Cojudignos, liberales, caviares varios y conservas llorando todos al unísono por Vladimir Cerrón Rojas.
Les ha dolido en el alma que toda su cantaleta absurda de «corrupto, corrupto» que tanto repetían no tenga al final ni pies ni cabeza. Los caviares, liberales de izquierda, de esa izquierda travesti, sufren porque su tan amado Poder Judicial no les ha dado la razón y tendrán que tragarse todos sus insultos. Lo dijimos desde el comienzo: Vladimir Cerrón es inocente. El tiempo y la ciencia jurídica nos dieron la razón. La persecución política llegó a su límite y se ha caído.
Ahora bien, queda pendiente denunciar a los jueces y fiscales que armaron todo este caso arguyendo un «daño potencial» en vistas a que no encontraron ningún acto de corrupción de Vladimir Cerrón, pues nunca recibió ni un sol de ninguna empresa o funcionario, donde el Estado no había gastado ni medio céntimo. Esos jueces y fiscales le han generado gastos millonarios al Estado, dinero que sale de nuestros bolsillos.
Además, el daño enorme que se le ha hecho al doctor Cerrón con una sentencia injusta que lo llevó a ponerse a buen recaudo. Cerrón no solo no pudo postular a la presidencia ni a la plancha presidencial, caso contrario hoy sería él el presidente y no la asesina títere de Keiko, sino que perdió su trabajo como gobernador regional de Junín, como médico y como profesor universitario, todo por culpa de otra sentencia fraudulenta que fue anulada. Ahora, otra sentencia injusta es también anulada. Pero el daño ya está hecho. ¿Quién le devuelve el dinero, trabajo y tiempo perdidos a Cerrón?
Los liberales insisten que es corrupto agarrándose de las sentencias que se les pega en gana y negando las que no les gustan. Aunque la justicia peruana haya declarado inocente a Cerrón, los caviares insistirán que es un corrupto, pues Cerrón no solo es la izquierda radical que ellos desprecian sino porque el líder de Perú Libre les representa un verdadero peligro, una amenaza terrible a sus intereses políticos, económicos y de clase.
Se les viene la noche, caviares. Los que terminarán tras las rejas serán ustedes. Disfruten de sus consultorías por el momento, porque el tiempo se les acaba.
El negocio de las ONG es tener muertos. Sí, así de crudo y despiadado suena, pero es la realidad que se esconde detrás de la fachada de «ayuda humanitaria» y «defensa de los derechos». Las ONG, especialmente aquellas financiadas por capitales gringos como USAID, no existen para salvar vidas, sino para explotar la tragedia. Indígenas muertos en marchas, defensores ambientales asesinados, comunidades desplazadas: ese es su capital. Necesitan a su «muertito» para justificar los millones que reciben en donaciones, para llenar informes, para pagar a abogados, peritos y organizar charlas interminables. Es un negocio redondo, donde el dolor ajeno se convierte en su ganancia.
Pero no nos equivoquemos: este circo macabro no funciona solo. Tiene cómplices locales, esa «izquierda caviar» que José Carlos Mariátegui denunciaría hoy como domesticada y servil al imperio angloyanqui. Una izquierda que abandonó la lucha de clases para abrazar agendas importadas, financiadas por el gran capital financiero globalista. Una izquierda que, en lugar de organizar a la clase obrera, se dedica a promover luchas culturales vacías, instrumentalizando a gays, trans y mujeres para dividir a los oprimidos. Un feminismo liberal burgués, financiado por USAID y sus ONG, que no busca liberar a nadie, sino perpetuar la cacería de brujas contra hombres antiliberales que osan denunciar su hipocresía. ¿Dónde quedó la lucha contra la gran burguesía? ¿Dónde quedó la revolución? Secuestrada por una izquierda que baila al ritmo de Washington.
USAID, esa entidad que se vende como «aliada del desarrollo», es en realidad una máquina de destrucción. ¿Cómo opera? Simple: primero «capacita» a dirigentes indígenas, les toma datos, direcciones, teléfonos, coordenadas GPS. Les promete apoyo, les habla de derechos, de justicia, de protección. Pero detrás de esa máscara de bondad, lo que realmente hacen es marcarlos, identificarlos, ponerlos en la mira. Luego, cuando estos líderes caen asesinados —en circunstancias siempre sospechosas—, USAID y sus ONG aliadas aparecen con sus bufetes de abogados, listos para «buscar justicia». Pero no buscan justicia, buscan dinero. Cada muerte es un caso más, un informe más, un proyecto más que justificar ante sus donantes.
Y no es solo eso. Mientras USAID financia supuestos programas de «capacitación» para líderes indígenas, también está detrás del entrenamiento de fuerzas de seguridad en técnicas de represión y tortura en Hispanoamérica. Sí, la misma entidad que dice proteger a los vulnerables es la que capacita a quienes los silencian. Entre 2022 y 2024, dirigentes indígenas de Loreto, Ucayali y San Martín fueron asesinados después de participar en talleres financiados por USAID. ¿Coincidencia? Difícilmente. Es un patrón, una estrategia calculada para desestabilizar, dividir y controlar.
Pero no todo es culpa de los gringos. La «izquierda caviar» es igual de culpable. Esa izquierda que se llena la boca hablando de «inclusión» y «diversidad», pero que en la práctica sirve a los intereses del gran capital. Una izquierda que, en lugar de combatir al imperialismo, se dedica a importar agendas woke y a perseguir a quienes no se pliegan a su dogma. Una izquierda que ha traicionado a la clase obrera, que ha abandonado la lucha por la tierra y el trabajo digno para abrazar un feminismo liberal que solo beneficia a las élites. Un feminismo que no cuestiona el sistema capitalista, sino que lo refuerza, convirtiendo la lucha de clases en una pelea de egos entre hombres y mujeres. ¿Acaso no es eso lo que quiere el gran capital? Dividirnos, enfrentarnos, distraernos de la verdadera lucha: la lucha contra la gran burguesía financiera globalista.
El objetivo final es claro: destruir nuestra cultura, nuestras formas de vida, nuestra autonomía. Iberoamérica no es más que un tablero de ajedrez para estos intereses extranjeros, donde las piezas sacrificadas son nuestras comunidades, nuestra identidad, nuestro futuro. Las ONG y USAID no son salvadoras, son depredadoras. Y la «izquierda caviar» no es más que su cómplice, su perro faldero. Mientras sigamos creyendo en su discurso de «ayuda» y «progreso», seguiremos siendo cómplices de nuestra propia destrucción. Despertemos antes de que sea demasiado tarde. La lucha no es cultural, es clasista. Y el enemigo no es el hombre o la mujer de a pie, es el gran capital financiero que nos explota a todos.