DESVIACIONES IDEOLÓGICAS Y YERROS POLÍTICOS PARTIDARIOS
Vladimir Cerrón
Algunos camaradas aún no son conscientes del espacio que ocupan en el Partido o sus dependencias destacadas, peor aún, no comprenden que la política es como una cirugía de altísima precisión, cuyo mínimo error, aparentemente inocuo, puede conllevar catástrofes inapelables.
Lenin decía que la mejor forma de vencer al enemigo es aprovechar su mínima fisura, hendidura o grieta en su integridad. Sin embargo, esas soluciones de continuidad, no son patrimonio del enemigo, también se dan en nuestras filas, lo que nos pone en una situación de vulnerabilidad, las mismas que pueden ser del orden político o ideológico. Lo cierto es que, a partir de ellas, todo puede enajenarse, alienarse, sobornarse, traicionarse, degenerarse o transfigurarse.
Si la grieta es política, constituye solo un yerro, es decir, un error, falta o delito, generalmente por ignorancia o malicia, la que, en dependencia de sus consecuencias, puede ser neutralizada, revertida o eliminada. Esto puede darse, en el mejor de los casos, por inexperiencia en la maniobra táctica a corto plazo de nuestros militantes, ante las nuevas circunstancias, coyunturas o sucesos súbitos que pudieran sorprenderlos.
Situación distinta es una grieta en el plano ideológico, puesto que aquí no se trata de un error, sino de una respuesta psíquica consciente o de un reflejo psíquico inconsciente, que pone a luz las nuevas condiciones de nuestra vida material expuestas a la sociedad. Aquí, a diferencia del anterior, existe un fallo en el objetivo estratégico a largo plazo. En otras palabras, se trata de una deconstrucción revolucionaria.
Muchos militantes que laboran en el Congreso, lejos de hacer una lucha política sutil consecuente, se han dejado llevar por los encantos de sentirse “por encima del pueblo”, peor aún, “por encima de los camaradas”, quienes no tienen su condición laboral, adoptando posturas adversas a la solidaridad, el buen trato y el respeto, valores que un perulibrista debe cultivar y mantener.
Por el contrario, esos valores los derrochan sirviendo a gente adversa a nuestra postura ideológica, creyendo que, tratándolos así, ascienden en la escala animal o los hace verse más “demócratas”, “tolerantes” o “civilizados”, conceptos que introduce la burguesía para evitar el obligado razonamiento por contradicción dialéctica que nos debe hacer aterrizar en nuestra verdadera condición de clase. Aquí es donde se genera la fisura perfecta.
Las amistades con personajes de tiendas políticas o ideológicas adversas, derechistas o caviares, siempre terminan fisurando la unidad partidaria, especialmente en la bancada. Experiencias preclaras de estas las hemos saboreado con dos congresistas, representantes de Junín y Puno, quienes al asesorarse por amistades caviares terminaron claudicando a su misión política.
El Partido es blanco de un ataque dirigido por operadores al servicio de la oligarquía nacional y foránea, quienes lo motejan constantemente con el cliché del “fujicerronismo” o nos acusan de un cogobierno con el “boluartismo”. Por tanto, persistir en esas prácticas cuestionadas, solo da crédito a los adversarios políticos, lejos de ir perfeccionando nuestra camaradería partidaria y, por ende, nuestra posición marxista.
Con este razonamiento, el Partido no invita a la perversa práctica del sectarismo, pero pone de relieve la necesidad de cierta dosis de ortodoxia cuando se trate de proteger sus principios. Puede haber excepciones de postura cuando se tomen decisiones domésticas, intrascendentes o de menor impacto, pero cuando se trate de posturas que puedan desnaturalizar la esencia de los principios, constituye una grieta que, si no se repara a tiempo, puede tornarse irreversible.
Cada movimiento que realicen nuestros representantes debe ser de conocimiento, aprobación y autorización del CEN. Por ejemplo, el viaje a Marruecos fue un error geopolítico, porque, además de ser la sede mundial del colonialismo y el esclavismo, nos muestra ante los ojos de la izquierda mundial como aliados de la monarquía marroquí, situación que nos aleja de la orilla de resistencia de la República Árabe Saharaui Democrática que el Partido siempre ha defendido.
Similar situación se da con otros militantes quienes tienen una sed insaciable de “no perderse un viaje” de invitación, pero con fines eminentes de “turisteo”, no de elevar su nivel político o ideológico, porque de vuelta no reúnen a la militancia, ni exponen el aprovechamiento político del periplo al que fue delegado. Esto es una veleidad pequeña burguesa que no le hace nada bien al Partido.
