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DISCURSO

Gramsci en la revolución latinoamericana contemporánea

Antonio Gramsci es el marxista de la superestructura, postuló necesario forjar una hegemonía cultural popular que conlleve a cambiar el Estado Capitalista por el Estado Socialista.

La interrogante es ¿qué tan valioso son sus aportes para una revolución social en América Latina?

Para ello recurrimos al libro “Con Gramsci en el ALBA de Nuestra América” (2016) de Luciano Vasapollo e Isabel Monal, importante compendio de ensayos de varios intelectuales rigurosamente seleccionados.

«Gramsci decía que lo más difícil de cambiar en una sociedad es la fuerza de su tradición que lo cimientan la educación oficial, la religión y los medios de comunicación, aparentemente rígido, pero que, en realidad, se transformaba continuamente. «Planteó que el dominio de una sociedad se fundamenta en la hegemonía cultural del opresor, tras lograr un consenso con la clase dominada, y que para ello el Estado tenía diversos mecanismos.

Sin hegemonía, perdería legitimidad. La hegemonía es sostener un ethos cultural que permite vivir ordenadamente, bajo un proyecto político, que consolida un sujeto comunitario. Este ethos cuando se desarrolla lo suficiente exige la creación de nuevas leyes acorde a la nueva cultura de vida, un nuevo poder. Por otro lado, Gramsci plantea que es la hegemonía cultural popular la única que puede eliminar definitivamente un modelo de Estado, sustituyéndolo por otro.

Otro aporte de Gramsci es que en las sociedades modernas el poder estatal no es el que realmente se nos presenta, eso solo es la cúpula, solo la avanzada, a esto le llamaba Estado Restringido, constituido por los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, pero, además, existe el Estado Ampliado, constituido en el sector privado por los grandes empresarios y en la población mediante organismos que se hacen llamar Sociedad Civil, actualmente dominada por ONGs, cuya misión es resguardar el núcleo duro del poder político, frenando los impulsos revolucionarios.

En 1946 nacieron estas ONG, en 1968 pasan a integrar los consejos consultivos de la ONU y se multiplican en la década del 70, asumiendo nuevas peculiaridades como su financiamiento por la casta empresarial y el tesoro público, revestidas de consultorías y en el colmo de la hipocresía se presentan como contrapuestas al Estado.

Gramsci es un seguidor y enriquecedor de Marx; no es el Gramsci que “revisa” a Marx, ni funda una nueva teoría. En realidad, el pensamiento gramsciano es la teoría marxista y leninista enriquecida. La mayor fortaleza de la izquierda latinoamericana es haber logrado un discurso antineoliberal que ha permitido varios triunfos electorales en el continente. Ahora, para defender esos triunfos, Gramsci llamaba así a formar una nueva intelectualidad orgánica que defienda la revolución recomendando que todo grupo que detente el poder debía hacerlo, si desea sobrevivir.

Finalmente, como decía Hidalgo, debemos orientarnos al proyecto económico de un “Consenso Sin Washington”.»

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