandonada y eso es muy peligroso. Necesitamos volver ahí, tan importante como un eficiente ministro de gestión pública, como un ministro de obras, tan importante, es un dirigente conduciendo el sindicato o la confederación, es el académico enseñando en la universidad. No concentremos toda la fuerza intelectual y activa en la gestión del gobierno, no descuidemos el frente social, lo digo como experiencia, vicepresidente, eso nos ha pasado a nosotros y es un error. Muchos dirigentes combativos y luchadores se han pasado a gestión de gobierno y ahora son alcaldes, ministros y diputados, excelente, tenemos un parlamento con el 65 % de organizaciones sociales, es un parlamento muy plural, pero me preocupa lo que está pasando a nivel del sindicato, de la federación, de la confederación y de la academia, ahí, es donde se está comenzando a atrincherar la derecha; no lo permitamos, vayamos nuevamente ahí a dar la batalla. La batalla sentido común, la batalla por las ideas es lo que ha de sostener la continuidad de este proceso, a largo plazo. Una sexta lección que hemos a prendido, que ha emergido de la acción y de la lucha de los procesos revolucionarios, es que la que la democracia no debe reducirse únicamente al ámbito de la participación parlamentaria, por muy plural, por muy participativa y expresiva que sea esto. Los procesos revolucionarios se defienden, se asientan, se consolidan, se construyen y se profundizan teniendo fuerza en el parlamento y teniendo fuerzas en las calles, ¡obligatoriamente! Venimos de las calles, nos hemos forjado en las calles de ahí venimos, hay que mantener. Yo hablaría que los procesos revolucionarios tienen una gobernabilidad dual, la gobernabilidad que se gesta en la articulación del ejecutivo, el liderazgo revolucionario, el parlamento, la expresión de los sectores sociales, primer ámbito de gobernabilidad. Y el segundo ámbito de gobernabilidad es la relación que entablamos con las organizaciones sociales, con los sindicatos, con lo barrios, con los gremios movilizados defendiendo sus revolución, eso es democracia. Hemos criticado la democracia fósil del norte, eligen una vez cada cinco años y luego un puñado de 20 personas decide el destino de millones de personas, eso no queremos, ni lo vamos hacer, ni lo vamos a repetir. La democracia real, profunda, radical latinoamericana es profunda participación de la sociedad en el parlamento, en los ministerios; pero profunda movilización y participación de la sociedad en las calles, para defender para profundizar su proceso revolucionario. Una sexta lección que sacamos de nuestra experiencia revolucionaria, es el tema del papel de la gestión económica, y cuando uno está en gestión de gobierno, entiende la profundidad de los textos del “Che”, por ejemplo, cuando debatían sobre la economía en Cuba, sus debates con Charles Bettellheim o las reflexiones de Lenin en la nueva política económica en “Más vale poco pero bueno”, etc. Cuando uno está en oposición, ¿qué es lo que importa?, su capacidad de movilización y su capacidad de crear ideas fuerza articuladoras que generen un principio de esperanza social en torno a liderazgos individuales y colectivos; eso es lo central, uno se juega diez, veinte, treinta cuarenta años, muchas veces nos morimos y algunos tenemos la suerte de vivir para que todo esto se consolide en un proceso revolucionario, como hoy en América Latina, pero eso es estar en oposición. Cuando este proceso revolucionario, que emerge desde la sociedad, se vuelve gestión de gobierno, se necesita capacidad de movilización, se necesita capacidad de seducción, capacidad de convencimiento, pero también, y esto es lo nuevo, capacidad de gestión económica. Los procesos revolucionarios latinoamericanos van a definir su destino en la economía, porque los ciclos de participación, de movilización, los ciclos heroicos no son perpetuos, son por oleadas momentos de ascenso, consolidación, estabilización y descenso y luego viene un valle que puede durar semanas, meses, años hasta un nuevo proceso de ascenso social. Y en estos valles que, a veces son cortos, de semanas, medianos, de años o, a veces, largos; ya no son los momentos heroicos de la generosidad y el universalismo desplegado como derroche revolucionario. Es el tiempo de cotidianidad, de los resultados y al gobernante, al vicepresidente, al presidente Correa, al presidente Evo, al presidente Chávez al presidente “Lula”, al presidente Kirchner, la sociedad le dice, he peleado mucho presidente, me he sacrificado, este es mi proceso, es mi conquista, pero quiero también resultados, quiero ver mi agua potable, quiero ver mi calle, quiero ver mi escuela, quiero ver mi hospital y, es ahí, vicepresidente (de Ecuador) que lo está viviendo usted, lo aprendo