En las delegaciones al exterior e interior del país, no es posible que algunos militantes tengan una agenda propia en el transcurso. Si van cien camaradas, los cien deben regresar, y nadie puede desprenderse del contingente, desviándose del viaje y regresando fechas distintas a las programadas, constituyendo no solo una indisciplina grave, sino un oportunismo, que debe liquidarse.
Algunos militantes se han burocratizado, con honrosas excepciones, ya no realizan actividades partidarias de educación, organización, ni agitación, en sus regiones ni en la capital, limitándose exclusivamente al uso cómodo de las contaminadas redes sociales. En sus mismas jurisdicciones, su aparato orgánico ha sido descuidado y, paradójicamente, creen tener el privilegio de la candidatura para postularse.
Los congresistas disidentes son un ejemplo típico de fisura ideológica, quienes, al cambiar súbitamente de estatus económico y social, no dudaron en sentirse “por encima del pueblo” y “por encima del Partido”, y, amparados en la reaccionaria protección legislativa de no someterse “al mandato imperativo”, fisura creada por la burguesía para favorecer el incumplimiento de las promesas de campaña, levantaron la mano contra quienes les promovieron la vía de su representación.
También se ha detectado una anarquía en la presentación de varios proyectos de ley, donde nuestros congresistas presentan iniciativas personales que no son del interés partidario, los que, si bien lo hacen de buena fe, ocasionalmente se tornan lesivos contra el pueblo. Esporádicamente, se ha observado el apoyo a iniciativas fascistas de otras bancadas, ya sea por desconocimiento o falta de deliberación en el seno de la bancada, como, por ejemplo, el apoyo al proyecto fascista de terrorismo urbano, que solo servirá para criminalizar al oponente político.
Algunos parlamentarios de la bancada que se ausentan de las comisiones, faltan injustificadamente, no estudian los proyectos de ley, no deliberan, ni emiten su voto, como también existen los que, en clara afrenta al Partido, votan contra las decisiones de la mayoría, quebrando el principio del centralismo democrático. La bancada debe analizar si se trata de una desviación ideológica o de un yerro político. Si fuera la primera, debe expulsarse al parlamentario; caso contrario, debe corregirse la falta.
Otra desviación ideológica es la que se produce cuando un camarada parlamentario preside una comisión y, a partir de su investidura, se comporta como un niño dueño de su pelota, sin aceptar las recomendaciones partidarias. En el extremo, emplean personajes que denigraron a nuestros dirigentes y militantes, negándose a retirarlos. Así, encontramos a fujimoristas, apepistas, apristas, etc., ocupando espacios perulibristas y, lo peor, boicoteando nuestras propias iniciativas.
Todo esto ocurre producto del cambio de los conceptos ideológicos primigenios, precipitados por la permuta transitoria del estatus social y económico que trastoca la forma de pensar, conducirse y manifestarse. Es lógico que para sobrevivir a estas “ofertas” burguesas, se necesita un antídoto, una vacuna que evite ser presa de la añeja endemia parlamentaria, una gran dosis de compromiso, no pudiendo ser otra que la propia convicción.
Identificadas las causas de los males, le queda al Partido aplicar los correctivos necesarios para cerrar las grietas y fisuras, sobre todo en los militantes privilegiados, quienes gozan de los puestos mejor remunerados. Es decir, necesitamos hacerles “pisar tierra”, recordarles que “son mortales”, lo que implica una rotación de la militancia en los espacios generados por el Partido a todo nivel, solicitando a la secretaría de profesionales nacional las propuestas de los relevos respectivos.
No sorprenda que, aplicado los correctivos, habrá deserciones, se apagarán hasta en las redes, pasarán a una inacción o a la oposición política, migrarán a otras bancadas, etc., pero es peor no asumir nuestra propia realidad, salgamos de los tiempos fáciles donde cualquiera es perulibrista y pasemos a las condiciones donde no todos pueden ser perulibristas. Es momento de purgarnos y la mejor forma de hacerlo es midiendo a la militancia a partir de los tiempos difíciles.
Los correctivos en la bancada deben ser liderados por el líder de la misma, por el vocero parlamentario, sin perjuicio de que el Partido pueda emitir su apreciación respecto del comportamiento de los camaradas parlamentarios. Ingresamos a una etapa donde nos espera una batalla ardua, dura, conspirada, pero no por eso victoriosa.
¡Hasta Más Allá de la Victoria!
