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Pugnas geopolíticas por el Megapuerto de Chancay

Pugnas geopolíticas por el Megapuerto de Chancay

Vladimir Cerrón

No cabe duda que la República Popular China está reconocida como la primera potencia económica del mundo. Como es natural, su hegemonía basada en el socialismo de mercado difiere mucho de la economía social de mercado de EE. UU., pero a la vez guardan algunos puntos en común.

Lenin decía en su obra El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo (1916), que el sistema capitalista tiene dos fases bien marcadas. La primera corresponde al libre mercado y la segunda, al monopolio empresarial y financiero. Estamos en la segunda fase capitalista, por tanto, disputarse los espacios claves para el control exclusivo del mercado internacional se torna de vital importancia para cualquier potencia.

La tesis leninista hace un razonamiento preciso sobre el origen y la naturaleza del monopolio y lo define como una hija de la política colonial. Los países invasores antes gozaban de la exclusividad en la explotación del país colonizado. Los colonialistas han tratado de justificar estas ocupaciones bajo el pretexto haber llevado la civilización por el bien de la humanidad. Actualmente, persiste, pero se da en otras esferas, pretextando que nuestro desarrollo está en dependencia de las inversiones que ellos hagan en nuestro país.

No dejan de tener razón en gran medida, pero nos ocultan que su capital financiero del que tanto hablan en su país no tiene sentido invertirse debido al grado de desarrollo y madurez económica que han alcanzado, por tanto, la exportación de capitales para ellos se convierte en un imperativo. Para ello, se escogen países del tercer mundo donde los terrenos son de bajo precio, la educación limitada a lo elemental, el avance tecnológico primario, la mano de obra barata y sus materias primas no han sido del todo explotadas.

Ubicado el país, se despliega un movimiento a través de las “esferas de influencia”, la que “reemplaza a la competencia en el libre mercado”, que les permite llegar al gobierno y firmar con el Estado convenios ventajosos, donde la inversión para construir una obra es solo la punta del icerberg de los beneficios que obtendrán, condicionando la transacción de su capital al logro de operaciones rentables, beneficios monopolistas, inversiones concurrentes, cercanía a yacimientos de recursos estratégicos, compra de sus productos, manejo del transporte aledaño, etc. Simplemente, si no hay estas condiciones, no se invierte.

En otras palabras, la obra beneficiará mucho más a los capitalistas que al país receptor. En la misma obra, Lenin mencionaba: En estas transacciones internacionales, el acreedor casi siempre obtiene un provecho extra: una cláusula favorable en un tratado comercial, una explotación carbonera, un contrato para construir un puerto, una concesión jugosa o un pedido de armas”.

Así, la inversión inicial sirve solo como un vehículo o un eslabón a través del cual fluirán nuestras materias primas al exterior, muchas veces sin valor agregado, y en el colmo de los hechos, hacen que el Estado los cofinancie. Eso es lo que ha ocurrido con la inversión del Megapuerto de Chancay, que cuenta con capitales de la empresa estatal china Cosco Shipping Ports Limited y capitales peruanos de la compañía minera Volcan.

Para uno que sabe, el ABC del imperialismo es absolutamente normal. El Perú tiene reservas mineras de cobre, plomo, zinc, estaño, plata y oro, cuya explotación representa más del 70% de nuestras exportaciones. Estos commodities (materias primas), tienen gran demanda en el mercado asiático, los que, a través de este megapuerto y los mineroductos en construcción, podrán exportarse a menores costos, en barcos más grandes, ahorrando horas de viaje, venderlos más ventajosamente y, lo más importante, haciendo que Chile y Ecuador tengan que depender del puerto peruano.

Esta última ventaja descrita ha generado un conflicto geopolítico con el “dueño” del continente, los EE. UU. Este país ha presumido del control total de Latinoamérica y ven amenazados sus intereses económicos ante el avance de China, además de otro gigante como Rusia, que ha comenzado con sus inversiones en Venezuela, ambos adversarios geopolíticos, comerciales, financieros y militares.

Nuestro país posee una localización estratégica que permite el control de los países aledaños y del océano Pacífico. Las inversiones chinas en el Perú han ido desplazando a las norteamericanas, alemanas y canadienses. China tiene un total de 170 empresas de capital estatal en el Perú, que representa una inversión de más de 30 mil millones de dólares, con presencia en los principales yacimientos mineros de Toromocho, Las Bambas y Marcona, además de contar con China Three Gorges que compró Luz del Sur y la Central Hidroeléctrica de Chaglla.

Ante esta situación la Autoridad Portuaria Nacional (APN) del Ministerio de Transportes y Comunicaciones (MTC), a través de su Procuraduría, ha presentado una demanda contenciosa administrativa para declarar la nulidad del acuerdo que ellos mismos firmaron, publicado en el diario oficial El Peruano el 11 de febrero del 2021, donde otorgaron los beneficios monopólicos siguientes: “Artículo 2.- Otorgar a la empresa la exclusividad de la explotación de los servicios esenciales en la infraestructura portuaria; y el Artículo 4.- El proyecto será de titularidad privada, uso público, marítimo y de alcance nacional, cuya actividad esencial es multipropósito para carga de graneles sólidos, líquidos, carga rodante y contenedores”. Firmado por el presidente del directorio de la APN, Carlos E. González Diez Canseco.

Está claro que esto no nació espontáneamente, sino que responde al interés de los EE. UU. de bloquear las inversiones chinas, existiendo para ello un sistema judicial influenciado por el país del norte, que pudiera afectar seriamente la seguridad jurídica. Este bloqueo a China, sin dudas, tiene la autorización del más alto nivel en el Perú, de un gobierno que, si no es por su servilismo yankee, ya se hubiera caído.

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Sobre el deber revolucionario de Perú Libre en el Parlamento

Sobre el deber revolucionario de Perú Libre en el Parlamento

Vladimir Cerrón

Los grupos radicales, sobre todo de izquierda, siempre han tenido un discurso contra la existencia del Parlamento, sin embargo, una vez instalados en el poder y fundado el nuevo Estado, terminan instalando uno. Entonces, deducimos que el problema no es la existencia del Parlamento en sí, sino su estructura y espíritu, los que están en cuestión.

En los países socialistas se opta generalmente por un parlamento unicameral y se sustituye la denominación de Congreso por la de Asamblea Nacional Popular, Asamblea del Poder Popular o Cámara Popular. Ahora, no basta cambiar la denominación de la representación, ni optar solo por la unicameralidad, si no se cambia la estructura interna, el espíritu institucional. Por tanto, es necesario cambiar la forma y el contenido, porque dialécticamente la forma sí influye en el contenido y viceversa.

Lenin decía que salir del parlamentarismo no es abolir su representatividad y elegibilidad, sino transformarlo de un lugar de charlatanería, lobbismo y cabildeo, en un «centro de trabajo», y criticó a La Comuna de París que no debió restringirse a mantener la corporación parlamentaria, sino que debió transformarlo en una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa.

Ahora, la bancada de Perú Libre debe preguntarse a conciencia: ¿qué significa en la práctica convertir al Parlamento en un “centro de trabajo”?, pues como lo planteaba Lenin, debe ser una corporación de trabajo, que siga legislando, fiscalizando y representando, pero además impone cuatro condiciones:

Primero, retirarse los privilegios que hábilmente la burguesía ha concedido para que nuestros representantes se sitúen por “encima” del pueblo. Lenin sostenía en su obra cumbre El Estado y la Revolución que el parlamentario revolucionario es capaz de hacer el trabajo de calidad con el mismo sueldo de un obrero calificado. A la letra dijo, respecto de la alta remuneración: “se las puede (y se las debe) despojar de toda sombra de algo privilegiado y jerárquico”.

Así, respecto al sueldo congresal, la Constitución de la República Socialista de Cuba dice en su artículo 115: “La condición de diputado no entraña privilegios personales ni beneficios económicos. Durante el tiempo que empleen en el desempeño efectivo de sus funciones, los diputados perciben la misma remuneración de su centro de trabajo y mantienen el vínculo con este, a los efectos pertinentes”.

Segundo, la revocabilidad del cargo. Este derecho del pueblo no se puede ejercer, puesto que el Parlamento se ha blindado para ser inmune al control popular. En nuestra legislación todas las autoridades de elección popular, como alcaldes, gobernadores, regidores y consejeros son revocables, excepto el presidente de la República y los congresistas. 

Tercero, la piedra angular, es que nuestros parlamentarios «tienen que trabajar ellos mismos, ejecutar ellos mismos sus propias leyes, comprobar ellos mismos los resultados, responder ellos mismos directamente a sus electores«. En otras palabras, que nuestros parlamentarios promuevan, aprueben, ejecuten y respondan por sus leyes, haciendo que ellos mismos se sometan a la legislación en las mismas condiciones del pueblo, cosa que no ocurre actualmente.

La URSS convalidó lo dicho por el líder bolchevique, logrando convertir a un país agrícola, con hambruna y en guerra, en una potencia política, económica, social, militar y científica. Esto fue realizable porque los políticos se sometieron a las mismas reglas y los efectos por ellos legislados.

En otras palabras, ¿qué debiera hacer nuestra bancada si realmente es revolucionaria? Por ejemplo, si se aprueba una ley en la Comisión de Salud del Congreso de la República respecto a mejorar la atención de los pacientes, los parlamentarios, debieran renunciar a sus seguros médicos privados, atenderse en los hospitales del Estado (Minsa o EsSalud) y, tras ello, balancear los resultados para ver si la ley es justa, oportuna, efectiva, dañina o no responde a las expectativas populares. Ese es el “centro de trabajo” parlamentario revolucionario del que hablaba Lenin.

Cuarto, actuar en un Parlamento contrarrevolucionario, como el actual, requiere una estrategia clara, cuya meta es la revolución socialista, pese a las duras condiciones de dominio capitalista. La arena parlamentaria no será sino el terreno para la agitación política que eleve la conciencia de las masas, fortalezca su organización, lo prepare para el combate y exhiba las contradicciones insalvables del capitalismo. Esta táctica debe ser el producto preciso de cómo lo permitan las condiciones objetivas, del análisis concreto de la situación concreta y nunca de nuestra subjetiva percepción revolucionaria.

En varias ocasiones, los camaradas han criticado las coincidencias en las votaciones de nuestra bancada con la derecha o los caviares, pero deben entender que el único fin de esa coincidencia es “romper todo frente popular burgués”, como dijo Lenin. Recordemos que enfrentamos al fujimorismo (y sucedáneos), que constituye un partido de derecha con base popular.

Para cerrar estos cuatro puntos, debemos recurrir a la conclusión de Lenin: “La completa elegibilidad y la revocabilidad en cualquier momento de todos los funcionarios, la reducción de su sueldo hasta los límites del “salario corriente de un obrero”, estas medidas democráticas, sencillas y “comprensibles por sí mismas”, al mismo tiempo que unifican en absoluto los intereses de los obreros y de la mayoría de los campesinos, sirven de puente que conduce del capitalismo al socialismo”.

Debemos tener claro que nuestro Parlamento, como órgano neoliberal, al igual que las otras instituciones, constituye un “cerrojo del sistema”, comportándose como el principal método de dominación social, el campo de batalla de los intereses políticos, la institución jurídica que convierte en ley el deseo de la clase opresora, el que decide qué métodos de lucha política son los aceptados y el encargado de boicotear las iniciativas  que intenten resolver los problemas de modo revolucionario, garantizando su hegemonía. 

Por esa razón Lenin, era más radical al mencionar que los parlamentarios revolucionarios “no debe crear ilusiones constitucionalistas”, porque toda reestructuración de las relaciones de poder (Asamblea Constituyente de la Duma) en estas condiciones, solo sirve para fortalecer al Estado capitalista, aspecto que Perú Libre debe volver a reevaluar.

Sin embargo, toda lucha es útil para el pueblo en cualquier arena, aun en el Parlamento más reaccionario, por lo que Lenin concluía que: “la lucha parlamentaria es solo una pequeña etapa, una estación ferroviaria menor, en el camino de la constitución de la revolución, por lo que puede servir indirectamente al desarrollo de esa lucha”.

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Lenin y Cáceres

Lenin y Cáceres

Vladimir Cerrón

En su espectacular obra El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo, Lenin puntualiza cómo las colonias le significaban más rentabilidad a las metrópolis y que estas se convertían en un Estado rentista o parasitario, pero con mejor estatus de vida: «Entre 1865 y 1898, la renta nacional de Gran Bretaña aproximadamente se duplicó, mientras que los ingresos procedentes “del extranjero” se multiplicaron por nueve«.

Esta fecha coincide con la Guerra del Pacífico (1881) y el Contrato Grace (1888) firmado por Andrés Avelino Cáceres, quien entregó por 66 años a los financistas de Chile. Antiguamente, la potencia económica de los estados se medía por la extensión de línea ferrocarrilera bajo su control, en su país y en sus colonias.

En el Contrato Grace, el Brujo de los Andes, entregó a Gran Bretaña, específicamente a Inglaterra, los ferrocarriles: Mollendo-Arequipa-Puno-Juliaca-Santa Rosa, Pisco-Ica, Callao-Chincha, Lima-Ancón, Chimbote-Suchimán, Pacasmayo-Guadalupe, Salaverry-Trujillo-Ascope, Paita-Piura y Callao-Lima-Chosica. Asimismo, las concesiones de guano de isla. La navegación del lago Titicaca. Los muelles: Mollendo, Pisco, Ancón, Chimbote, Pacasmayo, Salaverry y Paita.

El Perú pagó en demasía, como lo dijo el presidente Guillermo Billinghurst, en su informe en el Congreso el año 1913, pues el valor de los bonos de la deuda externa solo llegaba a la cifra de 2.368.832 de libras esterlinas y se pagó 18.204.628 libras.

No debemos juzgar a Cáceres porque finalmente, él era un terrateniente, de posición de clase oligarca, que solo utilizó la Campaña de la Breña, como campaña política para llegar a la presidencia, el resto es retórica, nada más.

