Para entender este artículo es necesario contar con una gran dosis de perseverancia política en aras de lograr la tan añorada unidad de la izquierda peruana.
Tras fracasos aislados, estamos conscientes que la unidad es la única fórmula de avance para la izquierda peruana, caso contrario estamos condenados al ostracismo político.
El referente más cercano y concreto de la unidad de izquierda reportado en el Perú se dio en la década de los 80, su éxito fue precedido por varios intentos que finalmente dieron sus frutos.
Si nos preguntáramos cuál fue el fenómeno que permitió la fusión de los partidos que la integraban, creo que el programa no tuvo tanto fuerza, sino el reparto equitativo y proporcional de las candidaturas congresales y el consenso de la candidatura presidencial, en medio de una vorágine electoral que debía enfrentar en debut la izquierda peruana.
Digo lo anterior porque la unidad de izquierda, tuvo un efímero tiempo de vida media, mantuvo su alianza en el Parlamento los primeros años para luego ser continuado por un secesionismo tan marcado, por intereses personales y de grupos, que la conllevaron a perder su arquitectura unitaria y su misión programática.
El final no fue feliz, pero es el mejor referente de unidad que logró la izquierda peruana, más aún en una década donde por primera vez se le permitió participar en elecciones generales y fue la bancada más numerosa en Suramérica.
En los tiempos actuales ¿es sensato seguir perseverando en la unidad? ¿qué requisitos deben anteponer este proyecto? ¿qué elementos la cohesionan y cuáles la dispersan?
Creo que la brega por la unidad no solo es sensata, sino imprescindible y coyunturalmente favorable en estos tiempos frente a la descomposición orgánica y moral de la derecha peruana.
Para hacerla real, es necesario contar con requisitos vitales para que esta unidad sea viable. Lo primero es contar con una inscripción legal que permita el concurso electoral del frente, la identificación de los principales liderazgos de rango nacional y su predisposición a forjar el frente, la existencia de una construcción organizacional mínima en cada polo del país, un aparato de propaganda que difunda e impregne colectivamente el objetivo del frente y una base económica elemental que garantice la movilización nacional.
Existen asimismo elementos que dispersan la unidad como el anuncio de alguna candidatura nacional antepuesta condicionalmente para el inicio de las conversaciones, craso error, así la candidatura sea ideal, ahí comienza su deterioro. Necesitamos de una gran dosis de humildad y desprendimiento, como valores imprescindibles en una misión como ésta.
Considerando este último elemento, seguimos en lo mismo, la unidad tras la condicional de candidaturas y cargos, aunque duela, es una verdad irrefutable. Se dice que vaya el mejor, pero, ¿cómo convencer al otro que es el peor o por lo menos el menos mejor? Definitivamente nuestro plan consiste en promover una sola candidatura y un solo programa.
José Carlos Mariátegui, nos dejó un legado importante en estos casos al manifestar que, en un trabajo colectivo, cada hombre debe contentarse con un puesto de combate, pues no todos pueden encaramarse tras un cargo. Para entender este mensaje tan elemental, no es necesario ser un erudito, sino entender la teoría del zig-zag para llegar a la cumbre.
Si tras una autocrítica cada organización política conoce de sus potencialidades y debilidades, si ésta es hecha atendiendo a categorías dialécticas, cada uno sabrá en qué trinchera situarse sin mayores dudas, porque atendiendo a la ley de los cambios cuantitativos y cualitativos, cada uno es consciente del lugar que le corresponde.
No exageramos cuando decimos que en nuestro andar diario el pueblo exige unidad de las fuerzas de izquierda, independientemente que entre las mismas persistan diferencias insalvables, la población los percibe por igual. ¿Qué sucede si seguimos persistiendo en la dispersión de izquierda? dos cosas, desorientamos al pueblo en hacerlo consciente del real adversario derechista y no podemos exigir unidad al pueblo en esta misión cuando los líderes son incapaces de hacerlo o por lo menos intentarlo seriamente.