de usted también, es donde tenemos que mostrar la otra cara del revolucionario, también ser revolucionario en la capacidad de gestión, en la capacidad de gestión económica de nuestro país. El futuro se va a definir ahí, lo que vaya a pasar en América Latina, el año 2015, 2016, 2017, 2018 que es una etapa de transición va a depender de cómo podemos responder, de cómo podemos actuar, como podemos generar un conjunto de decisiones que le den a las personas certidumbre a las personas en el ámbito económico. Tenemos que depositar ahí toda nuestra fuerza, compañero vicepresidente, ahí es dónde nos vamos a jugar y es ahí donde está apuntando sus cañones del imperio, ahí es sonde está apuntando sus cañones la conspiración permanente de las fuerzas conservadoras locales e internacionales, en la economía, y es ahí donde tenemos que obtener una nueva victoria, con una buena gestión de la economía y una buena administración de la economía. No voy a detenerme sobre los aspectos principales, solamente menciono algunos que nos están ayudando en Bolivia, exportación, mercado externo y mercado interno; eso nos ha ayudado a notros mucho, hemos crecido mucho con la economía de exportación cuando los precios estuvieron altos. Nosotros también dependemos del gas, el 50 % de nuestras exportaciones son del gas y cuando subió el precio del petróleo y el gas entró mucho dinero. Pero como sabíamos que eso podía, cualquier rato, caer, porque ya el 2008, cayó de 140 dólares a 35 dólares, duró poco pero cayó más de cien dólares el barril de petróleo, pero sabíamos que esto es inestable, que uno no puede confiarse únicamente en una dinámica de exportaciones hay que aprovechar pero también generar tu retaguardia y eso es el mercado interno, el crecimiento vía mercado interno, vía dinámica interna. En Bolivia el crecimiento del 5 % anual, mitad crecimiento del mercado interno, mitad mercado externo, ha caído el mercado externo, en vez de crecer el 6 o 7 % , estamos creciendo 4.5 %, es un buen crecimiento porque tomamos la previsión de también apuntalar el crecimiento del mercado interno y mercado interno es distribución de la riqueza. No puede haber una fortaleza del mercado interno sin distribución de la riqueza. Dice la teoría económica, primero genera riqueza y luego distribúyela, pues nosotros no les hemos hecho caso a los economistas, hemos distribuido y producido, producido y distribuido, no hemos esperado primero producir para luego distribuir, a medida que producíamos, distribuíamos y al distribuir producíamos más y producíamos mejor. Y de esa manera estamos pudiendo remontar este momento adverso en el ámbito económico Segunda cosa, el Estado tiene que controlar los resortes fundamentales de la economía, de las empresas y de la generación del excedente del país y todo en función de la sociedad, crecimiento en función de la sociedad, distribución de la riqueza para potenciar la sociedad, inversiones para potenciar la sociedad; todo el aparato económico en torno al núcleo de empoderar de mejorar las condiciones de la propia sociedad. Un séptimo problema y tensión que se está dando en nuestros procesos revolucionarios es el debate entre generación de bienestar económico, preservación de la Madre Tierra, entre generación de más riqueza material y protección de la Madre Tierra, el famoso debate sobre los extractivismos que se ha puesto de moda, en América Latina, claro, Ecuador, Venezuela, Bolivia arrastran una herencia extractivista, que en el caso de Bolivia se remonta a 1.570 cuando el virrey Toledo, instaura el trabajo obligatorio en el Cerro Rico de Potosí y convierte a Bolivia en un escenario productor de materias primas que se exportan a la metrópoli. Desde entonces, Bolivia y América Latina quedaron definidas en la distribución planetaria de tareas del capitalismo, como productores de materias primas, traemos casi 450 años de esa herencia, es verdad está ahí esa herencia. Igualmente, somos, las sociedades latinoamericanas, con muchos problemas de pobreza, con muchas necesidades de una población que, durante décadas y siglos en la colonia, en la república, hasta el neoliberalismo, fue abandonada a su suerte. Casi, en otros países han llegado al siglo XXI, con la mitad de su gente en pobreza, los continentes más pobres, compitiendo con África, muchas necesidades inmediatas, muchos requerimientos inmediatos. Entonces, se tiene esa herencia, eres extractivista desde antes y tienes muchas necesidades materiales insatisfechas de las personas y lo que tienes que hacer es producir en base a tu herencia para satisfacer las necesidades de la gente, que ve en sus líderes y en su revolución la esperanza para salir de la pobreza y para acabar su miseria y abandono. Pero, a la vez, tenemos, en América