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Entrevista a Álvaro García Linera: “Soy un leninista de la NEP” 

Entrevista:                                                                                    Álvaro García Linera: “Soy un leninista de la NEP”

Entrevista: Álvaro García Linera: “Soy un leninista de la NEP”

La revista digital Jacobín entrevistó a Álvaro García Linera, ex vicepresidente de Bolivia y uno de los más destacados intelectuales latinoamericanos. Las lecciones del golpe de Estado, el balance de los gobiernos progresistas, la relación del Estado con los movimientos sociales, el vínculo con la burguesía, las vías hacia el socialismo. Nada menos.

Revista Jacobin*- 12.10.2021

Por Martín Mosquera y Florencia Oroz

La primera pregunta, ineludible, es sobre el balance del último año, es decir, el ciclo que se extiende desde el golpe de Estado de 2019 hasta la nueva victoria electoral del MAS. Tus análisis sobre el golpe se centraron en la dinámica generada en torno a las clases medias tradicionales. ¿En qué medida la evolución de los acontecimientos modifica o confirma esa caracterización?

 AGL

Los golpes de Estado siempre son maquinarias conspirativas de grupos muy reducidos, pero su viabilidad no radica en este factor. La viabilidad para un golpe de Estado radica en la existencia de un sector social que lo habilite, que le abra las puertas, que cree cierta predisposición, disponibilidad, apetencia y receptividad a una ruptura del orden constitucional y de la democracia. 

Ciertamente, dentro del grupo que ha conspirado se cuenta un conjunto de generales –de las Fuerzas Armadas, de la Policía–, un conjunto de empresarios, que ha puesto el dinero para sobornar oficiales y mandos de tropa, y también, claro, Almagro, el Departamento de Estado, algún funcionario de la Iglesia Católica y algún expresidente (dos expresidentes, de hecho). Digamos que hay un núcleo que ha articulado el acto sorpresivo y de fuerza. Pero esto no ha surgido de la nada: en los últimos cuatro años se fue formando un colectivo social, un sector social enfurecido y cada vez más resistente a la democracia. Ese sector fue la clase media tradicional que, a través de sus debates, de su discurso racializado, de sus editoriales, de sus grupos en las redes sociales y de su léxico fue generando una predisposición para una solución de fuerza, para una solución autoritaria.

Creo que esta es la explicación. De hecho, modestamente, no creo que haya otra explicación sólida y consistente que funcione para explicar tanto el golpe de Estado como lo previo y lo posterior. El resultado final es que esta clase media tradicional no puede creer lo que ha sucedido, y entonces sale a hincarse delante de los cuarteles para que den otro golpe. Sus editorialistas, sus líderes cívicos y sus redes comienzan a opinar que ha habido fraude. No hay pruebas, pero no importa: ha habido fraude porque si los indios ganan, lo han hecho con fraude. Siguen siendo los mismos. Ese bloque social, que es el que ha dado sustento al golpe, no ha variado.

Todo golpe de Estado es una articulación entre una élite pequeña, reducida, que tiene la capacidad de desentrañar el sentido de la acción, con un grupo social que la mantiene, la alimenta, la respalda, la aplaude, que la apoya en sus redes, en sus editoriales, en sus consignas… Ese grupo social sigue ahí. Esta clase media tradicional, que se rebeló contra la igualdad para intentar contener este proceso de democratización del consumo, del estatus, del reconocimiento, del acceso a bienes, sigue ahí. Derrotada, porque el mundo resultante no ha sido su mundo. Le fue mal –y le va a seguir yendo mal– porque ya es una minoría; es, en cierta manera, una minoría en decadencia.

 MM / FO

Una cosa que sorprendió a todos en noviembre de 2019 fue la poca capacidad de respuesta popular y gubernamental ante el golpe. ¿No asistimos a una repetición del problema de Allende, de la excesiva confianza en la «neutralidad de las FF. AA.»? Esta inacción, a su vez, contradice tu propia concepción sobre el «momento leninista-jacobino», que en tus escritos no se relaciona con el momento de ocupación del poder (que puede realizarse por vía electoral, pacífica) sino con la defensa –por medio de un hecho de fuerza– del gobierno frente al golpismo de las clases dominantes. ¿Cómo interpretar, entonces, la falta de respuesta de noviembre de 2019? Planteado en términos más generales: el asedio imperialista, derechista, golpista hacia los gobiernos populares va a seguir existiendo. Entonces, ¿cómo enfrentar ese tipo de acciones conspirativas?

 AGL

Lo que pasó en noviembre de 2019 fue una derrota militar del proyecto nacional-popular. Las fuerzas conservadoras salieron al afronte, se movilizaron, ocuparon ciudades y ocuparon territorios. El gobierno confrontó esa fuerza social de manera no coercitiva, privilegiando los preceptos de la lógica de la acción colectiva, buscando que no irradie su control territorial e impulsando acciones que hagan las veces de «colchón de contención» para esas movilizaciones, a la espera de que se agoten.

La nuestra fue una respuesta política. Y, de hecho, si ahí se quedaba, la hubiéramos derrotado. Lo que nosotros no tuvimos en cuenta –y eso es un error político– es que a su acción política ultraconservadora ellos iban a sumarle una acción militar. Ahí radica la novedad. Porque en el año 2008, cuando intentaron un golpe de Estado, nosotros asumimos dos tácticas: primero, la contención política, que quede aislado, que no se irradie, movilizaciones-colchón y esperar a que se agote. Y, a medida que fuera agotándose, desarrollar la movilización social hacia el lugar.

Aquí ellos nos ganaron de mano, se movilizaron y respondimos políticamente: contención, debilitamiento. Pero, antes de que se debilite más, dieron un salto y recurrieron a las Fuerzas Armadas y a la Policía, con lo que añadieron una fuerza policial militar al golpe. Eso fue lo que nosotros no habíamos calculado: que iban a sobornar a las Fuerzas Armadas (que, de hecho, fueron sobornadas). Puede ser que haya existido un exceso de confianza en que iban a mantenerse como en el 2008. Pero lo cierto es que esto no sucedió. Y cuando ellos toman esta acción militar, tenías tú que tomar otra contraofensiva. La primera te había resultado: los estabas debilitando, la acción política de contención era efectiva, y el paso del tiempo iba a conducir al agotamiento. Estabas logrando la victoria política. 

Pero cuando ellos recurren a lo militar, a nosotros se nos presentan dos opciones: convocar a movilización para enfrentar a los policías y a los militares, o no. Y en esa decisión está la autoridad del presidente, que es el que evalúa: o bien defiendo esta victoria popular, defiendo este proyecto convocando a las personas a resistir como sea posible frente a una fuerza militar superior –no sabemos con qué resultado–, o bien retrocedo. Y, claro, en esas horas aciagas de los días 9, 10, el cálculo, la reflexión del presidente, era «yo no voy a tomar la decisión de convocar a mis compañeros militantes para que haya muerte; no quiero ser el responsable de esas muertes». Es una decisión. Una decisión fundada, básicamente, en una ubicación, en una mirada moral de la vida y la muerte. Teóricamente, lo podríamos haber enfrentado, sí, pero con muchísimas bajas, con muchísimas muertes. Entonces se toma la decisión de no movilizarnos: «prefiero la renuncia».

¿Qué lecciones sacar para el futuro, para los gobiernos progresistas? Que las clases medias tradicionales –no todas las clases medias, sino las tradicionales: las que están siendo asediadas, igualadas por otras clases medias, populares, indígenas, emergentes– son sectores que, a pesar de no estar sindicalizados, de no tener estructuras corporativas, se unifican bajo otras estructuras (grupos de futbol, grupos de barrio, redes, universidades y colegios) que son distintas a las estructuras clásicas de la acción colectiva, como pueden ser los sindicatos, los gremios y otras. Nuestro gobierno no había sido receptivo, no tenía mecanismos de interlocución frente a estas estructuras corporativas alternativas.

Primera lección: hay que ir a neutralizar políticamente sus nichos de operaciones. Hay que intentar desmontar las causas de ese proceso de endurecimiento, de fascistización, sin retroceder en las políticas de igualdad. Dar marcha atrás con la igualación de los indígenas, que ocupan espacios, que ocupan puestos y consultorías, implicaría dejar de ser un gobierno progresista. Lo que sí puedes hacer, sin embargo, es mantener las políticas de ascenso, de movilidad social en las clases plebeyas y populares e impulsar, simultáneamente, políticas de movilidad o de rotación social de las antiguas clases medias tradicionales para desmontar desde el interior su encostramiento y su ultraconservadurismo.

La cuestión de la Policía y los militares es un tema más complicado, porque nunca vas a poder colocar una muralla frente a un soborno de cuatro o cinco millones de dólares de un empresario. Están ahí, es parte de la autonomía relativa del Estado; es un poder que tiene su propia dinámica y hay que tener políticas de contención, de respeto de su institucionalidad y de modificación de las estructuras curriculares para establecer un tipo de formación y de espíritu de cuerpo menos corrosible por este tipo de sobornos y más cercano a lo popular. Se trata de una modificación de la composición de clase de las Fuerzas Armadas.

En parte, los militares se animaron también a dar el paso en falso al golpe de Estado porque vieron que pasaban uno, dos, tres días y no había una fuerza social movilizada para resistir. Claro, porque no parecía algo complicado: habíamos pasado por experiencias similares hace unos años (cuatro, diez) y no parecía algo extraordinario. Pues bien, no te confíes: cuando se den este tipo de procesos, en los que se articulan conspiraciones entre empresarios y generales y se suma la predisposición de las clases medias tradicionales y conservadoras, es necesaria una mayor movilización social. Eso puede ayudar a contener o a neutralizar cierto accionar golpista. 

No se trata solamente de un aprendizaje del intelectual, del gobierno o del candidato. Creo que se trata, ante todo, de un aprendizaje social: desconfiar, movilizarse para defender lo que se tiene… Eso es lo que vimos en agosto, principalmente. Cuando el MAS convocó a las organizaciones sociales, a la gente, por su cuenta, mostró lo que había aprendido. Y lo que había aprendido es que, frente a la represión por parte del gobierno, de militares y policías, su fuerza radicaba en el control territorial, como sucedió en el año 2000.

La fuerza política que emergió en el año 2000 lo hizo inicialmente por su capacidad de apoblarse en los territorios, de confiar en un tipo de soberanía popular territorial y hacer una especie de cerco concéntrico a las ciudades. Eso es lo que ha pasado acá, y es interesante porque era una experiencia que se había perdido: en 2005 no fue necesario, en 2008 no fue necesario, en 2009 tampoco… Pero con este golpe militar, sí. Y entonces, la gente (no los dirigentes, ni siquiera el partido: la gente), con su sabiduría popular, supo que frente al riesgo de una nueva represión nos hacemos fuertes si controlamos el territorio. De ahí la fuerza de agosto. Es un tipo de experiencia práctica y táctica de la sociedad para prevenir los riesgos de una nueva intentona, abuso o intento de masacre o escarmiento militar sangriento por parte de los sectores golpistas, y me parece algo extraordinario.

De hecho, agosto no fue solamente esta experiencia de control territorial. Fue una primera experiencia cuasinsurreccional, a diferencia de las movilizaciones anteriores, que habían sido meramente demostrativas. Esta tenía una cualidad seminsurreccional y, claramente, se notaron cuáles son las fuerzas fundamentales en términos de capacidad organizativa: el Altiplano, el Chapare, las zonas rurales del norte de Potosí, las ciudades de El Alto y la zona sur de Cochabamba. Se trata de cinco sectores sociales con alta capacidad de agregación, con alta disciplina, con una alta capacidad de irrigación y de control territorial. Esa es una táctica que permitió demostrarles a los golpistas que la capacidad de repetir masacres y de reprimir lo popular ya no sería tan fácil. No es que no habría confrontación cuerpo a cuerpo; pero, ante fuerza militar, la gente iba a desplegar este tipo de control territorial activo, muy bien organizado y con capacidad de desplazamiento y de cercamiento.

Este tipo de aprendizajes colectivos, en tanto conforman una experiencia social efectiva, debe ser reforzado y potenciado. La manera de defender un proceso político es esa; la discusión no es tanto la temática específicamente militar, sino cómo se da el aprendizaje táctico de las personas ante la posibilidad de una confrontación, de una acción colectiva «jacobina». En un país con fuerte presencia de lo rural, con fuerte presencia de lo que se llama «sectores urbanos empobrecidos», sin mucho proletariado organizado en sectores industriales, esta fue la manera que el pueblo encontró. Su propio camino, digamos. Y esta es una veta que hay que profundizar y desarrollar. No la habíamos visto antes porque ha emergido fruto de la derrota táctica de 2019. Creo que, a futuro, hay que irradiar, ampliar y mejorar estas maneras de acción para volver inútil el desplazamiento policíaco y militar en caso de golpe.

MM / FO

¿Y cómo caracterizás el momento actual en América Latina? Tiendo a pensar que hay un exceso de optimismo entre quienes ven en este «nuevo ciclo» una mera reedición de la etapa progresista anterior, más allá de los límites que ya aparecieron en aquella etapa. Tanto por la coyuntura internacional como por el perfil que parecen adoptar estos nuevos gobiernos, este atisbo de nuevo ciclo progresista aparenta ser una edición devaluada, más moderada, más contenida, más de consenso con los grandes poderes que la anterior. Me gustaría saber cómo ves vos este momento.

AGL

Yo prefiero hablar más de oleadas que de ciclos… porque «ciclo» es como muy determinista, en cambio «oleada» es más de fluir, es algo más dinámico. El concepto de oleada es un concepto que usa Marx para estudiar la revolución de 1848, un concepto de Marx para estudiar las revoluciones: «dentro de una revolución, los movimientos se dan por oleadas», dice.