Las últimas décadas la izquierda peruana, el mayor torrente popular, está perdiendo por walk over al no tener candidato único y partido propio, lo que colige que su mayor problema no es la unidad sino la organización. Su actuar se reduce al triste papel dirimente para elegir entre dos partidos de derecha que logran pasar a la segunda vuelta. Así se dan triunfos a partidos que creemos son el mal menor, y lo peor de todo es que, luego del proceso electoral, se olvidan de su propia tarea de organizar el partido, poniendo en hombros el partido electo todas sus esperanzas.
Algunos líderes deben su presencia a la asistencia mediática de quienes quieren crear una izquierda de la derecha, una izquierda amoldada o menos radical, como manifiestan. Sabiendo que este elemento es decisivo para la victoria van a recibir presiones mediáticas de cualquier tono, sobre todo castigados con la indiferencia o invisibilidad y es ahí donde uno se convence si depende del sesgo periodístico o de la fortaleza de su postura y sus bases organizadas.
Siempre existirán quienes persistan, aun sabiendo que si vamos solos vamos al abismo, en el infantilismo de izquierda basado en el puritanismo ideológico o político. Este fenómeno que, a través de los años, amenaza en convertirse una fuerza de tradición, es el mayor peligro que afronta la izquierda peruana, pese a contemplar victorias electorales tras voluntades unionistas como en Ecuador, Bolivia, Venezuela o Argentina.
A éstos últimos amigos, debemos ponerle en tapete la experiencia en la derrota del zar, es decir, coadyuvemos en última instancia al triunfo de la minoría más cercana a la izquierda, para luego darle pase al triunfo de la mayoría de izquierda.
DISCURSO DEL SECRETARIO GENERAL NACIONAL DEL PARTIDO POLÍTICO NACIONAL PERÚ LIBRE, DR. VLADIMIR CERRÓN ROJAS, CON MOTIVO DEL II ENCUENTRO NACIONAL DE ORGANIZACIONES DE IZQUIERDA VOCES DEL CAMBIO EN LA CIUDAD DEL CUSCO.
UNIDAD DE IZQUIERDA PIEDRA ANGULAR DE LA VICTORIA
¡Proletarios de todos los países, uníos!Camaradas:Se necesita una gran dosis de humildad para reconocer en los otros sus capacidades, virtudes y avances como conductores sociales en la política. En otras palabras, necesitamos gran dosis de humildad para lograr la unidad de la izquierda en todo nivel, mundial, latinoamericano y nacional. La unidad mundial de la izquierda hoy más que nunca es una necesidad imperiosa, por lo cual es necesario informarse de su realidad y articular fuerzas conscientes que implique no desentendernos de la opresión ejercida por las potencias mundiales a los pueblos del mundo. La izquierda peruana lamentablemente se ha tornado indiferente en esta causa, necesita hacer sentir su voz de protesta frente al genocidio palestino por parte de Israel; del genocidio saharaui por parte de Marruecos; del genocidio yemenita por Arabia Saudí; de la brutal represión en Francia contra los Chalecos Amarillos; de la neocolonización de los países árabes y el derrocamiento de sus líderes, mediante intervenciones militares y apropiación de sus recursos; de la guerra fría entre las potencias mundiales; del arresto de Julian Assange por orden de Estados Unidos, entre otros acontecimientos. Si se quiere pasar del sentimiento a la conciencia de izquierda, es necesario que nuestros partidos pasen de la contemplación a la acción, redactando manifiestos, organizando marchas y plantones, denunciando y rechazando los crímenes de lesa humanidad perpetrados por la derecha mundial. Pero, debe tomarse en cuenta que cuando la izquierda empiece una acción decidida, no debe jugar al insurrecto, debe asumirlo como tal, porque retroceder a la mera resistencia, ya es perder. La unidad latinoamericana de la izquierda es sumamente importante, más aún en un continente que lucha cada día por su soberanía, no pueden apartarnos fronteras jurisdiccionales ni presiones mediáticas, si bien los territorios no se mueven, nuestras ideas, nuestra solidaridad y nuestra protesta