Latina, raíz indígena, hay, en nuestra herencia familiar hay un indio o somos indios, somos indígenas o venimos de raíz indígena y ahí está nuestra fuerza y en esa fuerza de nuestra raíz indígena no solamente esta una identidad y una historia, sino está una enseñanza de un tipo de intercambio metabólico, diría Marx, con la naturaleza mutuamente procreativo, las tecnologías indígenas, la sabiduría indígena heredada en tierras bajas y en tierras altas, en la amazonia y la sierra es de una tecnología productiva, de unos conocimientos productivos que siempre intentó dialogar con la naturaleza, porque la naturaleza fue concebida como un ser vivo, como un ser orgánico y el ser humano como una prolongación orgánica de ese ser superior y, entonces, a ese ser superior vivo no lo matas, porque tú dependes de él y porque tú eres una prolongación, matar la naturaleza, para el indígena, es matarse a sí mismo. Arrastramos esa herencia venimos de esa raíz y, a la vez, el cambio climático en el mundo que está transformando la siembra, la cosecha, el clima, es también una responsabilidad del revolucionario asumirla como una tarea para preservar la naturaleza y ¿cómo hago coincidir las dos?, gran debate, ni Lenin nos dijo cómo, ni Gramsci nos dijo cómo. Fidel Castro sí, ha reflexionado sobre eso. ¿Cómo articulamos, especialmente, en sociedades como la ecuatoriana o la boliviana de vieja y preponderante herencia extractivista?, si solo nos dedicamos a producir, no importa extractivistamente, pero para satisfacer necesidades materiales, tenemos éxito económico, tenemos resultados económicos; pero hemos abandonado una raíz comunitaria, una herencia comunitaria indígena que habilita un provenir, porque el futuro va a ser ecológico o no va ser el futuro, el futuro socialista, el futuro comunitario ha de ser ecológico o no va a poder existir y, a la vez si solamente nos dedicamos a cuidar la naturaleza, a no tocarla, seguimos en la pobreza, seguimos en la miseria. Y van a venir los neoliberales a quienes no les importa nada ni los árboles, ni los pajaritos y ellos si van a dedicarse a producir como puedan y a satisfacer necesidades de la población y la población, con justo motivo, te va abandonar, nos va a abandonar. Entonces, no puedes simplemente a producir de manera irreflexiva, manteniendo el extractivismo porque renuncias a tu raíz y a tu porvenir; y no puedes contentarte con ser un cuidador de bosques, dejando a la población en la miseria colonial, en la que viven, hoy, los pueblos indígenas, porque hoy su condición de vida, no es una condición de vida idílica, es una condición de vida de pobreza, colonial construida en los en los últimos 500 años. Eso es lo que nos propone el medioambientalismo colonial, yo le he llamado. Latinoamericanos déjense de soñar con el progreso, si quieren hacer algún aporte a la humanidad, dedíquense a cuidar árboles, el norte que siga produciendo, que siga inundando de C02 el mundo, que siga destruyendo los bosques del mundo, América Latina dedicada ahora a generar el oxígeno que el norte esta aniquilando; este es el mendioambientalismo colonial, que los países del sur paguemos la plusvalía ambiental congelando nuestra producción, congelando nuestro desarrollo, congelando nuestro futuro, congelando nuestras condiciones de vida que son coloniales, supuestamente, en aras de preservar la naturaleza, mientras los del norte siguen con la orgía destructiva del planeta. Y nos atacan: gobierno de Correa, extractivista; gobierno de Evo Morales, extractivista, claro reciben buen dinero los que nos critican de esos organismos extranjeros, para criticarnos, para mantener esas palabras y, a la larga, sirven a esos interese externos. No señores, de qué se trata, qué es lo que estamos haciendo en Bolivia y qué es lo que yo veo en distancia, lo que se está haciendo en Ecuador, que lo considero correcto. ¿Tenemos que salir del extractivismo?, sí, tenemos que salir, pero no se sale congelando las condiciones de producción, ni regresando a la edad de piedra, se sale del extractivismo, utilizando temporalmente el extractivismo para crear las condiciones culturales organizativas y materiales de una población que salte a la economía del conocimiento. ¿De qué economía del conocimiento voy a hablar cuando tengo compañeros que viven en el altiplano, en casas de piedra que caminan cinco horas para llegar a su colegio, que se sientan en un asiento de barro y que están durmiéndose todo el día porque no les alcanza el alimento para estar despiertos, qué economía del conocimiento se construye de esta manera? Esta es la farsa del mediambientalismo colonial, porque hay un medioambientalismo revolucionario, pero el medioambientalismo colonial nos quieren hacer caer en esa trampa, las condiciones