Entonces la nueva oleada no puede ser (no va a ser, ni es) una repetición de la primera oleada, y esto por un conjunto de elementos: ya no hay una expansión de los commodities, la economía ha entrado en los últimos años en una recesión jamás vista, las personas son distintas, no tienen por qué ser iguales los nuevos líderes que están emergiendo… Pero hay un hecho fundamental, más allá de estos elementos: a diferencia de los años 2005 a 2015, en los que la derecha quedó atónita frente a esta oleada, en los que no tenía respuesta, ahora ha intentado una. Es una respuesta improvisada y de pies muy cortos, pero es una respuesta. Violenta, agresiva, machista, racista, muy conservadora… Sí, esa es su respuesta, y es antidemocrática: es un neoliberalismo enfurecido.

A la crisis del neoliberalismo, entre los años 2000 y 2005, le siguió el posneoliberalismo, y ellos no tenían con qué responder. Intentaban reponer el viejo neoliberalismo, pero no funcionaba, no atraía a nadie. Así estuvieron una década y, pues, tuvieron que inventarse esto. En verdad no es un nuevo proyecto, es el viejo pero recalentado, podrido. No es una nueva propuesta, pero enfrenta algo que sí es nuevo, y eso es lo que hace de este período un período de oleadas y contraoleadas simultáneamente.

A la gran oleada conservadora le siguió una oleada rosa. Ahora, lo que hay, es una oleada rosa fragmentada y una oleada conservadora fragmentada. Pugnando, peleando, avanzando en un territorio, cediendo en otro. Y esta va a ser la dinámica por un buen tiempo. Entonces no puede ser igual que la anterior, y sería un error ponerte a pensar que va a regresar ese tipo de acuerdos, ese tipo de estabilidad y consenso progresistas. Es imposible, porque las victorias –propias y ajenas– son temporales. Y eso es una cualidad que se observa a nivel mundial. Mi hipótesis es que el mundo está viviendo en un tiempo suspendido. El mundo y también América Latina. Porque no hay un horizonte, y cuando no hay horizonte no hay línea del tiempo, y cuando no hay línea de tiempo no hay curso del tiempo.

Evidentemente, hay un tiempo físico: pasa un minuto, pasan dos, pero no está habiendo tiempo social. Hay tiempo social cuando hay una flecha de tiempo que apunta, imaginariamente, hacia cierto lugar. Pero cuando esa flecha no aparece, el tiempo social no tiene orientación, es un tiempo suspendido. ¿Por qué no tiene orientación? Porque no se sabe a dónde va ir el mundo: no sabes si vas a tener trabajo de aquí a tres meses, no sabes si va a haber una nueva pandemia. Nadie sabe, nadie puede prever qué va a suceder en un año.

Esta reflexión filosófica, que siempre perteneció a pequeños cuadros sofisticados, ahora es una reflexión de la gente. La gente no puede prever su futuro, en el mundo entero no podemos prever el futuro. El vecino, el vendedor, el comerciante, el transportista, el obrero… Se ha desdibujado el imaginario de lo que se viene, de lo que debería ser nuestro destino. En verdad, la vida es siempre así. Pero eso lo sabe el filósofo o el sociólogo (que el futuro siempre es contingente); las sociedades no funcionan con creencias de contingencia, las sociedades funcionan con creencias de horizonte, con creencias de predictividad de ese horizonte. Tienen que inventarse, narrarse esa predictividad, y en el mundo social eso tiene un efecto performativo: imaginar un destino es crear un destino.

Entonces ahora, cuando no se nos presenta un destino, la política se vuelve tácticamente muy intensa y estratégicamente suspendida. Tácticamente, vas a encontrar que lo que tenía que suceder en diez años ha sucedido en un año en Bolivia. Lo que tendría que haber sucedido en catorce años en Argentina, un ciclo conservador, dura cuatro, y no sabes si este ciclo progresista durará más allá de otros cuatro años. Con Bolivia, igual: ¿quién sabe si durará dos años, cuatro o seis? Nadie puede prever nada, y la gente lo sabe y lo vive con angustia. 

Esta incertidumbre estratégica en común (ya no solamente de una élite filosófica, universitaria, sino de la gente de a pie, que es lo que importa) configura un mundo excepcional. Esta es una nueva cualidad de la nueva oleada. En el año 2005, como no había una respuesta conservadora, el ciclo progresista aparecía como la sustitución definitiva del momento neoliberal. Luego se vio que no, que tiene problemas, que tiene dificultades. Aunque no es un proyecto agotado, tiene que reorganizarse, extraer aprendizajes de la experiencia… Pero hoy ya no es un proyecto exclusivo, puesto que se presenta otro más: el ultraconservador.

A su modo, lo que ha pasado con Estados Unidos también demuestra que el discurso del odio tiene un límite. Porque eso es Trump: discurso del odio, neoliberalismo enfurecido con algo de proteccionismo, más anfibio; recoge cosas del viejo neoliberalismo y mete otras que no son del neoliberalismo, y tiene pies cortos en el mundo entero. Pero todos los proyectos tienen pies cortos. Por un tiempo, ningún proyecto va a presentarse como definitivo. En este caos planetario, que iba a darse en algún momento, es importante que los proyectos progresistas puedan cuestionarse, superar debilidades, continuar y enriquecer lo que vienen haciendo. Que puedan ser el norte de la humanidad a mediano plazo, algo que está aún por definirse. 

Decir, entonces, que este ciclo es una repetición del anterior es un falso debate. No, este es muy nuevo, es un ciclo extraordinario, y el hecho de que haya propuestas progresistas le puede brindar a las clases menesterosas, a las clases humildes, a las clases sencillas, la posibilidad de que no les vaya tan mal. Pero eso no es algo inevitable, no va a suceder solo por contar con mejores repertorios para mejorar sus condiciones.

Lo interesante, sin embargo (y yo creo que esa es la enseñanza a extraer de lo que ha pasado en Bolivia), en esta circunstancia tan caótica, tan suspendida en lo estratégico y tan caótica en lo táctico, es que la posibilidad de que un proyecto, una propuesta progresista, de izquierda, pueda remontar en medio de tantas adversidades y tantas turbulencias planetarias radica en dos cosas. Una es la que dijimos antes: que esté sustentada en acción colectiva previa, que haya habido acción, construcción. Pero además hay otra: que el proyecto de poder sea su proyecto de poder, de lo popular; no un proyecto para lo popular, sino su proyecto. 

Entonces puede haber golpes de Estado, puede haber retrocesos temporales, pero al final vas a vencer. Creo que Bolivia enseña eso: cómo se vuelve a reconstruir después de tanto maltrato, agobio y persecución. Luego se puede analizar en detalle, pero lo central es esto: que este gobierno indígena popular fue imaginado como el gobierno, el proyecto, el proceso de cambio propio de los sectores subalternos. En tanto logres eso, tienes combustible histórico. Porque si no, si solamente piensas «voy a hacer para ellos», tu combustible se agota una vez que lo cumples. Pero cuando no solamente vas a hacer para ellos, sino que de lo que se trata es de lo que ellos quieren hacer sobre sí mismos, tienes un combustible casi infinito (metafóricamente hablando) que te permite sobreponerte a la adversidad, a los golpes, a los escarmientos y puedes remontar las circunstancias más duras.

No significa que no te vayas a equivocar. Puedes equivocarte y vas a equivocarte muchas veces, vas a tener problemas y fallas, malos manejos tácticos… Pero si no pierdes de vista que este es el proyecto de ellos, que se trata de su autorreconocimiento, de su organización, de su capacidad de tomar decisiones en la historia, entonces vas a reponerte. Te pondrán muchas murallas y aparecerán retos y dificultades, pero si no pierdes ese enraizamiento vas a poder remontarlos. 

MM / FO

Hay un viejo debate sobre cómo los gobiernos populares deben enfrentar la reacción de las clases dominantes. Dentro de la historia latinoamericana, se desarrollaron de manera condensada en la experiencia de la Unidad Popular. ¿Son inevitables las concesiones a las clases dominantes y a la oposición política para neutralizar su agresividad y para ampliar el campo de apoyo político o, por el contrario, es necesario radicalizar el enfrentamiento para quitarle poder social y político a la burguesía y galvanizar una base social propia en condiciones de derrotar a la reacción? En términos del debate al interior de la UP, ¿Consolidar para avanzar o avanzar para consolidar (lo que, en términos del MIR, se expresaba como «Avanzar sin transar”)? ¿Cuál es tu opinión en relación a este debate? ¿Y cómo ves al nuevo gobierno del MAS en ese aspecto? 

AGL

El qué hacer con las oligarquías es un tema complicado. Las revoluciones militarmente triunfantes no tuvieron que hacerse esa pregunta, porque el triunfo militar resuelve ese problema. Las transformaciones que se hacen por la vía democrática electoral, en cambio, te plantean esto como un problema inevitable y que te va a acompañar durante toda tu gestión, porque tienes que convivir con ellos, tienes que convivir con esa clase social. Las soluciones militares más radicales te colocan ante la posibilidad de la disolución de esa clase social, pero una transformación democrática no te plantea esa posibilidad y hay que ser claros –no hay que hacerse los astutos, es una obviedad– en que has de convivir con ellos. Son los límites del modo en que llegaste al gobierno, no tienes la capacidad ni la posibilidad real histórica de disolver una clase social. Y estas son las formas de transformación que se están dando en el continente (y que se seguirán dando en el continente).

En torno a esas formas de transformación hay que pensar la idea de socialismo democrático. Si, por circunstancias históricas específicas y no planificadas, el proceso toma otro curso, pues, ¡bienvenido! y te montas. Es el lado leninista de las cosas. Pero si no se da, convives con esta manera de transformación social sustentada en el ámbito democrático electoral. Y entonces ahí los gobiernos progresistas tienen que tener una relación de articulación y desplazamiento temáticos. 

Un gobierno progresista –por muy radical que este sea– que ha accedido por la vía democrática tiene que encontrar métodos prácticos de convivir con ese sector empresarial del país. No solamente porque posee un conjunto de recursos y de propiedades reconocidas por el ámbito constitucional, sino porque en sus manos está el desarrollo y el impulso de ciertos sectores de la sociedad frente a los cuales la sola estatización no resuelve el problema de la transformación del sistema económico. Porque la estatización de los medios de producción no es socialismo. Estatizando los medios de producción, quedan en manos de un monopolio: el Estado es un monopolio (el monopolio de monopolios) y la socialización es la democratización de los medios de producción. Entonces, por definición, no hay posibilidad de socialismo alguno vía el Estado.

Puede ayudar a defender un proceso de transformación, puede ayudar a atemperar cierto tipo de presiones, sí, sin duda, pero son soluciones tácticas, circunstanciales. Lo que puede hacer un gobierno progresista (y para ello usa el monopolio de monopolios, el conjunto de recursos que están a disposición del Estado) es atemperar el poder económico de ese sector. Para ello, un gobierno progresista necesita un Estado con un mínimo indispensable de control del Producto Interno Bruto, para no estar sometido, no estar engrillado, a los poderes fácticos económicos (muchos de ellos más poderosos que el Estado). Ahí tienes un conjunto de mecanismos: tributarios, impositivos, de políticas fiscales, de inversiones y, llegado el caso, también de nacionalización.

Ese sería el momento en que el proyecto progresista va más allá de los acuerdos tácticos y de desplazamiento. Desplazamiento en el sentido de que el Estado tenga un nivel de poderío económico con el que pueda romper el efecto de encierro y de aislamiento al que lo llevan los poderes económicos más grandes. Un 30% del PIB, mínimo, tiene que ser del Estado. Eso permite que cuando entre al diálogo o a la acción con otros sectores empresariales, lo haga desde una posición de poder y no de subordinación. Y, evidentemente, si estos sectores entran en una actitud conspirativa hay que afectarlos. No puedes simplemente contemplar, o asumir la actitud de dejarlos seguir con su conspiración. Revisa sus impuestos, mira sus propiedades, sus cuentas bancarias, tienes un menú de opciones de gobierno con las cuales atemperar y contener ese tipo de acciones. 

¿En qué momento de un proceso progresista se podrá ir más allá de esta convivencia táctica y de desplazamiento? Cuando las sociedades sean capaces de rebasar a estos sectores. Cuando se ponga en debate –por parte de la misma sociedad, no del gobierno progresista, no de un partido– la posibilidad de la democratización de esa riqueza. Si esto no se da como un debate de la sociedad, como un requerimiento de la propia sociedad, el gobierno simplemente va a sustituir un tipo de monopolio privado por otro tipo de monopolio, y no va a variar la distancia del trabajador con respecto a la propiedad. Habrá un cambio de forma, porque ya no es un monopolio meramente privado, sino que el monopolio pasa a formar parte de los recursos comunes (porque el Estado es esta dualidad de lo común por monopolio, de los bienes comunes por monopolio).

Si tú nacionalizas, esas propiedades pasan a formar parte de los recursos comunes; pero son recursos comunes al Estado como monopolio, y frente al trabajador sigue habiendo distancia: no se ha roto o no se ha superado la distancia entre trabajador directo y medios de producción. La posibilidad de ir más allá en el régimen de propiedades (ir más allá frente a las conspiraciones y no meramente de manera defensiva) va a radicar en que la sociedad plantee la posibilidad de la gestión social de la riqueza. Y eso va a depender de qué pasa con los trabajadores de cada sector (de los bancos, de la industria), qué pasa con la sociedad en su conjunto, de cómo esté asumiendo el debate sobre sus condiciones de existencia, de si la aflicción de una crisis económica la conduce a pensar en asumir el control de esa propiedad, etcétera. Si eso se da, pues le toca a un gobierno progresista apuntalar y pujar por su realización. Por eso los términos de la discusión que ustedes planteaban se me hacen muy de élite: ¿qué corresponde hacer, transar o desplazarlos? Estás transando y desplazando en tanto eres solamente tú, gobierno. ¿Cuándo se rompe esto? Cuando la sociedad va más allá.