sí lo puede. Intelectuales orgánicos de la derecha trasmiten la idea de que cada país tenga su propia filosofía para resolver sus problemas nacionales y nos quieren inducir al rechazo de las ideas que han triunfado en otros lugares del mundo, pero la izquierda debe rechazar esta forma de pensar que solo tiene el objetivo de desarticular la unidad revolucionaria de latinoamericana. Esta es la razón por la que debemos expresar y defender con claridad y solidez las conquistas del socialismo en América y el mundo. Finalmente, atendiendo al legado del materialismo histórico, por la misma bifurcación abismal subsistente entre las clases sociales en nuestro país, lo inmediato no es discutir si la ideología es nacional o extranjera, sino lo inmediato es discutir qué ideologías están todavía al servicio de los opresores y cuáles al servicio de los oprimidos. Como producto de las políticas socialistas que iban tomando cuerpo en Latinoamérica en las décadas de 1960 – 1980, la derecha, asesorada intelectualmente y logísticamente por la CIA de los Estados Unidos, optó por la implantación de golpes de estados fascistas, y de esos ejemplos tenemos hasta en nuestro país, sin embargo, podemos afirmar que, pese a estas adversas condiciones, de no haber existido izquierda latinoamericana, hubiéramos terminado aceptando la consolidación de un continente fascista, que la derecha no ha tenido reparos en ocultarlo en múltiples ocasiones, celebrando genocidios, golpes de Estado, represiones, asesinatos extrajudiciales selectivos, etc., lo que se conocía como el Plan Cóndor I. En estas últimas décadas del 2000 – 2019, estos golpes ya no son de esa naturaleza, sino se dan con guantes de seda, derrocando adversarios políticos de izquierda mediante el desprestigio mediático, la persecución judicial, los golpes parlamentarios y los golpes mediante los referéndum «constitucionales» y bloqueos económico financieros como los sostenidos en Cuba, Venezuela y Nicaragua, a lo que Correa denominó Plan Cóndor II. Con el triunfo de Lenin Moreno en Ecuador y su genuflexión total a la hegemonía norteamericana, debemos aprender una gran lección. Primero, que cuando se llega al poder, no estamos yendo de compras o de vacaciones, sino estamos yendo a quedarnos para generar un nuevo poder democrático, lección no aprendida por Correa. Así, Lenin Moreno llegó al poder y convocó a un referéndum cuyo resultado impide postular nuevamente a Correa, cumpliéndose la premisa mencionada. Segundo, para entender fracasos de procesos similares en Latinoamérica es necesario saber diferenciar el socialcristianismo, el socialdemócratismo, el socialnacionalismo y el socialpacifismo del socialismo, pues todos los mencionados tienen el fin de liquidar el marxismo de nuestro continente. Por estas razones, para contrarrestar todas estas corrientes y ataques sistemáticos, es necesario la unidad del pueblo suramericano y a ello responde la crearon del Foro de Sao Paulo (FSP), el Encuentro Latinoamericano Progresista (ELAP), entre otros intentos, para sintonizarnos en un solo dial político, ideológico, moral, ético, organizativo y por ende, de lucha. Dirección suramericana que esperamos que algún día también sea conducida por Voces del Cambio (VC). Finalmente, debemos considerar que la unidad no solo debe ser entre los revolucionarios de las naciones oprimidas, sino también con los revolucionarios de las naciones opresoras. ¡Claro que existen!, por ejemplo, nadie todavía ha intentado unirse a los movimientos revolucionarios de los Estados Unidos. El FSP tiene una responsabilidad histórica en esta tarea, razón por la cual Fidel Castro tenía una premisa casi religiosa: «Nunca debemos descuidar la unidad de los revolucionarios». La unidad nacional de izquierda debe definirnos ideológicamente sin temores, pues no hallamos a alguien que se arrogue izquierdista cuando es antimarxista, antileninista, antifidelista, antiallendista, antimariateguista, anti- Valcárcel, anti-Uriel