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Reelección de autoridades y eliminación de movimientos regionales

Reelección de autoridades y eliminación de movimientos regionales

Vladimir Cerrón

La reelección reafirma la voluntad popular. No cabe duda de que la reelección es un mecanismo democrático de reafirmación de la voluntad popular, a través de las urnas, donde el pueblo expresa su satisfacción con la autoridad en ejercicio para nuevamente delegarle su confianza.

Permite hacer una carrera política. La reelección permite un ejercicio y capacitación continua en la gestión pública, evitando improvisados en el camino que ingresan al cargo para recién aprender a gobernar, lo que lleva al estancamiento del desarrollo de la jurisdicción a cargo, salvo excepciones.

Permite proyectar grandes obras. Existen megaobras que, por su propia naturaleza, necesitan más de un período de gobierno para su culminación, caso contrario, las autoridades se limitan a hacer obras pequeñas e intrascendentes por el temor a que la gestión entrante, generalmente un enemigo político, la boicotee sin culminarla, acarreando un desprestigio a la autoridad saliente, como el que “abandonó” o “no culminó” su obra emprendida.

Consolida el liderazgo político. La reelección permite que la autoridad brille más allá de su jurisdicción y, como es lógico, aspire a otros altos niveles de gobierno, dando el salto cualitativo en la conducción de un gobierno local a uno regional o nacional, al adquirir la experiencia necesaria. Para el statu quo esta es la mayor amenaza.

No genera corrupción. Hace algún tiempo empezó una intensa campaña contra la reelección de las autoridades políticas a todo nivel, bajo el único pretexto de que esta generaba corrupción. Creen equivocadamente que para ser corrupto hay que ser reelecto; lo cierto es que esto responde a otras motivaciones políticas, como mencionamos en el párrafo anterior, el de liquidar los liderazgos nacientes.

Antes el pretexto era el narcotráfico y el terrorismo. Actualmente, la corrupción es la palabra mágica que han encontrado los poderes fácticos para justificar la persecución a sus adversarios políticos, la que por sí sola no sería efectiva, si no fuera porque tienen los otros tres componentes esenciales, los medios de comunicación, el sistema de justicia y los órganos de inteligencia estatal, bajo su dominio.

Atrasa, desordena y paraliza la ejecución de obras. El último año de gestión, la mayoría de los alcaldes ni siquiera asisten al presupuesto participativo, menos traen nuevos proyectos para su ejecución, porque en realidad, según su lógica errada: “ese ya no es su problema”, el problema ahora le corresponde resolver a la autoridad entrante.

Obliga la postulación a otro nivel de gobierno. El alcalde que no puede ser reelecto en su mismo cargo, para continuar en el ejercicio de la política, es obligado, contra su voluntad, a postular a otro cargo de mayor jerarquía. Así, vemos exalcaldes que son electos gobernadores regionales sin tener la menor idea para qué sirve esta instancia de gobierno y gobiernan erróneamente como si estuvieran frente a un municipio grande, craso error. 

La política de la fragmentación. La potencia dominante sobre Latinoamérica se encargó de infiltrar al Estado durante muchos años, mediante ONG y otros medios, siendo uno de los fines lograr en nuestro país la máxima fragmentación política posible, a esto responde la existencia de 40 partidos políticos y cientos de movimientos regionales en el país, que se comportan como pequeñas y medianas empresas, hipotecando a sus candidatos al mejor postor y debilitando a los verdaderos partidos políticos.

Eliminación de los movimientos regionales. Se debate en el Congreso de la República la eliminación de los movimientos regionales y Perú Libre está de acuerdo, pese a que tiene una génesis en un movimiento regional. Esta aparente paradoja, podemos explicarla mejor: sucede que un movimiento regional debe tener una ideología definida, una acción política real y un programa de gobierno que involucre paulatinamente a toda la sociedad, lo cual debiera convertirlo en el mediano plazo en un partido político de alcance nacional. Si estas características no se consolidan, el movimiento regional no deja de ser una caricatura política que debe desaparecer.

Perú Libre es el único movimiento que se hizo partido. En la historia del Perú, en su tránsito del campo a la ciudad, esto solamente ha ocurrido con Perú Libre; razón de por qué apoyamos la eliminación de los movimientos regionales que, pasado el tiempo suficiente, no han podido ascender al peldaño político inmediato superior.

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