Vladimir Cerrón
La izquierda debe ser capaz de cohesionar a quienes no son sus enemigos de clase, organizaciones de toda índole, y conducirlas políticamente hasta lograr los objetivos totales o parciales, pero girando alrededor de la transformación de la sociedad.
El aislamiento sectario o puritano del Partido, sin otros sectores, jamás podrá derrotar a un enemigo poderoso consolidado en dos siglos, como fue el gamonalismo seguido por la oligarquía neoliberal, que no solo controla el Estado y sus fuentes económicas, sino también cuenta con la ayuda política, económica, militar y mediática exterior.
El Partido debe saber con quién aliarse, pero nunca debe olvidar con quién se alía, hasta qué tramo, y advertir dónde puede empezar una posibilidad de contradicción que, una vez derrotado el enemigo mayor, pueda tornarse en irreconciliable o sucederse del abandono de una de las partes, razón por la cual los intereses comunes deben ser claros.
El Partido debe poner disciplina entre sus militantes, algunos que padecen de infantilismo, que aún creen que ellos solos pueden y están llamados a hacer el cambio revolucionario, atreviéndose a desdeñar los esfuerzos que hace la dirigencia para tejer la alianza más amplia. No tendríamos cómo clasificarlos, ni siquiera podríamos nombrarlos dogmáticos, pues estas tácticas son propias del marxismo leninismo.
Para corregir este problema existen dos caminos que deben practicarse uno seguido del otro. En el primer paso, se procede a la persuasión y educación del militante, invitándolo a la reflexión dialéctica de sus actos, tratando de que sea más objetivo y menos subjetivo, que evidencie por propias conclusiones la importancia de la alianza, una especie de mayéutica. Si esto no resultara, o no hay tiempo suficiente, debe procederse a su expulsión de la organización sin pérdida de tiempo, ante el peligro de que el Partido caiga en la parálisis entreteniéndose en la prolongada “reflexión” del militante.
Las subjetividades o prejuicios no deben imponerse en momentos críticos, sino el principio dialéctico del análisis real, concreto y científico del momento, que es el ABC del materialismo histórico. Algunos militantes cuestionan de buena fe una alianza con algún sector que no les parezca, es entendible en la etapa emocional del conocimiento, pero ya no en la etapa racional del conocimiento. Deben recordar que la alianza no es unidad, sino la unión temporal entre partidos políticos, clases sociales o sectores económicos diferentes, pero con objetivo común.
También existen militantes que racionalmente se oponen a la alianza con fines de salvaguardar su estatus en el Partido o su interés personal, los mismos que pueden ser políticos, económicos o electorales, pero utilizan como “caballito de batalla” la propia ideología distorsionada, aduciendo inconsecuencia, esto no es más que la expresión del revisionismo, es decir, la tergiversación de los principios marxistas que no salvaguardan el interés social, sino individual, altamente peligroso para la organización.
La alianza no implica que una organización absorba a la otra, aunque raramente pudiera darse, la regla es que siempre se dan en la contradicción dialéctica de unidad y lucha de contrarios, es decir, que, pese a haberse sellado la alianza se evidencian contradicciones desde las más sutiles hasta las más cruentas, pero al mismo tiempo luchan por un objetivo común.
Sin embargo, en el fondo de la alianza existe la circunstancia, vaga o firme, de que una de las partes pueda tomar el control total en perjuicio político del otro. Lenin decía que cada componente de la alianza usa la unidad actual para preparar la lucha futura.
La izquierda en el Perú tiene que lograr alianza con varios sectores, especialmente con el sector empresarial nacional y fijar un objetivo de lucha contra la empresa transnacional que la llevó a la quiebra. Esta implica asumir compromisos, es decir, concesiones, incluso renuncia de objetivos secundarios, para que sea real. No significa renunciar a nuestros principios, sino es parte del zig-zag para escalar la colina en busca de la cúspide.
El acercamiento al sector empresarial nacional es táctico porque está ganado ideológicamente por la derecha, es decir, el neoliberalismo ha sido capaz de lograr un ejército proletario de derecha, en las MYPE por ejemplo, de lo contrario preguntémonos: ¿dónde están los proletarios de este siglo?, acaso, ¿no son los sectores alienados denominados emprendedores?
Los empresarios nacionales deben comprender que no basta ganarse el pan de cada día, sino que es necesario llegar al poder y para eso tienen que desterrar todo el apoliticismo influido por el neoliberalismo. La pandemia los puso en bancarrota porque aun siendo numerosos no tienen una dirección política y menos un partido, caso contrario hubieran podido luchar contra las grandes firmas que manejan el monopolio comercial.
Para establecer una alianza con este importante sector es necesario consolidar un programa común, un objetivo conquistable que les haga ver que son capaces de lograrlo. En realidad, este sector no debe ser un aliado táctico, inmediato, a corto plazo, contra un enemigo preciso y que no esté dispuesto a llevar las cosas hasta el final, lo ideal es que fuera un aliado estratégico, a largo plazo, contra todas las fuerzas que atenten y que acompañen hasta el punto final, hasta lograr un nuevo Estado.
Los aliados tácticos acompañarán al Partido hasta cierto tramo, hasta alcanzar su objetivo inmediato, los empresarios nacionales acompañarán al Partido hasta ver caer a las transnacionales monopólicas y recuperar su mercado, mas no hasta coronar el socialismo, sería una utopía, pero su ayuda no se puede desmerecer, recuerden que son necesarios para terminar con algún obstáculo inmediato o un eslabón, porque sus intereses inmediatos coinciden temporalmente con los nuestros.
El Partido debe crear condiciones para atraer otras nuevas fuerzas, como el sector agrario campesino, no debe dejar nada al espontaneísmo, por eso es bueno saber quiénes son los potenciales aliados y con cuáles organizaciones no hay que perder el tiempo y esa duda se disipa al identificar qué lugar ocupan en la distribución social del trabajo y sus intereses de clase.
El Partido debe acercarse a los sectores que si bien es cierto no estarán con nosotros, debemos evitar que estén con el enemigo. No podemos recostarnos en esfuerzos de otros, es decir, confiarse en que los aliados van a hacer su tarea idóneamente o nuestra propia tarea, recuerden que ellos también podrían unirse pensando eso y finalmente la alianza implosionaría.
La flexibilidad en la táctica es vital para el triunfo, si se desea ganar. La línea recta en política es infantilismo de izquierda que osa rechazar todo compromiso con otros partidos. Lenin demostró que se alió hasta con sectores burgueses para vencer, sino hubiese sido arrastrado al fracaso; decía también que toda fisura, aún la más pequeña, entre los enemigos, debe ser aprovechada para conquistar un aliado de masas, aunque sea transitorio, inconsecuente, vacilante, poco seguro y condicional, y finalmente acotó que quienes no comprendan esto no comprenden ni un ápice de marxismo ni de socialismo científico.