Vladimir Cerrón
La clase dominante representada por las grandes empresas transnacionales que operan en el país, aliados de la gran empresa nacional, es la que toma las decisiones políticas en el país, pero ¿cómo, si es minoría? Es minoría, como en todo el devenir histórico de la humanidad, pero poderosa y dotada del arma opiácea necesaria y adaptada a los tiempos.
Esta droga u opio ha ido cambiando sus formas, aunque algunas persisten en su estado natural. La religión, por ejemplo, sigue siendo la encargada de infundirle a las masas el temor a la muerte. En la actualidad, este opio está siendo sustituido por los medios de comunicación, especialmente la televisión, y avanza a pasos agigantados para ser depuesto por el Smartphone.
Es la televisión de los ricos la herramienta que lleva la dirección política en una sociedad que ya no lee, rechaza los libros, huye a las polémicas políticas, no conoce de los clásicos, confunde neoliberalismo con conservadurismo o socialdemocracia con izquierda, pero es proclive a sentarse largas horas para ver los programas basura o el futbol que, como parte de la droga social, utilizan para ocupar a la sociedad.
Así, la clase minoritaria tiene el mecanismo perfecto para el control mental de la mayoría que solo consume lo que la televisión informa. Merino De Lama dejó entrever que ya no se pagarían las millonadas a los medios de comunicación y estos enfilaron contra él, acusándolo de golpista, televisaron las manifestaciones juveniles, les “dieron pantalla”, insufló el ego y envalentonó a las masas, pero solo hasta que salga Merino.
Elegido Sagasti, se terminó la pantalla, porque las masas se quisieron pasar de listas al atreverse a reclamar una Asamblea Constituyente, se acabó la promoción y volvieron a revivir nuevamente el miedo al Covid-19, anunciando la segunda ola, que en otras palabras significa vayan a sus casas que ya resolvimos los problemas por los que habían salido, cuando en realidad se ha pactado con el nuevo inquilino de Palacio.
La generación que no se equivoca entró en repliegue, ¿por qué?, porque así lo dice “su” dirección política de facto, la televisión. Muchos se desencantarán porque ahora los invisibilizan y pensaban que los medios realmente eran el cuarto poder, es decir, la voz del pueblo. ¡Qué ingenuidad!
Esto es bueno que suceda, porque muchas mentes políticamente estarán llegando a la conclusión que, si no tienen su propia herramienta política que los dirija o no fortalezcan a la más apropiada, sus luchas y sus mártires pasarán al archivo de la historia.
Es necesario resaltar que esta nueva generación se lleva una lección para toda la vida, que la unidad es la piedra angular de la victoria, aun sea relativa y no absoluta.
Han demostrado tener garra, pero no es suficiente, hace falta dejar el opio y leer a Mariátegui, Flores-Galindo, Guardia Mayorga, Vallejo, Arguedas, Lumbreras, Roldán, entre otros, porque no puede haber práctica revolucionaria sin teoría revolucionaria.
El día que hayamos vencido estas barreras sabremos qué tipo de patria queremos, cómo podemos ganar una mayoría constituyente y qué tipo de Constitución debe plasmar el futuro nuestro y el de las generaciones venideras.