La muerte de Fidel, hoy 25 de noviembre del 2016, es un golpe irreparable para la humanidad, más aún para los pueblos oprimidos de América Latina, África y Asia, a quienes orientó sus mayores esfuerzos en la búsqueda de la utopía socialista. Su desaparición, indiscutiblemente traerá consigo repercusiones mundiales, sobre todo en los pueblos que luchan salir del colonialismo y neocolonialismo, pues era el vivo ejemplo de resistencia y victoria. Jamás pudo ser derrotado, nadie pudo doblegarlo, solo la naturaleza.
Es innegable que Fidel contribuyó a la liberación no solamente del pueblo cubano, sino de varios pueblos del tercer mundo, a quienes coadyuvó en sus luchas de independencia contra el colonialismo y el imperialismo, sin que mediara algún interés material. Puedo dar fe de ese desprendimiento en favor de los más necesitados y de los ingentes esfuerzos que realiza en beneficio de los mismos junto a su heroico pueblo cubano.
Así, la tradición revolucionaria de la sociedad cubana conllevó a una actitud refleja de su pueblo ante las amenazas de la humanidad. Si había una epidemia, los médicos cubanos estaban ahí; si había analfabetismo, los maestros cubanos estaban ahí; si había que defender a un pueblo de las opresiones imperialistas, los soldados cubanos estaban ahí. Eso era la Cuba de Fidel.
Siento en mi sangre el orgullo de haber vivido once años bajo el gobierno de Fidel. Nadie tuvo que enseñarme marxismo, leninismo, martianismo u otro ismo, para entender, justificar y defender la Revolución Cubana donde esté, pues me bastó inmiscuirme en su actividad productiva cotidiana para entender la esencia del proceso. Modestamente me considero un fidelista más.
He sido testigo de cómo es posible que una sociedad pueda sobreponer la dignidad, integridad y autonomía del ser humano sobre las cosas materiales, sobre los lujos, sobre los placeres, sobre lo superfluo, entre otras. Todo esto ha contribuido a que en el mundo ser cubano ya no sea un simple gentilicio, sino una categoría revolucionaria.
Asimismo, pude ver cómo la Cuba de Fidel, pese a las necesidades alimenticias que tenía su pueblo, brindaba ayuda y compartía su pan de cada día con otros pueblos del mundo y bien lo decía el mismo comandante: estamos dando lo poco que tenemos y no lo mucho que nos sobra. Fidel fue el primero en donar su sangre y enviar médicos durante los terremotos de Ancash y Pisco, pues era así, un hombre a quien la solidaridad era como el respirar.
Los aportes de Fidel pueden ser resumidos en haber demostrado que no toda acción violenta es mala, siempre que está inspirada en noble ideales, así su acción guerrillera, como lo dijera él, está absuelta por la historia. Su tesis sobre la deuda externa donde plantea: «la deuda es impagable e incobrable por razones históricas, políticas y matemáticas», permitió que muchos países renegociaran o prescindieran de esta forma de opresión. Sus aportes sobre el medio ambiente, la amenaza de la guerra nuclear y el hambre que acecha al África, son una reflexión obligada que tenemos que ejercitar para sensibilizar nuestras almas en un mundo cada vez más anestesiado.
Creo que entre los más grandes marxistas de la historia Lenin y Fidel han sido los más fáciles de entender, porque no han hecho uso de la prosa burguesa ni burguesoide para llegar con palabras simples al pueblo. La lucidez con la que polemizó, hasta sus Últimos segundos, contra el neoliberalismo demostró la superioridad del socialismo.
A Fidel con justa razón se le puede denominar el paradigma de la cultura revolucionaria contemporánea, cuyo legado no puede enmarcarse solamente al siglo XX, sino también al XXI. Su pensamiento trascenderá muchísimos siglos, pues dudo mucho que alguien pueda ocupar su nivel en tan breve tiempo que nos da la vida.
Tampoco debemos olvidar que fue el presidente que más quisieron matar en el mundo, cerca de mil atentados criminales tuvo que evadir, frente al acecho de la CIA norteamericana y sus socios.
Finalmente, si queremos resumir ¿quién era Fidel? responderemos: simplemente un comunista.