Vladimir Cerrón
Hace muchos años que el Perú no tenía un partido de izquierda que representara las aspiraciones del pueblo. Perú Libre nació en Huancayo hace doce años, pero tiene una actividad política activa de quince años.
No fue fácil hablar de izquierda a inicios del nuevo mileno, menos en una provincia considerada zona roja, militarizada, testigo de masacres, secuestros, asesinatos, entierros, destierros y desentierros, pero lo hicimos, no fue cómodo, pero el anhelo de no dejarle la cancha a la derecha seguía palpitando.
Perú Libre ganó el gobierno regional de Junín en el 2010, casi vuelve a lograrlo en el 2014, volvió a triunfar en el 2018 y en las elecciones complementarias del 2020 fue el partido más votado en Junín, a la vez que hacía su presencia a nivel nacional con más de medio millón de votos. Hoy cuenta con 36 alcaldes entre Junín y Cusco. Modestamente, para su debut no está mal.
Al incursionar en la capital despertamos la molestia de la derecha política, pero también de la izquierda asentada cómodamente, y a decir verdad estos últimos fueron los que más se incomodaron. Hubo una política de invisibilizarnos, pero fuimos haciéndonos visibles, para ello tuvimos que hacer lo que la izquierda limeña había renunciado hace años, recuperar los principios y banderas de lucha sin vacilaciones.
Fuimos perfeccionando el trabajo político con escuelas, prácticas de buen gobierno, análisis científicos para ganar batallas electorales, adquirimos un local en la capital para sentar la institucionalidad, nos integramos al Foro de Sao Paulo y viajamos al extranjero a eventos internacionales de izquierda.
El Partido fue asimilando nuevos conceptos como el internacionalismo, superior al nacionalismo chauvinista del que algunos padecíamos. La materialización máxima ha sido la defensa por los pueblos amenazados por el imperio y la marcha multitudinaria en Huancayo rechazando el golpe de Estado en Bolivia que derrocó a Evo Morales. Ningún partido de izquierda se atrevió a tanto, lo que forja en nuestro Partido una nueva actitud y en nuestro pueblo el valor de la solidaridad mundial.
Perú Libre siempre bregó por la unidad de la izquierda, pero era constantemente boicoteada por la propia izquierda, pero la perseverancia fue sensata y estábamos a punto de lograrlo en el 2019. Era evidente que esto comenzó a preocupar a la derecha y urdiendo una conspiración judicial sentenciaron al líder del Partido y de la unidad, por el solo hecho de cumplir una conciliación extrajudicial que tiene rango de sentencia. Ello conllevó a desintegrar la unidad de la izquierda casi lograda.
Tras este golpe el Partido decidió continuar su misión, aunque esta vez solo, característica frecuente en algunos tramos de la lucha revolucionaria. Más adelante fue tomando legitimidad y se interrelacionó con las organizaciones populares como la sindical magisterial, entre otros.
Enfrentaremos un proceso electoral nacional hacia el 2021, caracterizado por la participación de veinticuatro partidos en busca de lo mismo, lograr el gobierno nacional y copar la mayor cantidad de curules parlamentarias. En el flanco derecho existen veintidos y en el flanco izquierdo dos. Perú Libre está consciente de que debe ganar el debate primero en casa, esto es deslindar con la izquierda a la que usualmente llaman “caviar”, aquella financiada con el dinero confiscado a los maestros en un banco magisterial con fachada previsional, asalariada por el gobierno nacional y las ONG de USAID.
El espacio electoral no debe limitarse a ser una exposición de planes de gobierno, como domesticadamente pretende el neoliberalismo, sino algo más importante, un estadio pedagógico donde el pueblo aprenda a discernir quiénes son los verdaderos amigos del pueblo y quiénes no, donde aprenda a denunciar con energía la opresión, la injusticia, el saqueo y la explotación, pero también donde aprenda a plantear la solución al problema.
La única base de nuestro desarrollo futuro solo puede ser tras el control total de nuestras principales fuentes de riqueza, de nuestros recursos naturales, de la revisión de los contratos ley e inversión de la proporción en el reparto de utilidades, para lograr un superávit económico que permita generar industria nacional y crear fuentes de trabajo digno, además de subvencionar los programas sociales a los más necesitados. Todo esto implica marchar hacia una Asamblea Constituyente y redactar una nueva Constitución.