García, anti-Encinas, anti-Germán Caro, anti-Guardia, anti-Flores Galindo, antiarguediano o anti-Vallejo. Pero, la deuda más grande que tiene la izquierda peruana con el pueblo es no haber preservado la unidad forjada por Barrantes que tuvo dos logros altamente significativos. Primero, fue la primera vez que la izquierda participa en un proceso electoral, después de un historial de dictaduras. Segundo, fue la bancada parlamentaria más numerosa de la izquierda en Latinoamérica. Es evidente a la luz de la historia que los intentos de unidad han sido boicoteados cíclicamente por intereses personales y de grupos políticos de izquierda, centro izquierda, liberales de izquierda, seudoizquierdas e infiltrados en la izquierda, para lograr su quiebre. Con este triste accionar la izquierda solo pasó a ser el árbitro dirimente entre los competidores de derecha, inclinando la balanza al que consideraba el «mal menor». Con esto quiero decir que la desintegración de la izquierda tiene causales externos e internos. En el Frente Interno, tenemos el individualismo, la inorganicidad, el sectarismo, el oportunismo, el espontaneísmo, el revisionismo y la falta de cuadros o relevos generacionales, por lo que estamos en la misión de identificar y eliminar cualquier amenaza, cuyo remedio es la expulsión, pues en estos casos optar por el convencimiento y la reflexión ideológica nos conllevará a la parálisis política. Respecto al Frente Externo, constituido principalmente por el poder mediático e instituciones transnacionales, necesitamos aplicarle la receta de generar nuestros intelectuales orgánicos, voceros preparados con capacidad de polémica, con dominios ideológico, político y programático, capaces de contrarrestar en el campo de las ideas. Mientras intentamos la unidad para estructurar el frente de izquierda, todos parecemos convencidos de la tarea, vamos por el compromiso social, exponemos nuestra filantropía, pero esto se fractura cuando se presenta una minicrisis que pone al descubierto la real correlación de la práctica respecto a la teoría. Esta minicrisis, tan necesaria por cierto, generado por el oportunismo, se llama cuoteo. Ahí, como una radiografía, evidenciamos la verdadera personalidad clasista de cada uno de nosotros, sale a relucir el llamado sello de clase, que independiente de nuestra extracción y situación, sobrepone nuestra posición de clase. Muchos quieren ir tras la misma candidatura, tras la misma curul, pocos se ponen a la espera donde el partido lo requiera. Frente a este secular problema, José Carlos Mariátegui manifestaba que en un trabajo colectivo cada hombre debe asumir un puesto de combate, no es posible que todos quieran ir tras un solo espacio. Como expresaba un clásico, existen muchos hombres y a la vez ninguno, por la falta significativa de líderes y cuadros para dirigir todo el pueblo, inclusive los espacios o grupos aparentemente irrelevantes. Todos quieren ser líderes de arriba y pocos o nadie líderes de mediana jerarquía, y eso no contribuye a forjar la unidad. Esta premisa es muy cierta porque hay quienes creen que toda unidad, solidaridad, sacrificio y flexibilidad, deben estar tras su espalda y nada delante de ellos. Son justamente algunos compañeros equivocados que boicotean una noble causa social como la revolución, pues su mezquindad es la expresión psíquica consciente e inconsciente de quien se oculta en el movimiento para lograr misiones o tareas de derecha en el seno izquierdista. Esta es la razón por lo que la unidad no implica aceptar un torrente sin filtros. Pero, ¿cuáles son esos filtros?, los antecedentes políticos, la existencia o ausencia de organización primigenia real, el éxito o fracaso de gobierno a que hayan logrado sus dirigentes, grado de simpatía o rechazo popular, cumplimiento de tareas asignadas, entre otras. Necesitamos unidad para enfrentar al sistema neoliberal, el mismo que está diseñado según la voluntad de los