MM / FO

Si analizamos tus textos más teóricos, uno puede encontrarse con una sorpresa. Si bien sos muy crítico con las tesis del tipo «cambiar el mundo sin tomar el poder», colocás, sin embargo, el centro del cambio en la sociedad civil y no en el Estado. Incluso limitás de forma bastante tajante la capacidad de acción transformadora del Estado, sobre todo en tus reflexiones sobre la forma-valor y la forma-comunidad. Eso me genera una duda teórica y estratégica: ¿en qué sentido podemos esperar que se mantenga activa la sociedad civil si el centro de la actividad de la izquierda luego del acceso al gobierno pasa a la gestión del Estado (y más específicamente, según tu opinión, a la gestión macroeconómica, es decir, a una actividad netamente estatal)? ¿La relación con los movimientos sociales no tiende entonces a convertirse en una relación de integración al Estado que erosiona su capacidad disruptiva? A su vez, esta concepción sobre el límite tan marcado de la capacidad de acción del Estado, ¿no termina por «desresponsabilizar» al gobierno de sus propias limitaciones?

Has escrito que las masas suelen girar hacia la apatía luego de los primeros avances políticos de un gobierno popular y, a la vez, que el centro de la actividad de la izquierda luego del acceso al gobierno debe estar en la economía. ¿Cómo hacer, entonces, para que la irrupción de la sociedad civil no se convierta en un deux ex machina?

 AGL

Lo que pasa es que el Estado es un estado de la sociedad. Así como hay un estado líquido, uno gaseoso, uno sólido de la materia, el Estado es un estado de la sociedad, es una «manera de estar» de la sociedad, y esa concepción te permite superar muchas de las lecturas instrumentalistas, antiestatalistas y algo ingenuas dentro del marxismo. Esto viene aparejado con esta lectura de Marx de que el Estado es una comunidad ilusoria, es una comunidad, es lo común, sólo que es ilusorio porque está hecho por monopolios, es «lo común por monopolios», aunque parezca una paradoja. 

Así te enfrentas con todas las corrientes anarquistas o marxistas que sostienen que no hay que tomar el poder, porque el poder es lo que tiene en común una sociedad. ¿Qué tienen en común los argentinos? Lo que está en el Estado: comenzando por el idioma, sus instituciones, su historia, sus riquezas naturales, sus impuestos, su sistema de salud, sus derechos… Eso está en el Estado, no es que ha salido del Estado, lo que pasa es que el Estado lo centraliza, se lo apropia. Eso es el Estado: esa facultad de monopolizar y centralizar lo que surge de la sociedad, la relación estatal. No puedes imaginar el Estado por fuera de la sociedad porque el Estado es una manera de estar de la sociedad.

Por eso esa lectura de Gramsci del Estado ampliado como sociedad política más sociedad civil. Así puedes criticar de esta manera marxista muy sólida a estas lecturas seudomarxistas que sostienen que no hay que tomar el poder. Y lo aplauden los ricos, porque dicen «qué bien que no tomen el poder, porque yo tengo el poder y voy a hacer lo que me da la gana con el poder». Y tú en tu casa, en tu barrio, pensando que no hay Estado, igual vas a usar el dinero del Estado, igual vas a mandar a tu hijo al colegio de ese Estado. Entonces, ellos dicen «yo voy a decidir dónde va estudiar tu hijo, voy a definir cuánto vale el dinero, voy a pagar tu salario para que sigas escribiendo que no hay que tomar el poder». Es así, perverso, pero es así.

Pero así como hay esa crítica a esta lectura está la crítica de quienes te dicen que el Estado es un Estado perverso, maléfico, que está para dominar e imponerse a la sociedad. Una crítica que tampoco funciona, claro, porque simplemente ponle dinamita a ese ente maléfico y ya, tienes el comunismo. Eso no es cierto, porque en tu alma está el Estado, en tu manera de delegar cosas está el Estado, en tu manera de aceptar e imaginar cosas está el Estado, y mientras eso no sea demolido en tu misma psique, en tu esquema mental, va a seguir habiendo Estado.

Esta es la manera de enfocar teóricamente esta temática: dentro del Estado está la sociedad, la fuerza del Estado es la fuerza de la sociedad, su manera de ser, de estar articulada o desarticulada como Estado. ¿Cuándo se da la posibilidad de que sectores populares sean reconocidos por el Estado? Cuando se movilizan. ¿Cuándo hay un derecho? Cuando la gente asume que tiene ese derecho y lo conquista. ¿Cuándo se amplían los recursos comunes del Estado? Cuando la gente cree que ese es un recurso común y la manera de volverlo un recurso común es apelar al Estado, que los interconecta a todos, y puede convertir ese recurso en común. ¿Cuándo deja de tener recursos comunes el Estado? Cuando la gente cree que están mal utilizados por una burocracia política de corruptos y ve con buenos ojos que eso deje de ser de todos, porque cree que al pasar al sector privado también le va a alcanzar a él, y da paso entonces a la privatización, la acepta. Porque se ha privatizado con aceptación de las personas, no es que necesariamente se le metió bala para que acepten. A unos cuantos, sí, pero la mayoría aceptó porque creía que era la mejor manera de acceder directamente a esas cosas que eran comunes. 

La fuerza y la debilidad de un Estado en su estructura material, en su infraestructura, en sus recursos, es la propia sociedad. En la experiencia continental, ¿cuándo se han dado procesos de nacionalización de recursos que estaban en manos de los ricos? Cuando la sociedad había discutido previamente que había que nacionalizar, que era injusto que eso, que era de los bolivianos, o de los ecuatorianos, o de los venezolanos, se lo llevaran los gringos. Antes de que entre Evo, antes de que entre Correa, antes de que entre Chávez, la gente lo sentía así. Cuando entran, la gente les dice «eso es nuestro, ¿por qué sigue en manos de un extranjero?», entonces viene el gobierno y lo nacionaliza. Y entonces hay más dinero para construir escuelas, construir hospitales, pagar mejores salarios, y la gente lo vive así.

Se mejora, claro, pero eso no quita que haya un monopolio de esa mejora. No es un control directo sobre esa riqueza, sino a través de un monopolio. Un monopolio por el que la gente se siente representada, con el que puede dialogar, pero sigue siendo un monopolio. Un gobierno progresista se mueve en esos márgenes. 

Claro, siempre hay un margen limitado de autonomía en cualquier gobierno. Si es más progresista, será más radical en función de la demanda social. Y si es progresista pero más centrista, a la demanda social siempre le pondrá un «pero», la dilatará un poco, en la letra chica del decreto o la ley establecerá un conjunto de limitaciones, de comisiones, que dilatarán en el tiempo la eficacia de una medida. Si es un gobierno más vinculado a lo popular, emergente de lo popular, no habrá letra chica y será como una acción más directa de ampliación de derechos, de ampliación del bien común, de estatización, de nacionalización. 

Pero, en el margen, un gobierno progresista siempre se sostiene o está en la cresta de una ola social. ¿Por qué un gobierno progresista no puede andar, ir más allá? ¿Por qué no se plantea el horizonte socialista? Pero, además, ¿quién sabe qué es el socialismo? ¿Que estaticemos la banca, las empresas, la industria…? Resulta que no fue eso. Cuando uno revisa lo que pasó en 1917, en la comuna de París en 1871, reaparece el viejo debate marxista, el viejo debate comunista: el socialismo no es la estatización. Son medidas temporales, una serie de instrumentos temporales y circunstanciales para favorecer, para defenderte. Pero el socialismo era la capacidad de que la gente, la sociedad, pudiera ir democratizando no el posibilidad de beneficiarse de esos bienes, sino el control de esos bienes, la propiedad de esos bienes, el uso de esos bienes, la gestión de esos bienes. 

¿Cómo implantas esa forma de comunidad de bienes? ¿Por un decreto? No, eso no se establece por decreto, porque el decreto lo va a hacer cumplir una burocracia, una élite, que podrá ser popular, revolucionaria, pero que se asume la ejecutante de lo popular, y algo que podemos sacar de la experiencia de las revoluciones sociales del siglo XX es eso: no se puede suplantar, no se puede decir «yo represento a la clase obrera», no me puedo atribuir la representación de la clase obrera, ni me puedo atribuir la representación de las mujeres, la representación de los indígenas… O lo hacen las mujeres o no, no se hace. Al movimiento lo hacen las mujeres, al movimiento lo hacen los indígenas, al movimiento lo hacen los obreros, no yo, simulando, suplantándote a vos como mujer, como obrero, como campesino, como indígena.

Suplantar es fácil, pero no te conduce a ninguna revolución. Eso no es el socialismo. Ese tipo de experiencia revolucionaria es la que fracasó, la que sacamos como herencia del siglo XX. Se trató de un proceso de suplantación por parte del Estado de la propia experiencia de la sociedad. Entonces, ¿qué? ¿Hay que esperar porque es la sociedad la que, en última instancia, en definitiva, puede marcar el horizonte? Pues sí. ¿Cuándo se va a poder avanzar en procesos de radicalización de las medidas de un gobierno? Cuando haya ese movimiento previo, ese debate previo de que hay que avanzar.

¿Cuándo un gobierno progresista puede ir más allá? Cuando tiene un debate social, un empuje social que abre, que produce una ruptura cognitiva, algo distinto, que no se ha dado todavía. ¿Se dará? Ojalá, ese es nuestro sueño, ¿no? Nuestro sueño es que pueda ir más allá y, de hecho, eso es el socialismo democrático. No es una medida en particular: el socialismo democrático es la posibilidad de que un conjunto de transformaciones sociales in crescendo sean una conquista. Es el desborde de la democracia, es ir del hecho electoral al hecho estatal, del hecho estatal al hecho económico, del hecho económico a la fábrica, al banco, al dinero, a la propiedad… un desborde de la democracia.

Ahora, ¿qué significará eso en los hechos concretos? Hubo algunos atisbos cuando se dio el debate en la Asamblea Constituyente sobre la distribución de las tierras en Bolivia, o cuando los mineros tomaron la mina y comenzaron a gestionarla. ¿Qué hizo el gobierno ante esta toma de la mina para hacerla producir? La estatizas, y dejas que los compañeros se hagan cargo, no solamente del sindicato, sino de la gestión, de la administración, de la parte técnica, confiando también en que van a hacerse cargo de las ganancias a favor de todos y no solamente de ellos (cosa que no se dio, pero es lo que intentas impulsar). Yo reivindico eso. 

Decías «pero, ¿no es una manera como de lavarte las manos?». Lo cierto es que no hay otra manera de avanzar la propuesta práctica de un socialismo democrático: o la sociedad avanza y empuja al Estado a procesos de mayor democratización, o no hay tal socialismo democrático. Porque el Estado no va poder sustituir esa acción, el Estado siempre va a ser –por más popular, democrático, revolucionario que sea, por muy compuesto por bolcheviques, leninistas, indianistas, cataristas– siempre va a ser un monopolio. Si no, ya no es Estado. Cuando deja de ser monopolio, ya no es Estado, ya estás en otra sociedad.

Si la sociedad no se anima a experimentar por su cuenta y riesgo propios formas distintas de propiedad del dinero y de las empresas, el Estado no puede hacerlo, porque eso no es socialismo, eso es simplemente una nueva estatización de medios de producción administrados por una élite. Buena gente, progresista, pero una élite que define qué se invierte, cuándo se invierte, dónde se compra, cómo está la relación con el trabajador… y el trabajador sigue siendo un trabajador dependiente de un salario, sin poder frente a la máquina y sin poder frente a la gestión de esa empresa. 

Hemos llegado a la reflexión de cómo convivir (en nuestra experiencia) con la burguesía, cómo convivir y cómo desplazar temáticamente a la burguesía hasta que se dé un proceso de mayor radicalización. Proceso que no tiene que ser solamente nacional, sino la perspectiva de que sea una radicalización más regional, que se puedan apoyar entre distintos países, para que esta experiencia de nuevas formas de propiedad sean apoyadas por otras formas de propiedad en el continente. Eso es algo que ya no depende solamente de una experiencia a ser resuelta por un solo país (el viejo debate de si se puede dar el socialismo en un solo país).

MM / FO

El argumento sobre la estatización tiene varios puntos sobre los que me gustaría detenerme. En primer lugar, hay un aspecto sobre el que no tengo objeciones: la estatización no es suficiente para la socialización. Esto ya fue planteado, por ejemplo, por Castoriadis y Lefort, cuando hacían eje en que se necesitaba cuestionar la división capitalista del trabajo al interior del proceso productivo y que no bastaba con cambiar la forma jurídica de las relaciones de producción. Sin embargo, desarrollás también un segundo argumento que indica que no es deseable ir muy lejos con la estatización, porque si uno va muy lejos lo que está haciendo es suprimir mediante actos de voluntad formas sociales –el dinero, el mercado, el valor– que solo pueden transformarse en el curso de «largos procesos» y no mediante actos administrativos de gobierno.

Respecto a este segundo punto: la crítica a una concepción «hipercentralista» o «hiperestatista», ¿no corre el riesgo de recaer en el problema inverso, es decir, ignorar las constricciones estructurales que la propiedad capitalista impone a todo proceso de cambio social y político? Estoy pensando en explicaciones clásicas, como las de Fred Block, cuando describe la dependencia del Estado respecto al capital: en la medida en que se mantiene el monopolio privado de la inversión, los capitalistas pueden abstenerse de invertir, fugar capitales, y todo concluye en espirales inflacionarias que suelen deteriorar a los gobiernos y derrotar los procesos.

Fue el caso de Allende (la crisis inflacionaria posterior al aumento de salarios de 1971), de Venezuela (sobre todo, a partir de la caída del precio del petróleo) o incluso de experiencias menos radicales: cuando se genera un clima que no es considerado confiable o favorable a los negocios, las clases dominantes responden de este modo, incluso de forma espontánea. La pregunta es: aun si no es suficiente la estatización, ¿no es necesaria respecto a los resortes fundamentales de la economía (lo que creo que incluye la banca y el comercio exterior), para evitar las constricciones estructurales que impone la «confianza empresarial» sobre la acción del Estado? Cuestionando las lógicas hiperestatistas, ¿no corremos el riesgo de recaer en una concepción gradualista, que siempre nos enfrenta al problema del límite objetivo que pone a las reformas redistributivas el imperativo de rentabilidad de una economía que sigue siendo capitalista? ¿Qué se puede esperar de la estabilidad de un proceso de cambio, si la burguesía sigue allí como clase económicamente dominante? 