de vida actual de los pueblos indígenas son idílicas y armónicas. Que vayan a conocer a un niño durmiéndose porque no pudo desayunar bien, que entren a ver a la Amazonía, para ver como se muere la gente por la mordedura de una víbora porque no hay ni en cinco días una atención médica. No conocen desde sus ONG, en las que ganan mucho dinero se dedican a ver desde la ventana lo que pasa en el mundo y se dedican a resolver los problemas del mundo desde donde están, no es así. Hay que acabar con el extractivismo, sí, pero simultáneamente hay que acabar con la miseria y hay que utilizar las herramientas heredadas, ¿cómo nos piden a nosotros acabar en cinco años lo que ha durado 500 años? Nos exigen que acabemos en seis meses lo que ha durado siglos. No señores, no vamos a caer en esa trampa. Los procesos latinoamericanos asumen que hay que pasar a una economía del conocimiento, a una economía industriosa que vincule la ciencia y la tecnología contemporánea con la ciencia y la tecnología ancestral, vamos a llegar a eso, pero lo vamos hacer creando las condiciones materiales, culturales y espirituales para ese tipo de economía y sociedad, produciendo lo que hoy tenemos, temporalmente usando el petróleo, el gas, los minerales, la agricultura; necesitamos un periodo de transición, un puente que cree las condiciones técnicas, materiales y culturales de una nueva generación capaz de superar el extractivismo. Entonces, vamos a seguir produciendo, porque hay que satisfacer las necesidades materiales de la gente, pero, a la vez, iremos creando las condiciones, para un reencuentro con la naturaleza, rescatando la tradición indígena de la relación mutuamente vivificante con la naturaleza. Extractivismo, sí, temporalmente, sí, necesariamente hasta crear la nueva sociedad del conocimiento y de la cultura. Permítanme aquí criticar a esta izquierda de cafetín, que así le llamo yo, si quieren ustedes izquierda “deslactosada”, evidentemente hay grupos que se oponen, dicen, desde la más izquierda del proceso ¿quiénes son?, es una izquierda perfumada que observa el fragor de los procesos desde el balcón, un café o desde la televisión, es una izquierda bien remunerada, es una izquierda que se horroriza del lenguaje guerrero y del olor de la plebe, en las calles, le incomoda el estruendo de la batalla y el desorden de una democracia de barricada. Es una izquierda que le gusta su café descafeinado, que critican a los gobiernos progresistas que no han construido en una semana el comunismo, que aprovechando el descanso de su fitness matinal, nos critican de que no hayamos acabado de una buena vez con el mercado mundial y en seminarios, donde rinden cuentas de sus financiamientos externo que garantizan su buena vida, denuncian a los gobierno progresistas, por no haber instaurado inmediatamente y por decreto el buen vivir. A estos caballeros y señoritas, la verdadera y desbordante lucha de clases plebeya e indígena les resulta incomprensible, la única revolución que conocen es la que han visto resumida en History Channel. Y por ello, la multiforme, a veces, desorganizada lucha plebeya real por el poder, les resulta totalitaria, tiránica y autoritaria. Son, pues, los radicales de palabra y timoratos de espíritu, son los arrepentidos cómplices del pasado neoliberal, devenidos, de manera sorpresiva hoy, en ultra radicales profetas del inminente fracaso de los procesos revolucionarios. Portadores de teorías “deslactosadas”, no tienen ninguna medida concreta, ni una sola propuesta práctica enraizada en el movimiento social que pueda hacer avanzar los procesos revolucionarios, son, por tanto, los mediocres corifeos internos de la nueva ofensiva imperial que buscan desestabilizar a los procesos y gobiernos progresistas. Su pseudo radicalismo abstracto e inoperante, no apuntala ninguna movilización, ni refuerza la acción colectiva de los sectores populares, campesinos, obreros o indígenas; eso sí, su discurso aglutina el conservadurismo y el racismo de sectores acomodados que, bajo el camuflaje de un discurso acomodados que bajo el camuflaje de un discurso pseudo izquerdista o pseudo ambientalista, buscan desprestigiar los procesos revolucionarios. Al no impulsar la movilización la movilización de las clases sub alternas, ni ser alternativa de poder real, estos pseudos radicales trabajan para los restauradores del neoliberalismo, son los ideólogos del fin del relato del progresismo latinoamericano. Los conozco, no soy tan mayor como mi profesor Emir Sader, pero me tocó vivir un proceso parecido en los años 80 y vi un proceso progresista y estudié lo que pasó en Bolivia, cuando el gobierno progresista de Juan José Torres, con el gobierno progresista de Unidad Demócrata y Popular (UDP), que tenían sus problemas