económicamente pudientes y precisamente es todo lo contrario a lo que nos inculca la escuela oficial donde nos enseñan que el Estado se crea para defender a las mayorías, a los pobres y a los excluidos, cuando en realidad el Estado se diseña para todo lo contrario, para defenderse de las mayorías, de los pobres y de los excluidos. El intento unitario está en la obligación de generar una vanguardia sólida, pero esta sola no garantiza el triunfo, sino es necesaria que esa vanguardia sea de la simpatía de las grandes masas populares, estas se identifiquen con ella y presten apoyo directo, caso contrario, estaremos ante el peligro de quemar nuestros liderazgos, caer en la parálisis y quizá en la extinción. Pues no solo se necesita unidad para tomar el poder, claro que no, se necesita unidad para sostenerse en el poder y para ello debe establecerse una unidad mayor entre el gobierno de izquierda y las masas populares, ¿cómo?, delimitando las funciones del gobierno y las del Partido. El gobierno hace obras, mientras que el Partido crea la conciencia popular que apoya las conquistas del gobierno. Hay quienes han manifestado acertadamente que el problema de izquierda no es tanto la unidad, sino la organización de un Partido, que respete la democracia interna y cumpla su programa de gobierno. Una vez que esto ocurre, el Partido coge cuerpo, afina su dirigencia de vanguardia y casi por gravedad, no por espontaneísmo, el pueblo engrosa sus filas. Hoy que alguna facción de la izquierda capitalina está golpeada, condición que no nos alegra de ningún modo y nos afecta en la psicología colectiva, la esperanza está puesta en la izquierda provinciana, en la izquierda que va de la mano con su pueblo sin ningún tipo de complejos, en la izquierda descentralista, en la izquierda organizada al interior, en la izquierda que no acepta contribución económica de quienes explotan al pueblo, pero eso sí: en la izquierda que tiene la capacidad de unificarse para enfrentar grandes batallas. Perú Libre es un partido joven, quizá el único partido provinciano de izquierda que tenga el Perú, que se creó y preservó para servir como una herramienta política popular. No es en ningún sentido un proyecto personal ni de grupo, es un proyecto del Perú Profundo donde las fuerzas de izquierda pueden integrarse, donde todos nos obligamos a lograr el triunfo y mantener la unidad. No solo estamos unidos por la solidaridad de clase, sino también por la acción de nuestros adversarios. Esos mismos que nos llaman terroristas cuando expresamos una crítica a la derecha, que nos dicen que profesamos ideas trasnochadas, esos que utilizando sus medios censuran a todo lo que sea y parezca de izquierda, aquellos que en su desesperación tratan de invisibilizarnos, pero a la vez, desarticularnos. Todas las fuerzas deben unirse en torno a las tareas impostergables del pueblo peruano las mismas que reclaman una nueva Constitución Política del Perú que contemple, entre otras, la revisión de las privatizaciones de nuestras empresas estatales, la revisión de los contratos ley, la renegociación del reparto de utilidades, definir el carácter de la consulta a los pueblos que debiera ser vinculante y soberana, la recuperación y defensa de nuestros recursos estratégicos, etc., es decir, el paso de una Constitución individualista, mercantilista, privatista y entreguista a una Constitución solidaria, humanista, socialista y nacionalizadora de nuestros recursos. Si es que a partir de este intento de unidad, las agrupaciones existentes deciden forjar un frente político electoral y evitar la duda y la subsecuente dispersión, el bloque debe marchar tras un solo candidato, un solo partido y un solo programa, ratificando la histórica frase: “El pueblo unido, jamás será vencido”. Gracias,
Cusco, 1 de junio del 2019
Vladimir Cerrón Rojas
Secretario General Nacional del Partido Político Nacional Perú Libre
«La unidad es compleja, pero no hay que hacerla más difícil»