AGL

Es interesante el enfoque de Block porque te muestra (a diferencia de todas las otras interpretaciones marxistas) un hecho muy práctico, real, concreto: cómo son las constricciones. Es decir, tipos que, sin necesidad de acordar, cuando ven un gobierno muy progresista, que no sabemos bien qué va a hacer, guardan su plata, de forma natural, sin necesidad de ninguna conspiración, pero sugiriendo sí una acción de clase y una compresión de clase hacia el Estado, hacia el gobierno. 

Pero se supone que un gobierno de izquierda o progresista ha irrumpido en un momento de crisis, donde esos que tienen la plata no están pagando bien, no están contratando, están teniendo problemas… Porque si estaba funcionando bien el gobierno y la economía, entonces el gobierno de izquierda no hubiese llegado. ¿Cuándo ha entrado un gobierno de izquierda cuando la economía está bien, cuando todo está tranquilo, cuando todos tienen empleo? No, no entran. Los gobiernos progresistas entran porque está funcionando mal, es decir, cuando esa constricción justamente está en duda, porque sacaron sus capitales al extranjero, porque no están invirtiendo, están especulando en la banca, están generando desempleo y sufrimiento social. 

Cuando llega un gobierno progresista de izquierda es porque la gente le dice «oye, haz algo frente a estas agresiones que vivimos». Eso le da la autoridad y la legitimidad para poder tomar un conjunto de medidas. Que no lo haga ya no es un tema de constricciones, ya no es un tema de veto, sino que es que no quieres hacerlo, no te sientes predispuesto, no ha habido el suficiente debate, le tienes miedo o no estás para eso. Ya se trate de una limitación del gobierno, de sus esquemas mentales, de su manera de ver el mundo, de entender el mundo, y de lo que se cree capaz de hacer, la cuestión es que los mecanismos están ahí.

Nosotros entramos en medio de una crisis económica y, si no hubiéramos tomado medidas de nacionalización, la crisis hubiese continuado durante los diez años siguientes. Entramos y no había plata, pues, ¿dónde está la plata? En telecomunicaciones, en energía eléctrica y en hidrocarburos. También hay dinero en otras cosas, sí, pero ya es más complicado; con esto ya tienes una primera fuente. El Estado se potencia, has nacionalizado el gas, el petróleo, la electricidad, las telecomunicaciones, ya tienes una fuente de ingreso que te permite un conjunto de políticas públicas.

Luego, el tema de los salarios siempre va a ser una cosa complicada. Pero, en catorce años, nosotros nunca nos reunimos con los empresarios para negociar salarios: nos reuníamos con la COB (Central Obrera Boliviana) y no con los empresarios; no había nunca una tripartita. Pero también hacías tus cálculos: cómo está el tema de ventas acá, cómo está el tema de ganancias, cómo están registrando los impuestos, cómo ha crecido la economía… Tienes una mirada sobre dónde puedes ajustar, y vas a ajustar a los empresarios por acá, pero después tienes que devolver el dinero por otro lado (subvención de tarifas eléctricas, subvención de transporte, de gasolina). Entonces, cuando el empresario protesta, le puedes decir: «si te doy a vos gasolina a mitad de precio, te doy gas a la tercera parte y te doy agua a la quinta parte, y tú no quieres aumentar el salario. ¿Quieres que nivele? ¿Quieres que ponga un precio industrial a todo, un nuevo precio, sin subvenciones?».

El Estado tiene esas facultades, eres monopolio de monopolios. Uno de tus monopolios es fijar los precios, fijar las tasas de convertibilidad de la propiedad, del dinero, de los servicios. Esas son facultades del Estado, y las utilizas. Porque tu horizonte de acciones es distinto: no has entrado con temor a tomar decisiones, pero sabes también que no puedes jalar mucho, ¿no? Nosotros logramos aumentar 450% el salario real del trabajador: de 50 a 306 dólares. Si le quitas la inflación, del 50%, en catorce años tienes un aumento de salarios del 400%. 

¿Por qué no más? Pues porque si seguías aumentando los salarios corrías el riesgo –y comenzó a suceder– de afectar a las empresas pequeñitas, cuyas tasas de rentabilidad son menores. Habías jalado lo suficiente, entonces. Pasar de 50 a 310 dólares es un buen avance. Queríamos 400 dólares de salario mínimo, pero ahí ya veías que a las microempresitas, a la que contrata cuatro personas para vender zapatos, o bicicletas, ya no le da. De hecho, algunas habían comenzado a cerrar. Entonces te detienes. Ahí un gobierno progresista tiene que saber cómo moverse, porque vas a tomar en cuenta a los trabajadores, pero luego también a los que están encima de los trabajadores, este sector medio, medio-popular, la gente que tiene pequeñas empresitas, que contrata dos operarios para una tienda, para un servicio, para vender comida. Los de arriba pueden soportarlo, siguen ganando y no te preocupas por ellos. Pero sí preocúpate por este sector que, en nuestra sociedad, es parte del bloque popular.

El ajuste, entonces, se dirige hacia arriba. Has nacionalizado las empresas extranjeras, te has peleado, y comienzas pues a afectar la banca: le pusimos un impuesto de 50% a sus ganancias, que van al Estado, y eso funciona. Si la banca generó dos mil millones de bolivianos en un año, mil pasan al Estado. Y la banca puede disminuir aún más su rentabilidad, entonces obligas a que preste crédito productivo, y eso fue lo que hicimos: el 60% del dinero de la banca al sector productivo y el 40% a especulación, a comercio, a las tasas que quiera. Pero el 60% al sector productivo. ¿Para qué? Para que generes inversión, para que todo ese dinero ahorrado (que en verdad es de los bolivianos) se reinyecte a la producción.

Tienes así una dinámica de crecimiento de la economía utilizando el dinero de los privados. Porque eres monopolio, puedes definir tasas de convertibilidad, puedes definir tasas de interés, puedes obligar al dinero a ir en una determinada dirección. La posibilidad de que el Estado implemente un conjunto de políticas económicas que rompan este poder de veto empresarial pasa por políticas de ese tipo. Allí donde el poder de veto es demasiado fuerte, simplemente lo quiebras: te metes y construyes una empresa del Estado. 

Un ejemplo: el caso de la soja en Bolivia. La soja se produce en el oriente; hay cuatro empresas agroindustriales, de la oligarquía cruceña (que no solamente era nuestra enemiga política antes –y lo es ahora–, sino que encima dependía de ellos el abastecimiento del alimento de una parte de la población. Y como la carne de pollo es la más popular, porque es la más barata, entonces ellos tenían un poder de veto: no vendo torta de soja a los pequeños productores de carne de pollo, entonces el precio del pollo se encarece y entonces, ¿quiénes protestan? Pues la gente, la familia popular, que come pollo, y protesta contra el gobierno porque el pollo ha subido de 10 a 15 o 20 bolivianos. ¿Qué haces entonces? Te metes, le quitas al sector sojero la base social de dependencia del pequeño productor. El pequeño productor campesino, nuestra gente, depende del productor sojero porque le adelanta dinero para insumos, para fumigantes, para máquinas, y le compra por adelantado la soja, pues tiene toda la cadena. Pero, como Estado, puedes intervenir: le compras tú la soja a ellos y, como siempre va a haber un empresario más pequeñito dispuesto a procesar esa soja, entonces es posible cortar esa cadena. Ahí es cuando comienzas a aumentar tu facultad de negociación, a quebrar ese poder de veto, ese poder de control frente al gobierno.

Pongo este ejemplo, pero es un razonamiento general. Se trata de cruzarle el camino a los sectores empresariales que tienen demasiado poder de veto. No necesariamente estatizas todo, pero sí cortas la cadena, los debilitas, y eso hicimos con la soja; ya nunca más volvió a ser un problema. Desde 2009 hasta el 2020 ese mecanismo de chantaje que existía con la soja nunca más volvió. Y si molestan un poco más, les suspendes las exportaciones, porque como gobierno tienes el monopolio de decidir si se exporta o no se exporta. Entonces estableces, simplemente, que no se puede exportar porque es para el consumo interno. Aunque el 80% de la producción de soja es para el extranjero, hay un 20% que es para consumo interno. Pues bien, dejas exportar solo el 20, 30, 50%, ellos se asfixian (no tú) y ya. No voy a hacer la guerra, voy a vender la soja a los polleros a un precio definido por el Estado. Cualquier poder de veto por parte de las fuerzas empresariales puede ser disminuido, relativizado o afectado. Depende de si el gobierno tiene la decisión de hacerlo.

Sin embargo, el problema central en todo esto sigue siendo, para mí, si en la sociedad hay fuerza para ir más allá de estas regulaciones, de estas convivencias. Y eso ya no es un tema del Estado. Un Estado y un gobierno tienen una infinidad de herramientas para mantener este control, esta regulación y convivencia; pero no disponen de las herramientas para ir más allá de eso, para plantearte una nueva relación de propiedad de la riqueza. Ningún gobierno las tiene, porque dependen del empuje de la sociedad.

Ahí veo yo la preocupación, la dificultad, de nuestras experiencias progresistas. Y aquí también me estoy peleando con la mirada de los compañeros que dicen que las experiencias progresistas son un tipo de revolución pasiva. Porque, claro, eso funciona si tuvieras una poderosa acción colectiva yendo más allá, planteándote temas de nuevas relaciones de propiedad, de democratización de la riqueza más radical. Si ahí viniera un gobierno progresista a asfixiar, a encasillar, a contener, a reprimir ese tipo de experiencias… Esos compañeros hablan de memoria, no conocen la experiencia real de la sociedad.

Los que intentan introducir el concepto de revolución pasiva o la idea de pasivización de la sociedad por parte de los gobiernos progresistas tienen que, primero, con hechos prácticos, con algo de etnografía social, mostrar qué experiencias de la sociedad, qué experiencias de acción colectiva han ido más allá de las formas de propiedad, de las formas de gestión que están prevaleciendo. Pongo el caso de Bolivia. Cuando ha habido alguna experiencia –como el caso minero de huanuni – de ir más allá de la forma de propiedad y de gestión por parte de los trabajadores, el gobierno se ha sumado. Pero el resultado ha sido todo lo contrario a lo que se suponía: en una mina con cinco mil trabajadores, en la que los trabajadores hacen una autogestión de la empresa con recursos públicos, al final resulta que las ganancias de esa empresa no regresan a la sociedad, sino que se quedan en los mismos cinco mil trabajadores. 

Al final, no son dos personas las que se apropian y gestionan un bien de todos, pero se lo apropian y gestionan cinco mil personas en lugar de 10 millones, como debería ser en una forma de autogestión real. Entonces estas formas de autogestión, que se dieron entre los años 2010-2011 y 2017-2018, incluso fomentadas por el gobierno, apuntaladas por el gobierno, acabaron –por la propia dinámica de los compañeros, por la falta de experiencia en gestión y por la propia experiencia cultural– en una forma de apropiación privada. Ese es el caso más novedoso de una forma de gestión que se planteó la propiedad y la gestión más allá del régimen capitalista, pero, al final (y no por culpa del gobierno, al contrario, con apoyo financiero del gobierno), recayó en esta forma de apropiación.

Entonces esta otra crítica tampoco tiene asidero, es más un juego de palabras para ver quién es más gramsciano, más izquierdista, pero no tiene sustento en la realidad práctica de acciones colectivas que hayan apuntado más allá y gobiernos progresistas malvados, que hayan venido a asfixiar ese despertar de la sociedad. Los gobiernos progresistas, por lo general –puede haber excepciones– han acompañado los niveles de maduración y de debate de la propia sociedad. Tampoco se han distanciado mucho más hacia arriba ni han ido por atrás: han acompañado, ha habido una relación más bien virtuosa entre la acción colectiva y la dinámica del gobierno progresista.

MM / FO

La concepción de que es necesario esperar nuevas oleadas de movilización popular para que el Estado pueda ir más lejos, ¿no corre el riesgo de convertir al gobierno en una representación pasiva de la sociedad, disminuyendo la autonomía estatal y, por lo tanto, también su responsabilidad? ¿No es posible pensar una figura intermedia entre el vanguardismo «sustituista» y el mero acompañamiento al estado de ánimo social, un concepto de dirección en el que las fuerzas gobernantes de un proceso de cambio funcionan como un revulsivo de radicalización de la experiencia de las masas? 

Para tomar ejemplos de la historia latinoamericana: la experiencia de Chávez luego del intento de golpe de 2002 y, sobre todo, del lockout patronal de 2004, ¿no puede entenderse así, como un revulsivo permanente que empujaba hacia la radicalización social? La declaración del carácter socialista de la revolución cubana en 1961, ¿no puede también comprenderse de este modo? A mi juicio, es una mala explicación la que adjudica la radicalización de la dirección cubana fundamentalmente a la “presión de las masas”. En todo caso, la evolución de la dirección encontró un eco, un contexto propicio, en la dinámica social. Nunca es transparente qué es lo que quieren las masas, hasta donde están dispuestas a ir, cuáles son las relaciones de fuerza. Se trata de interpretar y actuar políticamente sobre ellas. El gobierno considerado como agente que actúa sobre la sociedad, y no solo como representante de la sociedad, ¿no tiene más para hacer en pos de tensar y abrir las relaciones de fuerza sociales?

 AGL

Ciertamente, un gobierno tiene muchas herramientas para ayudar, e incluso para agendar temas. Tener el control de las cosas comunes de una sociedad ya es mucha cosa. No todo lo común está en el Estado, ojo. Hay cosas comunes que no están en el Estado. Pero, cuando pueda, se las va a jalar: esa es su función. Si no, no es Estado. El tener esas cosas comunes ya te da una fuente de poder muy grande, incluso sobre los elementos de la reflexión, del sentido común, de los esquemas mentales. Si a eso le sumas los recursos… El 20, el 30 o el 40% del PIB de un país otorgan los elementos materiales y técnicos para convertir esas ideas o esas propuestas en hechos eficaces. No es poca cosa.