y sus dificultades, y surgió un oposición de izquierda radical que le demandaba el comunismo, el socialismo, el decreto, el nacionalizar los mercados, el hacer todo inmediato y ya. Esos no fueron alternativa de poder, ayudaron a derrocar a los gobiernos progresistas y no entraron al poder, lo que habilitaron fue diez años de dictadura militar, veinte años de neoliberalismo y, como por suerte, estamos vivos para conocer la historia y no la vamos a repetir, no vamos a permitir que estos tipos vuelvan a socavar los procesos revolucionarios, ayudando a un regreso de las fuerzas conservadoras. Permítanme cerrar con un noveno punto, el tema de la cohesión nacional estatal. Podemos decir que el neoliberalismo en el mundo ha tenido, en términos generales, dos fases, dos etapas a nivel mundial. Una fase que va de los años 1980, con Ronald Reagan y Margaret Thatcher hasta el año 2000, 2005 y, una segunda fase, desde el año 2005 hasta hoy y no sabemos cuánto más, a nivel mundial. En la primera fase 1980 a 2005, el neoliberalismo utilizó el Estado nacional, lo utilizó, lo capturó, lo reformó y lo utilizó para transferir el excedente, la riqueza pública, las empresas públicas, los ahorros públicos a empresas privadas, a propiedad privada local y fundamentalmente extranjera. Se privatizaron empresas, se transfirieron recursos de los bancos a los sectores privados y se entregaron recursos naturales a inversión extranjera. En esta fase, donde el Estado nacional juega un papel de regulador y transferente de lo público a lo privado, el Estado también juega el papel de cohesionador cultural de la sociedad en torno a la privatización. Cumple funciones de privatizar, de transferir lo público a lo privado y funciones de dar la cohesión cultural, la cohesión ideológica, el cemento, diría Louis Althusser, para mantener la percepción de la sociedad articulada a las decisiones gubernamentales. Estamos hoy ante una nueva fase del neoliberalismo, en esta nueva fase, los Estados plurinacionales son un estorbo, y me atrevo a decir que han sacado la lección de lo que ha pasado en América latina, para no repetirla, para empezar a operar en el mundo árabe y el Europa. Hoy estamos ante una fase distinta del neoliberalismo, ya no les son cómodos los Estados nacionales, no le son funcionales ni útiles; entonces, han pasado a una etapa de desmembramiento, debilitamiento y fraccionamiento de los Estados con dos variantes. La primera variante de este desmembramiento de los Estados: formación de oposiciones políticas movilizadas, creación de áreas extraterritoriales del Estado, pueden ser parques nacionales, fraccionalismo regional en algún país, posteriormente, promover guerras civiles e intervención militar extranjera, el caso de Irak, Afganistán, Libia Túnez, Siria; no sé si el caso de Ucrania puede entrar en este modelo de desmembramiento de Estados nacionales. La otra variante es impulsar privatizaciones, ampliar el endeudamiento público, impulsar pérdida de soberanía tributaria de esos Estados, pérdida de soberanía monetaria y recordé de áreas de intervención estatal; el ejemplo de Grecia ahí es paradigmático, en esta otra modalidad de derrumbe de la soberanía estatal, lo que ha hecho Europa, Merkel, Alemania, el Fondo Monetario Internacional y el Bundesbank con el pueblo griego. Ambas vertientes, vía guerra civil o recortamiento de soberanía conducen a una implosión de los Estados, a una cohesión ideológica, ya no por parte del Estado, sino por estructuras supraestatales y un nuevo reparte de empresas, recursos y áreas geográficas. Este es momento novedoso, si en los años 80 los Estados eran funcionales al desarrollo del neoliberalismo, en esta etapa no le son funcionales, vean la aniquilación de los Estados laicos en el mundo árabe, es terrible, al final, se trata de ver quién controla la geopolítica y el petróleo, pero ahora bajo vía de fragmentación, de pequeños feudos armados, enfrentados unos contra otros. Si esta es la lógica contemporánea, la defensa de los Estados, necesariamente bajo un nuevo mando, bajo un nuevo bloque social de poder, se presenta como una tarea imprescindible en los procesos revolucionarios de América Latina y el mundo. La defensa de los procesos en América Latina ha de requerir profundización de la revolución y la irradiación a otros lugares. Es importante no olvidar que los procesos revolucionarios, nos son permanentemente ascendentes, son por oleadas, avanzan, se consolidan, se estancan, retroceden, caen, vuelven a levantarse en un proceso continuo de de avances y retrocesos por oleadas. En el fondo, la lucha del pueblo, solo la lucha, ha de definir el futuro curso histórico del continente y el mundo. Muchas gracias

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