En ese sentido, un gobierno progresista puede ayudar a agendar temas de debate, puede ayudar a esclarecer la propia experiencia de la sociedad. Hay una infinidad de tareas que se le presentan a un gobierno, más allá de la mera gestión. Tareas de carácter pedagógico, de carácter reflexivo para con la sociedad, pero lo que nunca puede hacer es sustituir la experiencia de la sociedad, no. Ni siquiera convirtiéndola en relato, convirtiéndola en libro, en texto, en video, en ley o en decreto. No puede sustituir esa experiencia, y el socialismo es una experiencia de la sociedad.

En ese sentido, soy más leninista. Pero no del comunismo de guerra, sino de la NEP, que es un poco la confesión de Lenin: no importa cuán radical haya sido la vanguardia, no importa cuántas medidas de avanzada haya podido implementar (un momento necesario para protegerse). En los hechos, solo se podrá avanzar hacia algo distinto al capitalismo si la sociedad experimenta la necesidad de algo distinto al capitalismo. Eso es la NEP y ahí he quedado yo, en ese Lenin del «Más vale poco y bueno» de 1923.

Ese textito es una reflexión, una especie de confesión de Lenin, que evalúa lo que se hizo, el comunismo de guerra, y traza una especie de balance de esos tiempos tan turbulentos en los que se creía que se podían tomar medidas muy audaces para que luego vengan los hechos a decirte «bueno, lo que tenemos es un capitalismo de Estado». Hemos de poder superar el capitalismo de Estado no por cuántas estatizaciones hagamos, sino por cuántas maneras de comunidad real construyan las personas en el hecho económico. El fondo es cómo construyes esas formas de comunidad en tanto experiencia de las personas.

Porque el socialismo es eso: avanzar en la construcción de comunidades, no desde arriba sino como la única forma de comunidad que puede haber: entre personas. No por decisión de élites o de los monopolios, porque eso es justamente la negación de la comunidad. El Estado es, por definición, una negación de la comunidad. Es un monopolio y, por lo tanto, no puede construir comunidad. Puede colaborar, puede visibilizar, decir «por aquí van las cosas», ayudar a crear… Pero decir “oye, bueno, ahora ustedes hacen comunidad; vengan, produzcan” … eso no es comunidad. Eso es comunidad desde arriba, y ya sabemos a dónde conduce. 

El debate de los cubanos de los últimos diez años va un poco en esa sintonía: cómo implementar un conjunto de medidas que no sean las medidas que el Estado ha decidido, que el Estado ha regulado. Porque, según el Lenin de 1921, eso no es más que capitalismo de Estado, y entonces ponle ese nombre: capitalismo de Estado. ¿Cómo da un paso más ese capitalismo de Estado? Con comunidad. ¿Quién forma la comunidad? La gente y el trabajador en la fábrica o en el campo. 

Y ahí viene todo el debate sobre cómo se dan las experiencias de comunidad en la sociedad, pues, claro, hay experiencias locales, fragmentadas. El mundo indígena campesino tiene una herencia de comunidad. Mutilada, sí, pero la tiene. El mundo urbano tenía construidas comunidades locales en lo barrial, sí, en ciertos aspectos: para temas de consumo, de servicios… En fin. Tienes un fragmento de comunidades, de retazos de comunidades, y eso puede ser un punto de partida para lo nuevo, para lo comunitario. El Estado puede ayudar, pero no puede sustituir ni puede inventar. Porque comunidad hay en tanto hay creación libre y asociada de los propios productores directos, no puede ser una asociación impuesta, regulada y administrada por el monopolio del Estado, porque eso ya no es una comunidad.

Entonces la posibilidad de una salida intermedia, es decir, una salida no vanguardista que sustituye, pero tampoco el simple acompañamiento, está en ese Lenin. En esa versión leninista que te decía que hay que estar a un paso –y nada más que a un paso– de la gente. No dos, ni cuatro. Un paso: ochenta centímetros. No más de ochenta centímetros de las personas, de lo que están sintiendo, de lo que están experimentando. No estás arriba, no estás en el segundo piso, ni en el tercero: estás a un paso, pero al lado de ellos. En el mismo hueco, quizás. No se me ocurre una salida intermedia, no la he reflexionado, no la veo, no me convence, tampoco. Me gusta esa expresión de Lenin. Ir exactamente a un paso y nada más que a un paso de la experiencia de la sociedad laboriosa, de los trabajadores.

Fuente: revista internacional Jacobín: https://jacobinlat.com/2021/10/12/soy-un-leninista-de-la-nep-2/

*Es una voz destacada de la izquierda que ofrece un punto de vista socialista sobre política, economía y cultura.

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DISCURSO

Discurso de Stefan Engel presidente del Órgano Teóricodel MLPD en la inauguración de la estatua de Lenin

IMPORTANTE DISCURSO DE STEFAN ENGEL. Presidente del Órgano Teórico del MLPD, en la inauguración de la estatua de Lenin en Alemania.

20-06-2020. Hoy hace exactamente 38 años que fundamos el Partido Marxista-Leninista. Tuvimos un importante debate sobre cuál era el nombre correcto del partido. Nos decidimos por el nombre Partido Marxista-Leninista de Alemania.La delegada Helga Janzik de Gelsenkirchen, una trabajadora de la limpieza que organizó la primera huelga de limpiadoras en Alemania en 1976, lo explicó en el Congreso del partido:»En nuestra asamblea local de miembros ninguno de los camaradas había hablado a favor del nombre MLPD. Temíamos que los obreros nos confundieran con un círculo teórico. No vimos que habíamos tomado un enfoque unilateral. Precisamente los comunistas debemos llevar el marxismo-leninismo a la clase obrera. Partimos del marxismo-leninismo en nuestro trabajo y estamos obligados a difundirlo entre los obreros. Si no lo hiciéramos, estaríamos a la merced del reformismo y revisionismo y privaríamos a la clase obrera de la vía al socialismo.»El nombre del partido MLPD tiene otra ventaja más:El nombre es todavía desconocido para la clase obrera y no tiene una connotación negativa como el nombre: «Partido Comunista». El nombre MLPD representa a un partido de nuevo tipo, tal como Lenin siempre había exigido, cuando nos encontramos en una nueva época de la construcción del partido.Con la fundación del DKP en 1968 se hizo evidente que éste seguiría el camino revisionista del PCUS y el SED . La nueva construcción del partido revolucionario en Alemania se hizo necesaria.El MLPD lleva los nombres de Marx y Lenin en su nombre porque nos referimos al socialismo científico, que fue fundamentado por Marx y Engels y desarrollado decisivamente por Lenin.Marx hizo una crítica científica del modo de producción capitalista, desarrolló la doctrina de la lucha de clases y fundamentó el materialismo dialéctico e histórico como la concepción del mundo de los comunistas.Lenin no sólo era un marxista, sino también un teórico genial del marxismo. En medio de la Primera Guerra Mundial, analizó que el capitalismo, desde el cambio de siglo, se había desarrollado en imperialismo en los países capitalistas más grandes. Este imperialismo se basaba en la monopolización del gran capital, que ya no se contentaba con explotar sólo a los propios obreros. El imperialismo significa además la explotación capitalista de países y colonias enteras. En la lucha por el nuevo reparto del mundo, el imperialismo alemán desató la Primera Guerra Mundial con sus 20 millones de muertos – una barbarie sin precedentes.Lenin se mantuvo firme a las decisiones de la Internacional de 1910 de que en caso de guerra ningún obrero de un país debía disparar contra los obreros de otros países. Lenin analizó esta guerra y la consideró como la máxima expresión de la podredumbre y decadencia del sistema imperialista. Concluyó de ello la necesidad de una revolución socialista internacional, que de hecho comenzó en Rusia en 1917 con la Revolución de Octubre. Su política de paz fue, en última instancia, también crucial para ganar a la mayoría decisiva de la clase obrera y de los campesinos de Rusia para la revolución proletaria. Lenin también saldó de manera principista las cuentas con los oportunistas de la socialdemocracia, quienes, en lugar de luchar resueltamente por la paz, se arrodillaron ante el militarismo del Imperio. Así que se pasaron al social-chauvinismo y degeneraron en el apéndice reformista del Imperio.Leninismo significa aplicar el marxismo a la época del imperialismo y de la revolución proletaria.Si hoy nos comprometemos al marxismo-leninismo, sabemos, por supuesto, que los textos, libros, ensayos y escritos de Marx y Lenin tienen ya más de 100 años, lo que no puede compararse con las actuales condiciones sociales. En aquel entonces no había ni siquiera 7 u 8 países imperialistas. Hoy en día, aproximadamente uno de cada cuatro o cinco países del mundo puede ser atribuido al imperialismo. El resto de estos países son países neocoloniales y capitalistas dependientes.En la época de Lenin, sólo había unos pocos monopolios internacionales, hoy en día estamos hablando de casi 120.000 monopolios internacionales que se disputan el mercado mundial.Lenin descubrió que el dominio de los monopolios se transformó cada vez más en capitalismo monopolista de Estado. Es decir, los monopolios subordinan al aparato del Estado, se funden completamente con sus órganos y de esta manera los monopolios han establecido un dominio universal sobre toda la sociedad, incluso sobre la burguesía no monopolista. Por eso hablamos de la dictadura de los monopolios.El Estado no está de forma neutral por encima de las clases y ni siquiera es un Estado social, sino el instrumento de dominación de los monopolios dominantes. El gobierno respectivo es simplemente el prestador de servicios de los monopolios dominantes. Para comprender las condiciones concretas de la actualidad, Marx y Lenin nos dieron una guía decisiva con sus fundamentos teóricos. Con el método dialéctico-materialista, también nos dieron el arma decisiva en nuestras manos para tratar correctamente la teoría de Marx y Engels, porque todo dogmatismo le es ajeno al marxismo-leninismo.Una y otra vez Marx y Lenin subrayan que el análisis concreto de la situación concreta es la esencia viva de la teoría marxista. Desde el principio nuestro partido dio gran importancia a la apropiación de este método, pues se tenía que orientar la construcción del partido en Alemania a las condiciones concretas de Alemania y del mundo y ella no podía ser simplemente una mala copia del viejo movimiento comunista. En esto nos diferenciamos decisivamente del resto del movimiento marxista-leninista tal como había surgido en los años setenta, después del movimiento estudiantil de 1968. Con la ayuda de la dialéctica materialista analizamos el continuo reconocimiento de nuevos fenómenos y cambios esenciales, y sobre esta base podemos también hacer pronósticos acertados sobre el desarrollo futuro. Esta capacidad es también crucial para la vanguardia revolucionaria de la clase obrera.El menosprecio del método dialéctico fue uno de los problemas fundamentales del viejo movimiento comunista, que permitió que el modo de pensar pequeñoburgués penetrara en el movimiento comunista y que los partidos anteriormente revolucionarios se transformaran en partidos burgueses. El revisionismo moderno utiliza la ideología del marxismo-leninismo como frase, mientras que al mismo tiempo tiene un contenido burgués.Sin embargo, Lenin no sólo fue un gran teórico y un ejemplo en la aplicación del método dialéctico, sino que también fue un líder ejemplar del movimiento revolucionario de la clase obrera; nosotros hemos asumido mucho de él.De Lenin viene la frase: «Lo «comunista» empieza únicamente cuando (aparece) … el trabajo gratuito de individuos, no sujeto a normas por ningún poder, por ningún Estado, en provecho de la sociedad en gran escala.» Detestó la actitud de cuadros del partido que obtuvieron por astucia ventajas personales e introdujo un máximo partidario para los cuadros. Aquí en el MLPD hemos introducido desde el principio tal máximo partidario que corresponde como máximo al salario medio de un obrero. Esto debe evitar que el estímulo material se convierta en la fuerza motriz del pensar, sentir y actuar de nuestros cuadros y miembros. Cada uno debe dar desinteresadamente su mejor aporte, debe llevar una vida modesta.Con tal modo de pensar proletario es posible que la lucha de clases se desarrolle, el partido se funda lo más estrechamente con la masa de los obreros y que se construya con éxito el partido y el socialismo.Con un modo de pensar pequeñoburgués, por el contrario, no se pueden construir ni el partido ni el socialismo. Esto es lo que experimentamos en la historia del movimiento ML, que surgió en el movimiento estudiantil en 1968 y desapareció de nuevo en el cajón de la historia a finales de la década de los 1970.Lenin, como Marx, también era un ferviente internacionalista. Estaba convencido: Una victoria exitosa del socialismo sólo puede lograrse a nivel internacional. Por lo tanto, para él la Revolución de Octubre fue sólo el comienzo de una revolución socialista internacional. Bajo su dirección se fundó la Internacional Comunista en 1919.Lenin dio impronta a la visión de los Estados socialistas unidos del mundo de cooperar para el beneficio mutuo, donde no hay más guerras, explotación y opresión de unos países por otros, de los obreros por los capitalistas.El hecho de que el avance de la revolución internacional pudiera ser ahogado en sangre a pesar de la crisis revolucionaria en Alemania, que duró casi 5 años, se debió a que las condiciones objetivas para la internacionalización de la producción no estaban aún suficientemente avanzadas.Hoy, en cambio, tenemos una internacionalización de la producción y del comercio que está sacudiendo cada vez más las cadenas nacional-estatales del orden capitalista. Esto es un problema insoluble que conducirá o a una nueva guerra mundial o a una revolución socialista internacional.Ya Marx y Engels desarrollaron las bases de un orden social en unidad entre el ser humano y la naturaleza. Desde los inicios Lenin tuvo una visión de una sociedad electrificada basada principalmente en las energías renovables. Por supuesto, todavía no conocía una crisis ecológica global; sin embargo, el MLPD se basa hasta hoy día en los fundamentos de la política medioambiental socialista, la ecología marxista-leninista. Sabemos que solo se puede impedir la catástrofe ecológica global si el socialismo triunfa antes sobre el capitalismo en todo el mundo. Por lo tanto, la política medioambiental se ha convertido en una parte esencial de nuestro trabajo de hormiga revolucionario.Al colocar esta estatua hoy, nos comprometemos al mismo tiempo a mantenernos firmes en el marxismo-leninismo y a seguir consecuentemente las doctrinas de Marx y Lenin, usando siempre nuestras propias cabezas y uniéndonos siempre con la clase obrera, la gente sencilla, los explotados y oprimidos de todo el mundo.No permitiremos que el anticomunismo eche mierda sobre el marxismo-leninismo y sus grandes cabezas teóricas y líderes prácticos del movimiento obrero revolucionario y, mediante la manipulación sistemática de la opinión, los expulse de la historia. La estatua es una victoria contra la manipulación de la opinión y ha causado un gran revuelo precisamente en el campo burgués. Este revuelo es muy saludable porque contiene un nuevo debate social sobre Marx y Lenin, debate que es urgentemente necesario y debe sustituir al anticomunismo antidemocrático. La sociedad necesita nuevas visiones, y estas visiones sólo pueden surgir sobre la base de una clara concepción del mundo y un acertado fundamento teórico.¡Viva Lenin! ¡Viva el marxismo-leninismo!¡Adelante con el MLPD y el movimiento marxista-leninista y obrero internacional!

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DISCURSO

Discurso de Gabi Fechtner presidente del MLPD en la inauguración de la estatua de Lenin

RIGUROSO DISCURSO DE GABI FECHTNER CON MOTIVO DE LA INAUGURACIÓN DE LA ESTATUA DE LENIN EN ALEMANIA

20-06-20. Cada época tiene sus estatuas. Ha caducado claramente la época de los monumentos para racistas, antisemitas, fascistas, anticomunistas u otros tipos anclados al pasado, y con plena razón estas estatuas son derrumbadas actualmente en todo el mundo.Pero, ¿qué viene después? Toda rebelión necesita una meta positiva si no quiere terminar en la frustración, en viejas vías o en derrotas. Por eso – tras intentos de prohibición, decisiones judiciales, discusiones acaloradas, mucho revuelo en la prensa internacional:¡Hoy les doy la bienvenida a ustedes a la ceremonia de inauguración de la primera estatua de Vladimir Ilyich Ulyanov Lenin en Alemania Occidental!En las últimas semanas me han preguntado a menudo si la colocación de la estatua fue concebida como una provocación. No es una provocación, pero tal vez sea una cierta ruptura de un tabú. La ruptura de un tabú porque en esta sociedad capitalista, donde el anticomunismo es la religión del Estado, no está previsto discutir a escala masiva sobre el socialismo.No está previsto reconocer positivamente a los representantes del socialismo. Por ello nosotros decimos en una situación en la cual la crítica al capitalismo es omnipresente: Es preciso poner fin a que el anticomunismo pueda crear una atmósfera en la que sea mejor mantener las manos fuera del socialismo.Quizás algunos de ustedes lo conocen: Si uno toma posición a favor del socialismo, será denigrado rápidamente de «extremista» o incluso «estalinista» y «maoista». Con el fin de derrumbar también las reservas y prohibiciones de pensamiento del anticomunismo, este día de hoy forma parte del movimiento «¡No le des ninguna chance al anticomunismo!» y es su actual punto culminante. ¡Exigimos una discusión abierta democrática sobre la perspectiva del socialismo y sobre la ideología de la libertad representada por el comunismo!Ya hemos conseguido un amplio debate. Esto vale para los medios. También la municipalidad de Gelsenkirchen se vio obligada a reaccionar. Precisamente a causa de Lenin ha montado una gran exposición anticomunista en el castillo de Horst. Ahora quiere colocar un propio panel informativo aquí directamente en la vereda. Saludamos las amplias discusiones pero reclamamos también que éstas se lleven a cabo de manera democrática y en pie de igualdad. Reclamamos que se de igual voz a las posiciones del marxismo-leninismo, del comunismo. ¡Llevamos esta discusión de manera democrática! Por cierto, para este acto hoy hemos invitado también a oradores críticos mientras que no sean fascistas.Allá por ejemplo está el FDP. Si ustedes tienen una contribución objetiva, entonces pueden con gusto decir también algo crítico. Pero el FDP ha rechazado esta discusión democrática cuando se lo ofrecimos. Entonces háganse una idea propia de quién actúa de manera democrática en este debate. Con este movimiento establecemos un pilar bien visible de que se tiene que acabar con esta opresión de la discusión democrática sobre el socialismo.Hoy en día estamos experimentando una tendencia acelerada hacia una crisis social global de todo el sistema imperialista mundial. No sólo se critican determinadas leyes o áreas particulares de la política. Está puesta en cuestión toda la base de la sociedad – sobre todo en la democracia modelo de los EE.UU.. Hoy estamos ante la mayor crisis económica y financiera mundial que ha engendrado el capitalismo. Hasta ahora esta crisis capitalista ya ha llevado al desempleo a cientos de millones de personas; en EE.UU. a más de 40 millones de personas. A menudo esto está vinculado a la pobreza y en todo el mundo existe la amenaza de crisis de hambre nunca antes vistas. Pero al mismo tiempo la riqueza social ha crecido inconmensurablemente.Desde 2014, el capital propio de los 500 consorcios más grandes ha aumentado de 11 a casi 18 billones de dólares estadounidenses – es decir 18 billones de dólares en manos de los 500 consorcios más grandes y la mitad más pobre de la población mundial posee 2 billones en total. Experimentamos una crisis sanitaria mundial que oficialmente ha causado ya la muerte de medio millón de personas – la cifra negra es mucho mayor. Las advertencias de la OMS sobre tal pandemia fueron ignoradas por casi todos los gobiernos del mundo. En este sentido ellos son también corresponsables de lo que está pasando actualmente.Se agrava la crisis de refugiados, con más de 20.000 muertos en el Mediterráneo desde 2014 .La crisis ecológica global amenaza con poner en cuestión toda la base natural de la vida. Asimismo existe una agravada crisis del orden estatal y familiar burgués. Todo esto es el resultado del capitalismo, que ahora sólo existe en crisis.Se lleva cada vez más al extremo la contradicción fundamental del capitalismo de que se produce de manera social, pero que la apropiación es privada. Esta contradicción se condensa hacia una peligrosa intensificación de la caza por las ganancias máximas, zonas de poder e influencia para la diminuta capa del capital financiero internacional, único dominante.Esto va acompañado del mayor peligro de guerra desde la Segunda Guerra Mundial y un cuestionamiento de todas las bases actuales de la vida.¡Esta crisis de la sociedad en su conjunto clama por un cambio de la sociedad en su conjunto!¡La respuesta a esto es el verdadero socialismo! Si decimos esto, entonces tenemos que dedicarnos a las experiencias hechas por la humanidad hasta entonces con la construcción del socialismo.¡Para ello los méritos de Lenin son imperecederos! Él analizó y cualificó en plena Primera Guerra Mundial el capitalismo agonizante y parasitario como la víspera de la revolución socialista. Él fue un líder y organizador genial de la Revolución de Octubre en Rusia y de la construcción del primer país socialista en el mundo. Él dio la prueba de que es posible derrocar al capitalismo.Hoy se lo presenta como si esto estuviera más allá de toda imaginación, pero Lenin ha demostrado: Esto es posible. Es posible conquistar y construir el socialismo y el capitalismo no es el fin de la historia.En una situación complicada, Lenin se atrevió a convocar al derrocamiento del gobierno para construir el socialismo – y a asegurar los éxitos de la revolución democrática contra el brutal dominio zarista y la contrarrevolución.Los análisis acertados de Lenin, los pronósticos perspicaces y preciso acierto que demostró en las cuestiones tácticas se derivan de su trabajo teórico y su capacidad de aplicar el método dialéctico al más alto nivel. Esto significa analizar cada vez de nuevo de manera creativa la situación y desarrollar los análisis y evaluaciones.Quisiera decir algunas cosas sobre la vida de Lenin:Lenin era muy culto, era jurista y cultivó un intercambio vivo y crítico con los artistas y escritores de su tiempo. Y de igual manera con los periodistas y científicos burgueses de todo el mundo. Al mismo tiempo, fue particularmente importante para él unirse estrechamente con la vida y la lucha de los obreros y pequeños campesinos, cuyos intereses fueron siempre la línea directriz de su actuar. Después de la Revolución de Octubre vivió en un apartamento de dos habitaciones. Quisiera citar a Clara Zetkin, una famosa activista de los derechos de la mujer y una comunista de Alemania, que dijo después de haber visitado a Lenin: «Su vivienda privada era muy simple y sin lujos. … Se sabía que, los campesinos le regalaban a «su Ilich» paquetes con harina, tocino, huevos, frutas, etc., pero se sabía también que nada de eso se quedaba en la casa de Lenin. Todo se enviaba a los hospitales y a los hogares para niños; la familia de Lenin vivía estrictamente el principio de no vivir mejor que los demás».Lenin era entonces –y muchas veces particularmente uno lo nota cuando ve cómo vive una persona– un revolucionario en su pensar, sentir y actuar. No era de los que tomaban decisiones solitarias.Se nos ha preguntado si la colocación de esta estatua no sería culto a la personalidad. No, pues nosotros rendimos homenaje a un hombre que era un verdadero trabajador en equipo, que atribuyó gran valor a asesorarse siempre con otras personas. Cada uno que cooperó con él informó que Lenin siempre invitó a la gente para las consultas, personas que conocían la materia particular, no importando si fueron científicos, soldados, campesinos u obreros. Cada uno que podía decir algo competente en su materia fue incluido por Lenin en el trabajo conjunto.Lenin era una persona de Estado de nuevo tipo, igualmente genial y modesto. Lenin se oponía implacablemente a los burócratas con el carnet del partido en sus bolsillos que sólo buscaban su propia ventaja. Al final de su vida presintió que el cambio del modo de pensar de los cuadros líderes en el partido, en las empresas y la administración podría generar una restauración del capitalismo, es decir la traición al socialismo. Por esta razón creó un órgano de control independiente. Dijo que también era necesario controlar de manera independiente al Comité Central desde arriba. Bajo la dirección de Lenin, entre otras por esta razón, se impidió la traición al socialismo. Sin embargo, más tarde esto se convirtió en una triste realidad.Lenin dedicó toda su vida a la lucha por la libertad de los oprimidos. Lenin también representa las conquistas que se implementaron inmediatamente después de la Revolución de Octubre de 1917: Uno de los primeros decretos que ordenó y llevó inmediatamente a cabo fue la expropiación sin indemnización de los terratenientes y la distribución de la tierra a los campesinos pobres. El orden feudal y la nobleza fueron abolidos y sus bienes fueron confiscados. En la Alemania capitalista hay un enorme debate solamente sobre la cuestión de introducir un impuesto sobre el patrimonio. Aunque esto no le haría ni siquiera gran daño a los sectores dominantes, ¡incluso esto les parece exigir demasiado!Se proclamaron los derechos de las minorías nacionales, incluyendo el derecho a separarse para formar un propio Estado. Partiendo de las fábricas hasta todos los niveles y órganos del Estado, se organizó el sistema de los soviets, es decir, el sistema de los consejos y los órganos del control obrero.En todas las fábricas se introdujo inmediatamente la jornada de trabajo de ocho horas como ley. Hay que imaginarse: Hoy los obreros nuevamente tienen que trabajar 12 horas por turno. En los hospitales en parte hay turnos de disponibilidad de 24 horas.Esto muestra los retrocesos producidos por el capitalismo frente a esta situación de hace más de 100 años en la Unión Soviética socialista. Hombres y mujeres, hijos matrimoniales y extramatrimoniales eran iguales ante la ley. Se prohibió la usura, se socializaron los bancos y las fábricas, se introdujo un seguro médico, etc. En un tiempo donde la pena de muerte estaba establecida en todas partes, Lenin la abolió para Rusia como uno de los primeros países del mundo. Lo que se había considerado imposible durante siglos, – ¡de repente se hizo posible! ¿Por qué?Porque los paradigmas de la sociedad habían cambiado. Si existen otros paradigmas en la sociedad y la ganancia máxima no está en el centro, entonces es posible cambiar las cosas y colocar en primer plano los intereses de la clase obrera y de las amplias masas.Por eso abogamos por una sociedad socialista, por superar este sistema social capitalista de manera revolucionaria.Todavía falta uno de los decretos más importantes en esta lista: Éste fue incluso el primer decreto después de la Revolución de Octubre: el decreto sobre las negociaciones de paz, sobre la terminación inmediata de la Primera Guerra Mundial. Con el decreto sobre el inmediato cese del fuego se ofreció la paz inmediata a las principales potencias imperialistas. En marzo de 1918, se concluyó la paz a pesar de una gran pérdida de territorio. Lenin dijo: Lo más importante es que tengamos paz, aunque perdemos por ella algunos territorios.Actualmente ellos ni siquiera logran esto, cuando miramos a Siria donde cada imperialista lucha por cada metro. También la política de paz está representada únicamente por el socialismo.Entonces hay muchos logros, pero tal vez algunos de ustedes ahora piensen: «Bueno, no se puede presentar todo esto de manera tan positiva, ¿no es eso un poco simplificado?» O: «Esto se puede considerar también de otra manera». Entonces, veamos cómo se podía considerarlo de otra manera y qué acusaciones se hicieron contra Lenin:Poco después de la Revolución de Octubre, a partir de marzo de 1918, 14 países capitalistas e imperialistas, bajo agresivas consignas anti-leninistas, lanzaron un ataque militar contra el país liberado. Hasta entonces todos estuvieron en guerra entre sí, pero repentinamente estuvieron unidos contra el socialismo. También desde Alemania se movilizó para esto. La Brigada Erhard, posteriormente fascista, estaba involucrada en el asalto contra la Rusia socialista. Pero cuando los obreros y campesinos rusos siguieron el llamado de Lenin quien dijo: «Nosotros tenemos que defender nuestro país y no abandonamos las conquistas» – qué fue lo que gritaron justamente los reaccionarios quienes habían invadido el país: «¡Lenin, un asesino de masas!»Algunos creen que el lema: «Lenin, un asesino de masas» viene de la CDU o del SPD- Fueron ellos que justamente aquí en Gelsenkirchen lo difundieron masivamente. Pero, ¿conocen la verdadera fuente? ¡Fue el propio Adolf Hitler en persona! Él pronunció esta mentira «Lenin, un asesino de masas» ya en 1920 en sus discursos. Con este grito de guerra, las víctimas de esa guerra, de una invasión imperialista, se atribuyeron simplemente a Lenin y a los revolucionarios. Pero, ellos se habían defendido con plena razón. ¿No es vergonzoso para el SPD y la CDU que retoman hoy nuevamente el mismo grito de guerra?¡Condenamos con la mayor claridad esta historiografía reaccionaria!Es interesante qué tipo de coaliciones se forman también hoy día cuando se trata del anticomunismo. Actualmente se cita en todos los periódicos una declaración conjunta adoptada por los partidos SPD, CDU, AfD, FDP y los Verdes en la municipalidad del distrito Gelsenkirchen-West: «El líder comunista Lenin representa la violencia, la opresión, el terror y el horrible sufrimiento humano». O sea, una coalición burguesa, que incluye a la AfD. Poco antes aún se levantó un gran escándalo cuando se eligió a Kemmerich como primer ministro del gobierno en Turingia con los votos de la AfD. Pero cuando se trata del anticomunismo existe plena unidad con la AfD. ¡Criticamos esta gran coalición del anticomunismo!Pero el público burgués ya se ha acostumbrado a que se difunden cuentos de atrocidades sobre el socialismo. El efecto del anticomunismo en Alemania se debe sobre todo al hecho de que es capaz de adaptarse y que se imposibilita en gran escala toda discusión democrática sobre sus alegaciones y su método. ¿Han visto una vez a alguien del MLPD en los programas de entrevistas? En el caso de nuestro ministro de economía, Altmaier, a veces pienso: ¿Puede este hombre dividirse en tres? Uno tiene la sensación de que él aparece cada noche en tres entrevistas. Siempre se ve a la misma gente, pero no se da palabra al MLPD en absoluto. Esto no es una controversia democrática – y también de esa manera se puede difundir el anticomunismo.Parece que el anticomunismo moderno asimila los valores democráticos. Para luego pretender que éstos se realicen con mayor probabilidad bajo el capitalismo, mientras que el socialismo significa sólo crimen y desigualdad. El anticomunismo moderno incluso desmiente que es anticomunista. No, por supuesto, todo el mundo puede decir lo que quiera, uno sólo no quiere tener nada que ver con el MLPD, al que se llama «estalinistas» y «maoístas». Cualquiera que se crea un buen ciudadano en el sentido burgués debe estremecerse al escuchar estos términos de batalla. Y con esto el tema debe darse por concluido. Esta es su lógica.Para que quede claro: Yo no soy ni estalinista ni maoísta, y lo mismo vale para todo el MLPD. Pero defendemos las conquistas del socialismo – y también a los representantes del socialismo, Marx, Engels, Lenin, Stalin y Mao. ¡Qué fácil es hoy en día señalar con el dedo hacia arriba a los que han hecho los mayores sacrificios por ello – y ciertamente no pudieron evitar todos los errores! ¿Dónde estaría el mundo hoy si, bajo la dirección de estas personas, los zares y otros opresores feudales no hubieran sido derrocados en duras luchas, si no se hubieran terminado las guerras, si no se hubiera derrotado el fascismo de Hitler? ¿Ninguno de nosotros podríamos expresar hoy nuestra opinión, si no se hubieran librado estas luchas.Sin duda, –y esta posición crítica y autocrítica forma también parte del MLPD– estos líderes tampoco estaban libres de errores o equivocaciones. Sería absurdo afirmar que lo fueran. No hay duda de que durante la época de Stalin y Mao Zedong –contra su voluntad– se cometieron crímenes en nombre del socialismo. ¡Para conquistar nuevamente el socialismo, nosotros tenemos el mayor interés en analizarlo y sacar conclusiones. Incluso hemos establecido una comisión de historia que analiza todo eso detenidamente. Pero, eso sí, con el objetivo de conquistar nuevamente el socialismo y no para prolongar la vida del capitalismo y denigrar todas las alternativas!Sin embargo, los políticos de nuestro gobierno y los monopolios que difunden la difamación anticomunistas a través de sus canales no se ofenden en realidad por los errores cometidos en los tiempos de Lenin, Stalin o Mao. Si nuestro gobierno y las empresas alemanas se ofendieran por errores y crímenes, su estrecha cooperación con los regímenes de Irán, Arabia Saudita, Turquía, Libia o también con el señor Trump en los Estados Unidos sería difícilmente concebible.¿Cómo pueden ellos compartir una política de la Unión Europea, que cuesta la vida de decenas de miles de personas en el Mediterráneo? ¿Esto no es un crimen? Estos crímenes no les molestan. Pero se imputa cada víctima de la historia contemporánea a los comunistas. No aceptamos este tipo de historiografía. Hay que oponerse enérgicamente a esta difamación. Con la verdad aparentemente grabada en piedra sobre el socialismo y sobre el capitalismo como «el fin de la historia» uno puede, por supuesto, hacérselo bastante fácil. Pero, ¿se responden con ello realmente las preguntas de la época, por ejemplo por qué no se cumplen las promesas de resolver las cuestiones de la humanidad en el capitalismo? ¿Por qué el capitalismo engendra cada vez nuevas crisis, que no son más que símbolos de su inutilidad? ¡Estas preguntas no se pueden responder con esquemas anticomunistas prefabricadas! Para el premio Nobel de Literatura Thomas Mann, el anticomunismo era con toda razón la «tontería básica de nuestra época». ¡El anticomunismo obscurece la vista en un momento en que la claridad es tan urgente!Así como no hay socialismo sin la superación revolucionaria del capitalismo, no hay conciencia socialista sin superar la ideología anticomunista. Y precisamente por eso, el movimiento «¡No le des ninguna chance al anticomunismo!» es una necesidad del momento.Más que nunca ha llegado el momento de ganar a los obreros y a las masas de todo el mundo para un nuevo ascenso en la lucha por el socialismo.Queridos invitados:¿Quizás ahora piensen que todo el asunto debe ser visto de una manera más neutral, no tan «ideológica»? Esta fue también la razón por la que la oficina de obras de Gelsenkirchen prohibió en febrero de este año la estatua frente a la fachada de nuestro centro de Horst, protegida como patrimonio cultural. Con toda seriedad han dicho que este monumento, que ustedes ven (todavía velado), oculta la fachada de toda la casa.Quisiera presentar una cita de la propia oficina de obras: «El valor del monumento como edificio administrativo –es decir el centro de Horst– (es) masivamente deteriorado por la estatua, porque la evidente declaración política asociada a ella contradice la neutralidad política de un edificio de la administración pública.»En primer lugar, el centro de Horst ha dejado de ser un edificio administrativo desde hace décadas, si bien es un centro de servicios de nuevo tipo destinado para los asuntos de la población de Gelsenkirchen. Además, sin duda alguna, nunca ha sido políticamente neutral. El centro de Horst es un centro de las variadas luchas de los trabajadores mineros, del internacionalismo, de la ayuda a los refugiados, de la juventud rebelde o de la lucha contra el cierre del hospital St. Joseph a la vuelta de la esquina. Todas estas luchas fueron libradas y planeadas aquí y estamos orgullosos de este centro de Horst poco neutral, delante del cual se desvelará ahora el monumento de Lenin. El centro de Horst también es un centro de eventos culturales progresistas. El llamamiento a la «neutralidad» y a la «libertad de ideología» sólo significa arrodillarse ante la ideología burguesa y así reconocer las condiciones sociales existentes. El SPD y la CDU fanfarronearon de que todo el barrio Horst está en contra de Lenin. Sin embargo, es nuestro trabajo diario –en contraste con estos partidos burgueses– de llevar a cabo cientos de conversaciones de puerta en puerta, en el mercado semanal, en las empresas, los sindicatos y en las calles comerciales, de discutir con la gente y llegar a conocer sus posiciones. Así hemos podido hacernos una propia idea.¡Desde el principio hubo claras simpatías! Como de costumbre, los ciudadanos de Horst son naturalmente también dispuestos a la controversia y también hubo discusiones polarizadas. Pero, estimados SPD y CDU, nosotros también podemos decir: cuanto más atacaron ustedes a Lenin, más simpático se volvió él para los habitantes de Horst, porque dijeron, «si estos partidos atacan a Lenin, este hombre debe tener algo bueno».Muchos tomaron esto precisamente como ocasión de informarse ¡El anticomunismo ha perdido cada vez más su impacto en esta discusión! Han cambiado algunas cosas en las mentes. ¡Y justamente lo que queremos es que Lenin se convierta en un verdadero monumento para reflexionar!Pero la nueva estrella política de la CDU, Sascha Kurth, no se dejó desanimar y comenzó una petición por el internet en contra de la estatua de Lenin. Después de varias semanas, sin embargo, alcanzó sólo el ocho por ciento de su objetivo. En toda la República Federal, en lugar de las esperadas 2.200 personas, firmaron sólo 204 personas, entre ellas 165 de Gelsenkirchen, y del barrio Horst sólo 69. Evidentemente el señor Kurth no fue capaz de ganarse ni a las masas ni a su propio partido para la causa. Para justificarse, dijo: Esto se debía a la situación de coronavirus. Pero todo el mundo sabe que en el tiempo de coronavirus la internet se utiliza más que nunca. Lo que pasa es que no se utilizó para una petición en contra de Lenin – y éste es el problema del señor Kurth.Sólo los fascistas tomaron en serio las convocatorias del portavoz de la ciudad, Schulmann, para impedir la estatua con acciones creativas. Ellos trataron de manchar los carteles con pegatinas. Nosotros hemos frustrado esto con la ayuda de los transeúntes. Quisiéramos llamar a ustedes para que protejan el monumento de Lenin, que estén atentos y nos informen, cuando alguien intenta dañar esta estatua, y así asegurar también que pueda mantenerse aquí,Protestamos enérgicamente contra el permiso escandaloso de dos manifestaciones fascistas por la policía de Gelsenkirchen, que posibilita a los nazis que gocen de su rol como tropa de choque contra los comunistas. En el caso de marchas fascistas, las contramanifestaciones de los antifascistas son regularmente desplazadas en las zonas periféricas. Los fascistas, por el contrario, pueden estar directamente frente a nuestra acción. Sin embargo no pudieron movilizar a mucha gente para su acción. La municipalidad incluso les otorgó un bastidor con el afiche «#no hay lugar para Lenin».Allá está la unidad reaccionaria en el anticomunismo – aquí está el lado progresista – hoy los frentes están muy claros. Pero no nos dejamos provocar y realizamos nuestra ceremonia como es debido.Queridos invitados:El aplazamiento de este evento debido al coronavirus nos permite celebrar la develación en la fecha de cumpleaños del MLPD, que fue fundado el 20 de junio de 1982. El MLPD encarna hasta hoy las enseñanzas de Marx y Lenin para el tiempo actual. Es un partido obrero revolucionario. Son los obreros que verdaderamente determinan el compás. Esto vale también para la dirección. Yo misma soy herramentista cualificada. Nosotros somos financieramente independientes, nos financiamos de las cuotas de los miembros y de las donaciones de la población y no dependemos de la financiación de los partidos por parte del Estado ni de donaciones de consorcios. Esto nos da la libertad de hacer y decir lo que consideramos correcto y no seguir una «opinión pública» predefinida por la dictadura de los monopolios. En lugar de peleas entre facciones, tráfico de puestos y arribismo, de acuerdo con el centralismo democrático en el MLPD, se discute de manera crítica y viva, se elige y decide democráticamente, y luego se trabaja y actúa de manera unificada y contundente.El MLPD desempeña un papel con marcada influencia en numerosas huelgas y luchas obreras; apoya las luchas del movimiento obrero, movimiento de mujeres y ecologista, del antifascismo y del antimilitarismo y se distingue por hacer un trabajo en las empresas que hoy en día ya no realiza ningún partido. Aprovecho esta oportunidad para anunciar que hoy en la mañana los obreros de ThyssenKrupp en Duisburg han entrado en huelga en contra de despidos en este lugar. ¡Un saludo cordial a estos obreros!En todas partes están sobre el tapete despidos masivos, y estos obreros dan una señal con una huelga autoorganizada. Mandamos muchos saludos también a nuestro grupo en la empresa que siempre está en la primera fila. Mucho éxito para su lucha.Nuestro principio rector es el internacionalismo proletario y la solidaridad internacional. Y nos hemos convertido en Alemania en pionero de la lucha por los derechos y libertades democráticos contra la derechización del gobierno de Merkel y Seehofer.Nuestra organización juvenil REBELL organiza la rebelión de la juventud, como recientemente contra la política racista y anticomunista de Trump en los EE.UU.En el MLPD, la palabra y la acción coinciden – sólido trabajo teórico de investigación básica, pero también trabajo práctico con agallas. No es por nada que actualmente somos el partido más combatido de Alemania.Famosa es la frase de Lenin: «Desunidos, los obreros no son nada. Unidos lo son todo». Esto hasta hoy día tiene suma validez. Por eso aprovechamos esta ocasión para invitarles cordialmente a fortalecer a este partido y a su organización juvenil.Queridos invitados:Ustedes verán que no hemos elegido un pedestal alto para Lenin. No queríamos hacerlo de la misma manera que la estatua de Hércules, que está entronizada sobre Gelsenkirchen a una altura de decenas de metros. Nosotros hemos dicho que tomamos un pedestal bajo.Es propio de Lenin de encontrar en pie de igualdad a los habitantes de Horst que pasan por aquí todos los días yendo al trabajo, a la escuela o a hacer las compras. Con Lenin honramos a uno de los epónimos de nuestro partido, pero algunos se dieron cuenta rápidamente: ¡falta Carlos Marx! Y como siempre prestamos atención a las críticas, les puedo anunciar hoy que hemos decidido: ¡A Lenin va a seguir una estatua de Carlos Marx!¡

Muchas gracias!

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